martes, 2 de octubre de 2012

La flor del viento

Ninguna flor era digna para ella, pensaba él. Sus ojos color avellana reflejaban el cielo y hacían del atardecer escarlata un dulce terranova. Ninguna flor era digna para esa aura que la rodeaba, ese halo lleno de una fuerza inexplicable: sensual, peligrosa, dulce y trascendente. Ninguna planta, ningún regalo.

A las 3 se encontrarían frente al reloj de uno de esos parques de barrio, solo y misterioso, típicos en Bogotá. A medida que se aproximaba la mujer de sus sueños, vio un diente de león, en el punto justo para soplarlo, como ella. Era perfecto: geométrico, sutil, mágico... Trascendente. Lo arrancó rápidamente... Y sucedió lo impensable, la mujer de las curvas severas cayó de rodillas, clavó su mirada en el suelo y terminó de desplomarse en ese caminito de concreto. Él corrió desesperado a socorrerla ¿cómo podría ser el destino tan cruel? Mientras la veía agonizar en sus brazos, su amada dirigió la vista a su mano izquierda: la flor.

El viento soplaba suave... Lento, como suele suceder en las tardes templadas de Bogotá. Un diente de león partía.

3 comentarios:

Elena P.G. dijo...

Dandelion!!!!!!: la flor de los deseos, según los irlandeses, también representa lo efímero y la fragilidad de la vida.

JP dijo...

Aunque no me gustó el final, amo estas historias cortas.

Vía Morouzos dijo...

Desde niña siempre me gustó soplar esas bolitas blancas y verlas volar con el viento...