lunes, 18 de mayo de 2020

Camilo y El Nogal

Antes de cruzar el Atlántico, soñé con mi abuelito, el papá de mi mamá. Él se fue hace más de 13 años. Tuve la oportunidad de cuidarlo mientras se aproximaba su día. Vivió en el campo hasta su muerte y tuvo que tolerar la situación social de los hombres a los que el país durante décadas ha aplastado. A su manera me enseñó la belleza de los bosques. Era silencioso pero apropiado. La lectura dignifica la mente y él era ante todo eso, un buen lector. Por eso sabía hablar. Me solía llamar borugo, animalito que conocí directamente en el parque Chicaque.

El sueño consistía en que él manejaba un bus en el Park Way y a su lado había un nogal que reverdecía. Le tengo un cariño especial a ese árbol por un par de experiencias públicas y personales. Sembré algunos prototipos, directamente de los frutos del árbol más antiguo del casco urbano de Bogotá, el nogal de la 76, al frente de la embajada británica. Revisé esas semillas cada mes y nunca germinaban. Tuvieron que pasar 9 meses para que saliera una minúscula raíz. Tras un año de verlos crecer, me desesperé y sembré uno en el pasto. Lo vi crecer un par de meses y probablemente una guadaña lo eliminó.

Me hice a la idea que los demás tomarían tiempo para crecer y así los dejé, creciendo en pequeñas materas. En sus travesías por el jardín, mi mamá encontró uno grande. Había crecido en un retazo de tierra, se había envuelto sobre sí mismo para recolectar la poca agua que tenía y había hecho su cuerpo maderoso a pesar de lo temprano de su vida. Le cogí un cariño especial. También entendí la sacralidad que le atribuían los muiscas. Además de resistir duras condiciones, pierde todas las hojas en cierta temporada: Se ve muerto y mustio. Luego, reverdece, se viste de sus hojas y a veces deja ver sus flores.

Hoy se me vino a la cabeza, que hay cosas que hay que dejar pasar. Hay situaciones que simplemente deben madurar y probablemente Alemania sea una de ellas. Como buen desesperado, hago mi mayor esfuerzo por ver este proyecto crecer. Pero no lo va a hacer a mi ritmo, será al suyo. Ya veremos cómo me va.

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