Manuel era un niño que vivía en una familia clase media, con un padre de vestidos brillantes y una madre de palabras venenosas. Olvidado por todos, sufrió una fiebre casi letal y en los ojos de su hermana encontró un amor profundo que lo acompañaría hasta el final. Desarrolló un gusto por pintar sus mundos interiores en las paredes. Y Juana, su hermana, desarrolló gusto por hacerlo cumplir sus sueños.
Un día Juana desapareció misteriosamente. Los años pasaron y comprendió que debía ir a buscarla. Descubre que está en Japón ejerciendo la prostitución. Le ofrecen viajar a cambio de transportar "un encargo".
Juana comenzó haciendo las tareas de sus compañeros para costear los libros de Manuel. Luego fingió ser enfermera. Debía cuidar al señor Echenoz, un anciano aterrizado que le dijo, lo que pocos amigos le dirían a una mujer joven: que usara el poder que poseía, superior al dinero: el sexo.
Juana inicia su camino de la prostitución. Logra llegar a una agencia dirigida por una exreina de belleza. Seduce a un funcionario de la presidencia de la república. Cambia su benefactor por un cargo más alto: el Secretario del Presidente. Establece relaciones con magistrados y agentes del DAS. Dadas las íntimas relaciones del poder con el narcotráfico, el Secretario del Presidente se vuelve la cortina de humo para no evidenciar la podredumbre del gobierno y ella, una ficha más a quien atrapar.
Entonces Juana decide fugarse a Japón, en donde las prostitutas obtienen menos de lo que trabajan: es una trata de personas. Un escolta iraní decide pagar la deuda de Juana y la lleva a su país, lugar poco apto para mujeres. Allí tiene un hijo pero está atrapada entre velos y costumbres.
El cónsul logra viajar al lugar y brindarle una visa. Le permite escapar para cumplir el sueño de su hermano, volverla a ver. Dado que su hermano nunca se enteró de los logros del cónsul, decide suicidarse en la celda, convencido que nunca la vería y atemorizado por la condena inminente: la pena de muerte.
Juana, una pragmática del poder, pide 4 millones de dólares por su hermano al gobierno Tailándes. Eso después que uno de los hombres involucrados confesara que Manuel no tenía nada que ver. Llena de tatuajes cautiva al cónsul y desaparece.
La historia se cuenta a tres voces, la de Manuel quien relata cómo llegó a estar en esa celda. El otro lado de la historia lo cuenta Juana. Y el intermediario es el cónsul, una especie de héroe compasivo. De los dos libros que he leído de Gamboa, puedo afirmar que tiende a tener una escritura limpia, se logra vislumbrar una preocupación por la estructura del mismo. Los elementos temáticos comunes involucran a Bogotá, como centro de las historias y un ansia por el mundo: la zona desconocida.
Me gustó la visión de Juana, como una mujer dispuesta a usar sin ningún remordimiento el poder que tenía para lograr lo que deseaba.
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