Señalado como uno de los libros insignes de la literatura inglesa, se desconoce su autor; sin embargo, se puede especular por las asociaciones con Dios que lo pudo haber hecho alguien de fe cristiana.
Beowulf es un guerrero que arriba donde los daneses, se identifica y resulta que su ascendencia, resulta un excelente referente. Es hijo de Edgetho, un famoso soldado, cuya vida duró varios inviernos. Es acogido por el rey Hrothgar.
Su presencia era más que necesaria: El pueblo anfitrión habìa sido aterrorizado por el Grendel. Un ser que no ha perdido oportunidad para aniquilar soldados mientras duermen.
Una vez Beowulf acompaña a las tropas de Geats, en uno de los acostumbrados ataques del ser mítico, Se desata una batalla entre el héroe y el Grendel. Finalmente, vence el hijo de Edgetho. Grendel huye malherido y deja huellas de sangre en su recorrido.
Hrothgar celebra con sus súbditos el fin del yugo que los azotó. Sin sospecharlo, convocaron la furia de la madre del Grendel, quien asesina al soldado más apreciado del rey.
Acompañado de guerreros, Beowulf se dirige al lago incandescente que habita la madre del Grendel. Es conducido a la profundidad del mismo (aquí uno se pregunta ¿cómo respira?) y gracias a su armadura no perece, y gracias a que logra tomar una espada esculpida por gigantes, derrota a la criatura.
Tras su hazaña, se convierte en rey; sin embargo, las aventuras no terminan allí. Había un dragón que habitaba en una torre de piedra, apegado a su tesoro. Un sirviente por necesidad roba el apreciado botín y desata la ira de la bestia, quien vuelve a atacar a la ya sufrida población.
El sirviente presionado por la gente y el dragón, les indica el camino hacia la guarida del dragón. El rey, hijo de Edgetho, valientemente se adentra en el hogar de su enemigo. Esta vez, el enemigo es más grande que el valor y lo calcina con su aliento.
A pesar de haber luchado con Wiglaf ante el dragón y vencerlo, Beowulf pierde la batalla contra la muerte. Sin embargo, eso no impide que el pueblo danés tenga un nuevo líder en Wiglaf, el único valiente que acompañó al rey hasta las últimas consecuencias.
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