Bogotá, 1998
(imágen tomada de:http://cerrosdebogota.org/joomla/images/stories/Historia/cronologiahistorica.pdf)
Cuando volvía de un viaje al exterior, comprendí por qué mi alma eligió nacer en esta ciudad. Es algo tan sutil que ni el turista, ni el extranjero logran sentir fácilmente; aun aquellos que viven durante toda su vida, tienden a pasar por alto el aura particular que envuelve este pueblito grande que llamamos ciudad.
No se trata de una ciudad lujosa, tampoco llena de tecnología... Muy a pesar de los que desean anclarla en un entorno internacional, está plagada de particularidades que poco o nada interesan al mundo occidental.
Cuando miro imágenes como la que puse en este post, me pregunto por el pasado de este lugar. Desde niño se me habló de un lugar mágico, el cual fue hóspito para españoles (y en general europeos) que no podían soportar las picaduras de los mosquitos, ni la extraña geografía de la selva. Hombres cuyo desconocimiento de biología y ecología los llevo a talar árboles de las montañas que nos protegen.
Los que nacimos acá, tenemos la tendencia de mirar al oriente cada vez que nos queremos ubicar. Mejor dicho, miramos los cerros y sabemos que ese es el oriente. Ignoramos que fueron habitados hace 15000 años y quizás, que en esa época, los amantes se envolvían en la hierba sin pudor, a mirar la llanura color esmeralda que les esperaba. Tal vez se parecían a los desquiciados que buscamos montañas artificiales de ladrillo, con la nostalgia del campesino que llevamos dentro, del indígena que clama por aves majestuosas y el colono que escapa desesperado del mundo civilizado.
No defniría este lugar como un destino turístico... Tiene una buena dosis de caos en el cual sabemos nadar a regañadientes los que llevamos un buen tiempo de nuestras vidas acá.
Es común ver retazos del pasado, o mejor, del presente que los "desarrollistas" se resisten a reconocer. Basta con caminar el centro para ver a un hombre con sombrero y ruana. No necesariamente es un hombre del campo, puede ser un vendedor de dulces, o un hombre pensionado... A lo mejor un hombre que ha vivido en el centro toda su vida. Este país, ha intentado negar desesperadamente su fuerte actividad agrícola y el legado que esta dio a nuestras costumbres ancestrales.
Si bien es patético el intento de algunos por parecer "más colombianos", es demasiado pretencioso el recorrido que tienen que hacer los publicistas para demostrar que ésta, es una gran ciudad. No es grande. Sin embargo es común encontrar gente de todo el país, pocos pueden decir que sus ancestros son bogotanos, y otra pequeña proporción puede decir que nació en Bogotá. Es común oír las críticas constantes a su clima, a su gente, a su existencia.
Uno camina y encuentra sólo dos parques de diversiones, en las vías principales muchos buses, edificios desesperados por crecer, estructuras de principios del siglo XX ávidas de restauración, montañas azuladas y gente con una característica única: la velocidad, son capaces de campear cualquier obstáculo (a veces de cualquier manera) por llegar a las 7:00AM a su lugar de trabajo. Sin embargo, quién tiene el lujo de la observación, si tiene la fortuna de distraerse, torna su rostro a una esquina y se encuentra con un día soleado y un color, que para efectos de brevedad, sobran las explicaciones.
Mi definición para este tipo de cuadros es "magia". Un día, hay un yo no sé qué y un yo no sé cómo que hacen que el cielo y un edificio combinen en un cuadro perfecto. Lamento que este post no tenga un hilo conductor, ni siquiera cronológico, pero me cuesta hablar de mi lugar de origen como si fuera algo no orgánico; de una manera un poco más objetiva.
Bogotá es una ciudad que cambió muy rápido... Nunca fue grande. Albergó tantas vidas cuyo escenario fue el patio de una casa gigante, o un edificio de cuatro pisos con ínfulas futuristas. Tránsitos vitales con escenas dispares, acaeciendo en parques universitarios o en antiguas casas coloniales testigos de un frío de décadas anteriores. Al ver la primera foto en el post, me pregunté ¿quiénes eran esos niños? Y fue inevitable que un sentimiento de distancia surgiera en mi corazón.
4 comentarios:
Tu descripción, tan llena de amor, me ha conmovido. He ido de tu mano por esa ciudad, viéndola con tus ojos. ¡Gracias por el magnífico viaje!. Ahora la guardaré también en mi corazón.
Tenía una gran amiga de esta ciudad. Estudiamos juntas en el instituto y esta entrada me ha hecho recordarla con muchísimo cariño. Gracias, Vicky.
la masa de una metropoli gigantesca con las preocupaciones de un pueblo pequeño. encantador relato y muy evocativo. dan ganas de ir y conocer. abrazos
Buenas tardes... Las contradicciones,
ésta mi ciudad, adorada,
cosmopolita y enigmática,
de todos y de nadie,
los que suben la desangran,
allí estará para darse a todos.
Gracias
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