sábado, 21 de mayo de 2016

Fricción


Fotografía: Robert Doisneau

El rechinar de la tiza en el tablero, le destemplaba los dientes. El desplazamiento del peine sobre el cabello, le quebraba las puntas y hacía que odiara a su mamá. Le tenía alergia a las bufandas. En los buses, la masa humana de Bogotá, la empujaba y acorralaba en un rincón. Su vida era una tragedia.

Se volvió una adolescente que vestía de negro. Ensimismada detestaba el roce de los mundos: Un saludo, una mirada tierna o una palabra ocasional. Su mirada felina se levantaba en contra de las amabilidades que percibía falsas. Los trabajos en grupo le resultaban un flagelo.

Camino a la universidad, cayó por las escaleras que conducían a la estación de bus. Un hombre de negro la miró con desprecio y luego la ignoró. Humillada, se lanzó con las uñas afiladas al cuello del desconocido. Minutos después los cuerpos desnudos habrían de descubrir el sentido artístico de la fricción. Flagelos múltiples y ojos felinos que se cierran de ¿dolor?

2 comentarios:

CrisC dijo...

Vestía de negro para no rozarse con la Vida que era lo que en realidad deseaba, y al final descubre que incluso en las uñas habita el arte y un ansia de fricción (de vivir).

Vicky dijo...

CrisC vestía con piel de felino para cazar a quien se mostrara dócil. Pero hasta las bestias necesitan el principio de la fricción, para vivir o para gemir.