domingo, 22 de enero de 2012

Conclusiones

Toda conclusión está sujeta al cambio, sin embargo estos años he logrado entender lo siguiente:

-los atardeceres a veces son mejores que los orgasmos
-los amaneceres no duelen cuando hay motivos por los que luchar
-los amantes siempre llevarán algo heroico en sus púpilas
-es mejor haber amado, independientemente de las heridas
-llorar también es placentero
-dormir es un placer de dioses
-los instrumentos de viento, cuando emiten tonalidades graves pueden llegar a ser muy sugestivos
-la vida es algo que experimento y a veces no entiendo
-el presente es exitante cuando es guiado por los impulsos del alma
-la esencia del ser a veces es "panárquica"
-el sexo es apasionante cuando se une más que el físico
-un hombre que sabe hablar de otros mundos puede llegar a ser más atractivo que cualquiera
-la humildad es un acto de dignidad
-los libros, cuando son buenos, son absorbentes y mejores que un somnífero
-el aroma de algunas personas es inolvidable
-el único consejo que le daría a otra persona para su vida sería meditar
-las cosas son cambiantes
-perdonar me es difícil
-la amistad parte de uno
-tengo muy buena suerte

Y hay más, y más, pero no terminaría nunca.

viernes, 20 de enero de 2012

Muéstrame un atardecer, de esos que se ven en la Orinoquía; guarda silencio y suprime las aves que arremolinan tu imaginación. Observa a los navegantes de espejos escribir historias en telares y vasijas. Devuélveme el espíritu que se llevó la selva, devuélveme la paz de los árboles, el silencio del páramo, la felicidad del cielo.

martes, 17 de enero de 2012

La mujer II

Camina con rapidez hacia ése, su clóset. Las prendas unas sobre otras, con tantos colores y formas, pero una de ellas es especial: un vestido con una gran flor negra de adorno. Rocía perfume sobre su cuello, como si invocara de sus arrugas a una sílfide perdida o a una sirena del océano. Mira sus ojos fijamente, dialoga con su reflejo y sabe que es hora de partir.

Se dirige hacia el lugar donde se cogen las flotas; una de ellas conduce a la capital. Sube con el placer de ser quizás la única que no lleva equipaje. Resalta de entre los demás ancianos por su gallardía, por la postura de su espalda y el porte típico de una persona con pasado singular. Observa el paisaje: la neblina, los cedros, el movimiento del agua y pronto nota que está llegando a su destino. La ciudad la ha devorado.

Ha llegado la hora de bajar del colectivo; nota que el humo envuelve las miradas y las personas caminan al ritmo del "tic tac" de sus relojes. Se siente perdida en un lugar completamente desconocido, que sin embargo, evoca algo familiar. Desea llorar, su desesperación aumenta y no sabe cómo actuar; sin embargo, una nota en su bolsillo contiene un nombre: El Hogar de la Paz Azul.

Pronto está en un taxi. El conductor le habla sobre fútbol, sobre los contratistas de las avenidas, sobre la corrupción, inclusive sobre su vida personal. Ella sólo mira absorta la grandeza de esos cerros, azules a la distancia. El vehículo amarillo frena abruptamente y el sujeto que la llevó a su destino le señala el contador. Ella abre su bolso, toma un billete, paga y desciende. Observa detenidamente ese lugar.

Una mujer vestida de blanco, con una cruz en su sombrero se paraliza al notar su presencia; sonríe y exclama: ¡Lucía!. Dos hombres, también de blanco, uno de ellos con una silla de ruedas, la toman amablemente. La señora de ojos color océano se resiste ante lo cual usan la fuerza. En menos de lo que piensa está en una habitación blanca, con muchas fotografías. Un hombre de corbata le pregunta: ¿me estás escuchando? Ella simplemente sonríe.

sábado, 14 de enero de 2012

Mariposas naranjas

Hace meses comenté en este blog lo que me recordaban las mariposas naranjas. Esta noche entró una a mi habitación: negro con naranja. Adoro su caracter dócil; movía sus antenas y escalaba por mi pared. De repente, la luz la confundió y tuve que apagarla. La encontré segundos más tarde caminando en el piso, entendí que debía sacarla para que no corriera riesgos. Tomé un vaso y un plástico fino, la atrapé y la intenté liberar, pero se resistía. Era como si quisiera estar más tiempo conmigo, como si me quisiera decir algo. Frente a esas preciosas estrellas que se ven por esta época, le dije unas cuantas palabras y deje el vaso en la ventana para que "decidiera ser libre". Sé que volverá, como mariposa, o alguna otra forma.

Tu alma está en pie.


martes, 10 de enero de 2012

La mujer I

Abre los ojos y siente como esa habitación de bareque se le hace en exceso conocida. Cada rincón, cada grieta, cada nuevo signo del paso del tiempo le recuerdan cómo transcurre rápidamente la vida. Un espejo de cuerpo completo le hace notar las marcas de su piel y el radiante azul oceánico de su mirada dulce, algo cansada, pero con historias que contar.

La cocina con gallinas y vacas plasmadas en jarras, paredes, botellas y en la estufa. El campo se levanta con ese sol intermitente de madrugada. Se sienta en esa roca con pequeños hoyos y de textura suave . Observa impactada, como la primera vez, el reflejo castaño de su rojizo cabello y cae tendida, contempla las nubes.

Un hombre guiado por un burro la saluda. Ella levanta su mano y las mariposas de colores salen a volar. Cierra sus ojos y sin querer duerme. Imágenes surgen: primero unos labios con colorete rojo, luego una mujer, luego una taberna y después él. En ese lugar suena tango, los bandoneones despiertan sus sentidos, su piel se eriza y en la esquina sonríe el hombre.

Sus ojos se abren y siente una asfixia... No sólo como síntoma físico; se trata de una sensación de opresión que parte desde el alma y termina en su corazón. Es un nuevo día en el campo: un lugar donde no pasa nada, hasta que surge una pregunta. Ella desea entender pero ¿por dónde empezar a completar el enigma? Un sueño la despierta de su sueño, mientras los cabellos adornados por el sol se agitan al ritmo de los vientos aliseos.

jueves, 5 de enero de 2012

Detalles del tercer mundo

Te erigiste tímida entre dos océanos... Víctima de la sangre derramada y de los que no saben hacer poesía, nadie escuchó ése, tu silencio que canta en el desplazarse de las ballenas. Anoche escuché un continente que tenía selvas, pájaros de colores, llanos de atardeceres interminables, ríos de delfines rosados, pampas de historias mágicas, estaciones y trópico para soñar con un clima eterno.

No creo en las fronteras, semejante invento tan poco creativo no es digno de un planeta tan majestuoso. Me susurraba un pedazo de tierra, sin nombre, o quizás con alguno, aún secreto. Víctima de conquistadores de todos los tiempos ansiosos por llamar todo aquello que veían en lo profundo del agua y la altura de las cordilleras, un trozo del planeta contaba su historia.

Ha visto levantarse y caer a tantos imperios que ve grandeza en la humildad de las pequeñas comunidades que soñaron con resplandores protectores del cielo. Ve grandeza en el pez que ansioso se desplaza con la corriente, en los venados del páramo, en los hielos del sur, en los desiertos desde donde se ven las estrellas, en la mirada de la noche y la ansiedad de un nuevo día.

Te llamaban mis ancestros el cóndor... Al norte le llamaban el águila; la profecía decía que la nobleza del primero y la fortaleza del segundo se reconciliarían en un día lejano. El ser humano no escucha; las agencias de inteligencia, las dictaduras, inclusive los que se denominan revolucionarios con pistola son incapaces de percibir los suspiros de este rincón de la tierra.

Nadie te escuchó... Corazón de paz.

miércoles, 4 de enero de 2012

Afortunado de mi melancolía

Afortunado soy de tener un corazón que llora y difícilmente miente cuando en sus reservas tiene agua. Aunque el sol se me apague a menudo, la brisa me corte la piel y la realidad tome tonos más rudos de lo que parece, tengo la fortuna de percibir. Es sensacional sentir el ruido de la ciudad, conmoverse con el humo que sale de una taza de té, enfurecerse por una palabra o estallar a risas por un simple recuerdo. Qué suerte tengo al no ser fuerte... Qué suerte tengo de poder sentir.