sábado, 9 de julio de 2016

La Muerte de Alec - Darío Jaramillo Agudelo (47/50)



A través de un lenguaje simple, con constantes referencias a la filosofía y a la literatura, con un narrador que cuenta la historia segunda persona singular, en lo que se supone es una carta a un amigo, se cuenta la historia de cómo murió Alec. Más que un texto anecdótico, pretende unir los cabos, hacer de los hechos narrados, literatura.

El narrador le cuenta a su amigo, que las palabras de Madame Rur, fueron presagio ineludible para la muerte de su gran amigo, Alec. Los sucesos les ocurren a un grupo de compañeros que viven San Francisco. Es constante la referencia al color champaña del sol California (lo cual despertó en mí un deseo de conocer dicha ciudad).

Buddy es un fontanero con un carro viejo y siempre está feliz. Él cree fervorosamente en Madame Rur, una especie de bruja que se instala en San Francisco, una pequeña ciudad en un país altamente industrializado. El personaje al que va dirigida la carta, al ser invitado mostró su escepticismo a la pitonisa. Ella, quién sabe si a manera de venganza o simplemente ejerciendo su profesión, le vaticinó que un amigo cercano moriría pronto.

Por esos días conocía a Alec, un ex soldado, ahora fotógrafo, amante de la literatura. El grupo de amigos, coincidía en su pasión por las letras. El narrador indica que en una noche leyeron juntos y en voz alta  "Cien Años de Soledad". 

La amistad se consolidó, al punto que el que recibiría la carta, decide trastearse a vivir con Alec. Tras una precisa elucubración sobre el destino, el racionalismo, la carga probatoria y la aparente futilidad del escepticismo, se desenvuelve la historia.

Están remando en un río, en una barca, una amiga colombiana y buddy, en la otra, Alec y el receptor del mensaje. Cuando la segunda barca bordea una roca, se choca, entonces, a pesar de buscarlo, descubren que ha muerto Alec. No obstante, nunca logran hallar el cuerpo.

El texto se basa en una recapitulación de sucesos supuestamente ocurridos. Hace constantes divagaciones sobre el racionalismo, la literatura y el destino. Antes de desenvolver la historia, se hace una meditación sobre el agua como la matriz de la vida, el semen de la tierra, el corazón de la intuición y en este caso, el elemento de la muerte. 

Me gusta particularmente el tono del libro, es sencillo, cuenta una historia interesante y divaga sobre temas académicos, con cierta ligereza. Me recuerda el tono de autores como Héctor Abad Facciolince y Santiago Gamboa, quizás haya sido su padre literario.

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