Según él, fumaba para aliviar la tensión que le causaban los pantalones apretados. Y a diferencia de los universitarios que se escondían de las miradas conocidas, él había crecido en esa calle y desde que la memoria le funciona, ha cantado para hombres con cadenas de oro y borrachas con la lívido encendida.
A simple vista un mequetrefe, pero otros coros cantarían si la gente conociera su historia. Perdió la virginidad tras bambalinas bajo una imagen de la virgen de Guadalupe con una señora de cincuenta que decía ser la reencarnación de Marlyn Monroe. A pesar de trabajar noche tras noche (sin parar), es poco lo que duerme en los días. Le gusta ir a los centros comerciales setenteros y jugar videojuegos. Así transcurren los días: entre maquinitas de carros, trompetistas, guitarristas y tequila.
Es inevitable mantener la cordura en una profesión que requiere de carisma y licor. Procura no pasar de tres copas. Cuando lo hace suele ponerse alegre y dicharachero, y a menudo se sienta en las piernas del guitarrista.
Debo corregir algo en esta historia. No perdió su virginidad bajo un cuadro de la virgen de Guadalupe. Lo hizo con una niña punk que conoció a sus quince años. Olía a comino, según ella, porque sólo comía platos naturales. Y precisamente, su primer beso, supo a baterías, guitarras eléctricas y cilantro. Entonces él le tocaba la cintura que ondeaba como una serpiente... Y la quiso capturar en el Parque de los Hippies. Tras entrar a la universidad ¿quién saldría con un mariachi? Un día cualquiera, ella decidió no volver a responder el teléfono rojo y pesado de los años noventa.
Por eso él tiene los ojos vidriosos y un par de cenizas le queman la solapa.
-¡Jueputa!- Exclama mientras camina calle abajo, hacia el Parque de los Hippies.
Ya mañana en la mañana se llenará esta calle de bogotanos encorbatados.
Ya mañana en la mañana se llenará esta calle de bogotanos encorbatados.
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