domingo, 24 de enero de 2016

El Principito - Antoine de Saint Exupery (34/50)



El Principito fue publicado en abril de 1943. Su autor fue un piloto de sueños. Nativo de Francia creció en un castillo y con mucho esfuerzo, finalmente logró cumplir su sueño de volar. No obstante, como lo testifica el libro, sus misiones en el desierto nunca lo dejaron inmutable. Quizás el silencio de las dunas y el titilar de las estrellas le decían más que la geografía de las montañas, que la sucia política de la guerra que no nos hace hermanos, como quería Bethoveen, sino objetivos.

"El Principito" es la historia de un aviador que cae en el desierto por una avería en su avioneta. En su empresa por retornar y no morir en la arena, llega un personaje misterioso de cabellos dorados: el Principito. En el proceso de hacerse amigos, le cuenta que viene de una estrella con una flor y tres volcanes. Abandonó su hogar cansado de la vanidad de la rosa, a la cual descubrió en el camino, amaba profundamente. 

Viajó al planeta de un rey que se creía dueño de todo; que siempre rectificaba sus órdenes porque sabía que en realidad no regía sobre nada. En otro planeta conoció a un hombre que sólo hacía cuentas: era dueño de las estrellas, siempre andaba muy ocupado. Decidió conocer otros cuerpos celestes. Logró hablar con un hombre borracho que bebía por la vergüenza que le daba beber. Conoció un hombre que encendía y apagaba faroles, quizás el único que le agradó. Sin embargo decidió partir. En el planeta del geógrafo, hombre serio que gustaba registrar montañas pero no flores, supo del planeta tierra.

Cayó en el desierto en donde conoció flores, tantas y tan parecidas a la suya. Qué decepcionante sería para él, la creía única. Domesticó un lobo, quién recordaría su cabello cada vez que viera el trigo. Y conoció un aviador. Bebieron agua de un pozo de aldea que se hallaba en la mitad del desierto. Y dado que se cumplía un año de su estadía en este planeta de seres solitarios, incoherentes que se chocan en estaciones de trenes y no saben a dónde van, le pidió a la serpiente que lo mordiera. Se desvaneció en los brazos del piloto, no sin antes advertirle que su risa se escucharía entre las estrellas.

Este libro lo leí por un mal amor: uno lindo que también se partió en dos historias independientes. La historia se cuenta con dibujos, con capítulos sencillos, con alusiones constantes al sinsentido de la vida adulta. Y me confieso, me estoy volviendo adulto y me parece que es la mayor estupidez. Fue inevitable sentir el temblor lloroso que me sacude en cada película que veo, esta vez por un libro. Estos días me he sentido física y emocionalmente agotado. He sentido una presión en el pecho... Creo que me he cansado de jugar a ser adulto. 

3 comentarios:

CrisC dijo...

En algún sentido llegar a adulto y no volverse estúpido es un triunfo.

c dijo...

Recuerdo el día en que me regalaron este libro y recuerdo la de lecturas distintas que saqué de él :) También me gustaron sus dibujos :) Sé tu misma. Eres maravillosa :)

Vicky dijo...

CrisC, ahora que lo mencionas se me viene un relato antagónico: Metrópolis de Fritz Lang.

Luz, claro, debemos ser nosotros mismos aunque nos cueste el mundo y la vida :)