miércoles, 26 de diciembre de 2018

Todos Marineros

Todos somos marineros,
que encuentran soledad entre conocidos
y compañía en puertos distantes.

Somos la espalda desnuda,
que alguien recuerde como un salvavidas,
en una vida llena de voracidad.

Todos somos marineros,
que escuchan sirenas y se entregan
al desespero.
Que dejan lo poco que tienen,
por una promesa que es amenaza.

Somos el hombre que aún amando,
extraña el mar.
La nostalgia de saberse libre,
ante el peligro de no volver.

Todos somos marineros,
que conocen el norte por las estrellas,
y el sur, por los besos que dejaron.

Somos el hambre de buscar a otros,
y la angustia de no encontrarnos
en la multitud.

Todos somos marineros,
que un día quieren creer
que mañana no habrá que escapar.

Somos el hombre que abre la puerta
y con sonidos de gaviota,
se entrega de nuevo al mar.

sábado, 8 de diciembre de 2018

María: La Mujer Panóptico

Las cosas sucedieron sin que ella lo planeara. Estaba esperando en la esquina donde otrora mataron a Gaitán cuando un soldado impertinente le dijo que se quitara de su camino. Ella, una revolucionaria en potencia, comenzó a gritar arengas extraídas desde lo más profundo de las angustias de Marx. Él, acostumbrado a que a la voz de mando no se desobedece, la metió a un camión y se la llevó por toda la ciudad.

Tras seis horas de delirio, el soldado notó unos chillidos de gato. Abrió las puertas y la vio acurrucada. Se compuso y se le lanzó como un felino infectado de rabia. Terminaron tendidos en la hierba de las montañas, compartiendo un ponqué y contándose la vida. Él le dijo que debía trabajar duro para mantener a su madre divorciada y a ella le brillaron los ojos porque sabía lo que significaba crecer como una paria entre monjas que no aceptaban que su madre, hubiera preferido la soledad en vez del maltrato de su esposo.

Al día siguiente, no pudo besar a Simón a pesar de que aún lo amaba. Sus tardes en los cafés leyendo panfletos sobre la China de Mao o la Rusia de Stalin, forjaron un noviazgo que entrañaba camaradería. De barba descuidada y cabello medio largo, le había enseñado a hacer el amor como en las guerras civiles: Rápido y con fuerza. Pero algo en ella había cambiado.

Los amaba a los dos. Le causaba excitación sentirse en dos mundos distintos. Quizás sería la misma  experiencia de un carcelero, cuando desde el panóptico miraba las vidas de todos los presos con sólo mover la cabeza de un ángulo a otro.

Pasaron los días y alternaba dos corazones, dos cuerpos y dos almas. El soldado la llamó y con su acostumbrado tono marcial le dijo "tengo algo importante qué hacer". Minutos después, la llamó el estudiante rebelde y con su acostumbrado tono juguetón le dijo "voy a cambiarte el país". Los reconoció a los dos en el noticiero: Uno el lado de una tanqueta de guerra y el otro, al interior del Palacio de Justicia. Justo en el momento más álgido, una tal ministra puso un partido de fútbol.

Fue a dos funerales, lloró a dos novios, le regalaron dos diarios y le dolieron dos países.






lunes, 12 de noviembre de 2018

Bogotá la Aterradora

De niño recuerdo que había un terror que no todos tienen: El miedo al lugar donde vivía. Y aunque parezca una fábula de terror, con los años no me he sentido más seguro. 

A diario, con mi madre atravesábamos un “distrito salvaje” lleno de serpientes de cemento, invadidas a su vez de buses que expulsaban bocanadas de humo y contagiaban el cielo de partículas de smog. Generalmente era sucia, en donde se caminara había papeles en el suelo. Se veían habitantes de calle devorados por drogas (muy económicas en Colombia) y extremadamente sucios. A veces enfermos e infestados por microorganismos sacados de alguna tumba egipcia.

Entonces, era una ciudad gris, que conservaba la arquitectura de los años 70: Robusta, de ventanas pequeñas y empapada del aire viciado. Los buses pasaban por encima de los separadores y los taxis conducían como si quisieran matar a los peatones. Las profesiones más populares eran la de médico y la de abogado, estos últimos, de trajes verdosos y adictos al tinto, que les volvía los dientes amarillos.

Las políticas de prevención contra el tabaquismo no habían llegado lejos, y como en las películas de Wong Kar Wai, se veían oficinas llenas de virutas blancas, desenvolviéndose lentamente en el espacio. Los bogotanos aún hoy, están contra el tiempo y de mal humor. Nadie se detenía a mirar el cielo, ni a contemplar el poniente, ni a oír los sonidos del cerro. “La modernidad” modeló una ciudad, bendecida con montañas inmensas pero atrapada en un ritmo de vida enfermizo. 

Nunca pensé que esa ciudad no era más que el reflejo de una historia profundamente accidentada, con raíces en el autoritarismo y la desigualdad, además de una guerra que parecía que nunca iba a acabar. Sus calles sin zonas verdes, eran el espejo de la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, que en un acto de barbarie y egoismo, negó el proyecto urbanístico de Le Corbusier. En su lugar hizo un aeropuerto y una gran autopista pero se le olvidó que las ciudades también son para caminar.

Aún quedan retazos de ese urbanismo naturalilsta de la primera mitad del siglo XX, por ejemplo El Park Way de Conrad Bruner. Y precisamente ese espíritu se tradujo en impulsos como los de Rogelio Salmona, con sus torres del parque y su opus magnum: La bibllioteca Virgilio Barco.

¿Y por qué negarlo? La fuga de la clase alta hacia el norte de la ciudad ha dejado joyas arquitectónicas. Pues en su afán por no mezclarse con el resto de la plebe, la alcurnia dejó llena de casas inglesas y de mansiones, barrios como Teusaquillo y Bosque Izquierdo, donde hoy ancianos renuentes a arrendar sus habitaciones, viven pobremente en el centro de una gran morada.

Apartados estaban los suburbios, donde la gente menos favorecida económicamente le rezaba a sus vírgenes y árcangeles (quizás la inspiración principal de Dulce Compañía de Laura Restrepo) y adentro la catástrofe, de una sociedad religiosa, que debajo de cuerda enaltecía a las putas, a los maricas y a los desadaptados, porque en elfondo, todos lo éramos.

Caminar siempre fue difícil. Luego comencé a amarlo. No sé cuánto dure en este lindo infierno, mi infierno. Pero espero la ciudad no me devore en sus fauces inmensas y violentas. Que por el contrario, me expulse con dulzura, que me libre de ella.

A pesar del pasar de los años y de brindar una mayor importancia al urbanismo, resulta aún una ciudad agreste incapaz de pensarse para niños y para ancianos. Caminarla es oír el bramido de los buses, es recordar que no tiene metro por los malabares del clientelismo, es entender que es compleja, como los bogotanos mismos.





lunes, 22 de octubre de 2018

Seres Diminutos



Hay seres grandes que cambian la historia, metrónomos de su era, faros de academias prestigiosas, cuentistas de grandes historias, mártires que dividen las religiones y soñadores que con una fuerza inexplicable, moldean generaciones. Y existimos los diminutos: Ingenieros fracasados, secretarios de despachos inundados de soledad, asistentes de viejos verdes, vendedores de golosinas, enfermos desconocidos y discapacitados retraídos en habitaciones blancas.

Por eso me conmueve la escritura, precisamente porque habla de nosotros. Y es que hay personajes que con sus singularidades humanizan el mundo y se enfrentan a las sucias convenciones que separan a nuestra especie. Nunca he de olvidar a una mujer que vendía dulces en plena calle al lado de un carrito y con una de sus manos sujetaba un libro de poesía erótica. Tampoco puedo pasar por alto la alta capacidad técnica para arreglar relojes de la secretaría del grupo donde trabajo, otrora miembro del grupo de mantenimiento de cronómetros de hidrología. Y mi amado Pessoa no se puede quedar atrás, que como yo, pensaba que se quedaría atrapado en una calle siendo bibliotecario, durante toda la eternidad.

¿Cuál es mi particularidad? Bien, es una intimidad. La descubrí a los 12 años, cuando mi hermano mayor abandonó la casa. Comencé a imitar sus gestos, adopté su timidez, intenté seguir sus pasos y caminar a lo largo de su biografía. Fracasé, porque soy un ser muy distinto. Y así me ha sucedido con otras personas, con compañeros que no conocí muy bien, que se fueron y triunfaron. Es extraño lo que hago, casi como en un ritual, a veces recorro los lugares en donde estuvieron, a ver si atrapo algo de su esencia. A ver si se quedó en el aire un poco de ellos. 

Los espacios me taladran los sentidos. Los ruidos, el sonido de la calle y el aroma de las ciudades. Una suerte de inevitabilidad que me destroza la calma, considerando lo caótica que puede ser Bogotá. Y no es una actitud poética o una metáfora. Ya desde niño, al entrar a mi colegio construido a principios del siglo XX, sentía una nostalgia profunda y ajena, algo difícil de explicar. Bastaba con que mi mamá me hablara de su infancia en el campo, para imaginar y sentir la puesta de sol; hacer de su tristeza, la mía.

Esa capacidad de desdoblarme y ser otros, a menudo me ha pasado cuenta de cobro. Me desequilibra con mucha frecuencia. Una psicóloga con una risa entrecortada, me dijo que era una graciosa coincidencia que hubiera estudiado una profesión relacionada con el ambiente. Pero los estudios que profundizan la relación entre las condiciones ambientales y las emociones humanas (por ejemplo, los que se han dedicado a revisar la relación entre depresión y la caminabilidad de las ciudades), son de vanguardia. Yo tan sólo soy un tercermundista que no entiende muy bien por qué cuando una moto pasa a alta velocidad, le gusta imaginarse una historia de amor en medio de la autopista.

martes, 16 de octubre de 2018

Uno en Mil Hombres

Mario Mendoza decía que en su habitación también estaban esas versiones suyas que vivieron otra vida ¿quién podría ser yo?

Podría ser el biólogo, que no pude llegar a ser porque en un juego del destino, mi aplicación no llegó a la universidad de destino. Quizás estaría vendiendo galletas en una tienda de barrio, con un cartón adolorido, pidiéndome a gritos que suba a los glaciares a investigar al águila de páramo o a los frailejones que se mueren o al oso que camina lento o a la serpiente que se desliza sobre las rocas.

Otra versión mía, quizás calzaría botas de fibras de palma y mendigaría a las siluetas de los árboles un buen cuadro que vender en el centro de la ciudad. De no ser porque me enfrenté al decano de la facultad de artes de la Universidad Nacional, quizás, sólo quizás, entendería en qué pensaban las mujeres de Degas.

¿Y si hubiera amado los libros más joven? ¿Y si hubiera bebido autores antes de la mayoría de edad? ¿Y si hubiera bebido otras voces? Quizás estaría en un pequeño recinto, de muchachitos alternativos, con la típica barriga de quienes se acercan a los 30. Pidiéndoles que entiendan la diferencia entre el realismo y el surrealismo. Suplicando limosnas, leyendo en las noches y amando las madrugadas. Embriagado los fines de semana. Tendido con sacos de lana, motosos por el uso y recostado, suplicándole a Barbajacob, que me lleve al corazón de la naturaleza.

¿Profesor de idiomas? Parecía que estaba escrito en la palma de mis manos cuando descubrí la facilidad que tenía para aprenderlos a mis 15 años. Andaría en bicicleta, haría canciones para adultos mediocres que detestarían tanto la clase como yo. Me metería a pirámides financieras buscando abandonar cocinas viejas y habitaciones arrendadas de a peso. Y haría el amor con personas que no podrían descifrar las cosas que digo mientras duermo.

¿Y si me hubiera arriesgado con Paulo o con Mauricio? ¿Sería feliz? ¿Sería un hombre feliz? ¿Sería un hombre? ¿Sería uno en mil hombres? ¿Quizás sería, mil hombres en uno?

De niño quería ser mago, manipular los elementos, volar (para escapar de las golpizas de mi papá), mutar, transmigrar, evolucionar y retornar. Lo cierto es que la magia no la he encontrado en varitas, ni en secretas invocaciones. A menudo pienso que la magia surge cuando uno menos la espera; como un cazador al acecho, que espera que su presa se despite ¿Sería presa o sería mago? 






miércoles, 10 de octubre de 2018

Escribir

Escribir es desdoblarse vulnerablemente 
al abrigo de desconocidos.

Es perderse y reconocerlo;
confesarse ante el público,
es arriesgarse
y volver a casa ileso.

Escribir es contraerse objetivamente,
exponerse a hacerlo bien.
Es ser juzgado,
ignorado,
entendido
y olvidado.

Es cristalizar las aves en movimiento,
hacer de los vivos colores unos cuantos signos,
es atrapar el desengaño
y a veces,
retar a la razón.

Escribir es ser libre,
en reglones de gramáticas inflexibles.
Es reconocerse de una lengua
y una cultura que a nadie le importan.
Es amarse sin que nadie lo note.

martes, 2 de octubre de 2018

Cumplir Años, Romper Mitos

De niño pensaba que de adulto las cosas eran más claras. Ahora siento que la vida es un tren que no se detiene y que de estación en estación, se sube una pregunta. Escribo desde Medellín, una ciudad que nunca me importó, con una profesión que en los noventas nunca escuché. Desde el lugar donde vivió mi bisabuelo al que nunca conocí y el que nunca a mi abuela reconoció.

Me he convertido en un adulto que debe trabajar incansablemente y migrar de hotel en hotel, observando con desencanto la fealdad de las ciudades de Colombia y el vacío de los humanos. Moteluchos, conductores de bus tendidos en los edificios calcinados por la humedad del trópico, putas como las de García Márquez y niños vulnerables, como los de Lorca.

Los colombianos sonreímos como código social pero en el fondo de los dientes se inocula una lúgubre vida. Cientos de cuartos blancos y solitarios, decenas de calles sucias, secretos, inseguridades y una dejadez parecida a la descomposición de la materia orgánica en la ciénaga.

Hay un mito implícito en la esperanza humana: Que todos los humanos mejoramos nuestra condición. Y ahora veo que no, que simplemente cambiamos de óptica. De madrugada medito, con el paso de los días me he sentido mejor. Quizás mi hogar no es este. Quizás no pertenezco a esta gente y a este lugar.

Quizás, quizás, quizás.

miércoles, 29 de agosto de 2018

Español, Oh, Bárbara Lengua.

A menudo me he preguntado de qué me ha servido el español. Si bien el argumento sentimental que indica que es la lengua desde la que he amado, ayuda a reivindicarlo un poco, sus usos prácticos los percibo limitados. Algún antropólogo diría que sirve para ir a una plaza y pedir comida, o para comunicarse con vecinos malencarados. Pero más allá de esas ingenuidades bienintencionadas, el español no es que sirva de mucho.

Las mejores universidades del mundo hablan inglés. Para tan siquiera soñar con ingresar a una de ellas, los hispanohablantes debemos presentar regularmente evaluaciones para demostrar que dominamos la lengua de los anglosajones. Los exámenes tienen la módica suma de aproximadamente 200 US y tienen una vigencia de 2 años. A lo largo de mi vida, hablar español me ha costado presentarlos casi 3 veces; es decir, he invertido aproximadamente 600 US para obtener un par de certificados. Y en sentido inverso ¿quién invierte en aprender español? ¿A quién se lo exigen para cruzar una frontera?

Las cosas no se reducen a universidades o institutos prestigiosos, la ciencia se escribe en su mayoría en inglés. Los humanistas a menudo protestan porque también hay revistas de buena reputación en la lengua de Cervantes pero la verdad es que no trascienden mucho. Basta ver las bases de datos para comprender que de 10 sólidos buscadores de artículos científicos, quizás uno sea en español. Sin hacer hincapié que Corea del Sur publica más artículos que casi todo el mundo hispánico reunido.

Si bien la lengua ibérica se dice que suena hermoso, que está de moda, que es la segunda más hablada después del mandarín, su presencia se reduce a naciones que en su mayoría tienen bajos índices de desarrollo humano. Es decir, viajar y conocer culturas sin la presión lingüística a menudo implica estar encerrado en la burbuja latina de corrupción, falta de planeación, miseria y populismo.

Los defensores acérrimos podrían elaborar una hermosa descripción del idioma con el que Horacio Quiroga describía a los seres de la selva; resaltar la riqueza de colores que adquirió cuando el trópico salvaje la obligó a describir el embrujo de otras latitudes; elucubrar sobre las cicatrices que lleva de diásporas norafricanas, nativo americanas y europeas; profundizar en los pensadores que la llevaron como una bandera hasta la tumba o dar vueltas sobre sus descripciones coloniales acerca de la geografía del mundo. Lo cierto es que el castellano, es como una reina de belleza que se ve bien durante todo el concurso hasta que le hacen preguntas difíciles, por excelencia es una lengua barroca y complicada pero nada trascendental.

Más allá de su sonido que mezcla la estridencia y la suavidad, el español ha adquirido de manera paradógica el lánguido semblante del Quijote. Cervantes describía el destino de su lengua sin saberlo. Ingresa a los Estados Unidos por las cocinas y a través de las uñas llenas de tierra; se dispersa en la selvas detrás de un rifle con nostalgia colonial; se esfuma lentamente en sujetos birraciales y le declara la guerra a potencias mundiales, como los bárbaros lo hacían con Roma.

Los que hablamos español, somos la periferia.


lunes, 6 de agosto de 2018

Ada, or Ardor - Vladimir Nabokov (21/100)

Staged in a parallel reality called "Antiterra",  Ada or Ardor is a novel by Vladimir Nabokov. It tells the story of two children related by the passion of their ancestry. Van Veen and Ada go further when they decide to trespass the conventions of erotism. They explore each other in Ardor in spite of the curiosity of Lucette, the little sister of Ada.

She is a lover of botany and he is a lover of literature. Both build through the chapters a relationship seasoned by complicity. While they grow up, they have to face the dark side of love. Ada confess she has been with other men; hence, hurt Van abandons the paradise and lives an erotic relationship with a woman in Manhattan. Her sister lives an ordinary life confined to boring jobs and to escort her father.

Distance is the measure of loneliness. Van realizes who his real love is. Both souls gather again but destiny prepares another obstacle for passion. Demon Veen realizes about the real state of the relationship of his children. Van understands inexorability of destiny and separates from Ada, again.

As a result of the games of Ada, Van and Lucette, the little sister falls in love with the boy. This feeling boils in her soul until the lonely Van rejects her during a trip. She suicides. Afterwards, because of a confusion Van is killed by a foreigner. An entire chapter is dedicated to explain time. Then, Van finds Ada again and Lucette has enormous debts.

The two lovers finally spend their last days moving from one villa to another. Violette writes Van memoirs, even detailed descriptions about his sexual sunset.

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The author creates a parallel world and an ethical issue (incest) in order to allow the reader to focus just in fiction. An association with any real topic perhaps would dilute the quality of the storyline into philosophical argument.

It is not common detailed descriptions in the artwork of Nabokov. Opposed to the common evolution of authors that starts from complex structures to simpler expression, this author chooses a complex, multilingual, detailed and merry style. In fact, the book is very large and sometimes as reader I perceive the narrator deviates to trivial statements.

However, high quality atmosphere constructions may be appreciated through the novel. From Ardor that captures innoncence and erotism to the mental hospitals where the Durmanov sisters die. Villas where the couple spends their last years may be peaceful like the rythm of this book.

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I think the best part of the book is when Lucette suicides. I can not explain the feeling that caught me: I was astonished and embarrassed for her.  



domingo, 5 de agosto de 2018

Pesa sueños

Tras una semana llena de complicaciones, decidí hacer una siesta. Mientras soñaba me veía a mí mismo en la cama, estiraba un brazo y escribía en el techo "Dios existe". No me sentí ofendido porque una parte de mí aún tuviera reminiscencias de mis creencias. Me pareció algo dulce. El Dios que me enseñó mi madre, no era el sujeto tormentoso e histérico, era dulce, amigable, tierno, misterioso y a menudo más maduro que la sociedad agreste donde vivía.

Me levanté con una sensación dulce. Su existencia o su desvanecencia dejó de preocuparme hace años. Su desaparición fue casi forzada en mi vida, frente a un catolicismo exegético e hipócrita, obsesionado con la tributación de sus fieles. Ser gay empeoró las cosas, Dios y nosotros éramos polos opuestos. Con los años se convirtió en una farsa que los seres más oscuros defendían.

Me resulta divertido imaginar los múltiples rostros del Dios que hemos creado los humanos. Es el mismo que acompaña a los banqueros a ocultar sus delitos financieros, así como ampara a una transexual a caminar las calles de Bogotá a media noche. Habita suburbios, llenos de sirenas de policía o salones de batallones que albergan desamparados, parejas adúlteras con cruces colgándoles del cuello. 

Es un Dios que susurra en carreteras desiertas cuando los autos fallas, que hace figuritas divinas en casitas pobres y que escucha a las personas que están desesperadas. Hay algo lindo en el concepto de Dios, lo reconozco. Y es que es ese otro yo que siempre está disponible para las personas más vulnerables. Qué humano es.

domingo, 22 de julio de 2018

Schonbrunn

Estaba caminando hacia Stephanplatz en la madrugada. Mi dejo latinoamericano hacía que me levantara a las cinco de la mañana en un continente que comienza sus actividades a las nueve. Evidentemente, todos los locales estaban cerrados y mi objetivo, la casa de Mozart, no era la excepción.

Caminé algunas cuadras y me fui alejando del museo. Caí en cuenta que Viena estaba llena de estatuas de cuerpos humanos y que los techos siempre tenían el típico color verde del metal oxidado. Para mí, los colores que definen a Austria, son el verde y el dorado. Sólo entonces comprendí la necesidad de Klimt de pintar con oro. Lo dejé de ver como alguien ordinario y comprendí que obedecía a su contexto, esa necesidad.

A medida que me alejaba miraba los trenes con banderas LGBT y el sol destellaba. No sé cómo, ni por qué, llegué a un jardín inmenso. La energía era especial: Las personas yacían sin camisa sobre un prado verde intenso e inclusive los cuervos inmensos de dicha latitud, se veían tranquilos. Miré el lago y por unos instantes sentí una paz inmensa. Estaba lejos de mi origen: Del populismo latinoamericano, de la falta de civismo, de la ingenuidad, de la guerra, del machismo.

Es una paradoja que no haya presenciado el castillo y que me haya sentido en absoluta tranquilidad en la que en otras épocas fuera la plaza desde donde se planeaban las mayores intrigas europeas. Desde donde salió un archiduque para luego ser asesinado e iniciar la primera guerra mundial.

No he podido borrar el color del lago de Schonbrunn de mi mente, ni mi último día en Viena. Cuando pienso en él, me consuelo a mí mismo y me digo que la paz sí existe pero en otro lugar.

jueves, 12 de julio de 2018

Perderse en el Sur

Perderse en el sur de Bogotá es recordar los contrastes del país. Significa ir en un pequeño colectivo azul, que a tumbos se abre camino en un ambiente agreste. Y también implica mirar a través de los cristales, arquitecturas coloridas y muchos parques con canchas llenas de grafitis. 

Es como viajar a los intestinos y ver la humanidad desnuda: La basura al lado de los sujetos que la sociedad considera residuales. Significa sentir la ansiedad de paisajes desconocidos, ver a los pasajeros con prendas baratas que imitan modas de otra época.

Puertas que se abren, puertas que se cierran. Mujeres con niños en los brazos que miro con cariño y con tristeza. Pues son universales, quizás lo único que hay. Pero a pesar de ello se escabullen en una sociedad que ya les puso un sello en la cara, un signo invisible que determina si son del linaje de Caín o de Abel.

Perderse en el sur es ver humildes conjuntos y tienditas de barrio, puestos de lotería y hierba crecida en las esquinas. Es ver operarios y jovencitos desempleados. Es ver remolques abandonados con caras gigantes de payasos tristes que otrora interpretaron un acto mediocre que hizo reír a un niño que no tenía qué comer.

Ir al sur es recordar por qué me quiero ir. Porque siendo la nación del oro, del coltán, del carbón y del banano, no le alcanza para llenar las bocas, de los hijos de Caín.

Escabullirse en el sur es bajarse en una calle sin pavimentar, entrada la noche y caminar rápido porque se desconoce el próximo lugar donde encontrar transporte a casa. Y como bogotano desorientado, caminar hasta la frontera occidental, llena de ríos radiactivos gigantes que por su oscuridad parecen ocultar una bestia hambrienta.

Perderse en el sur, tan sur como Suramérica, es llegar a la frontera occidental donde sólo hay autos de carga pesada, oscuridad, inmensos campos, ríos titánicos y un peaje. Es voltear la cabeza e insultar al aire, al darse cuenta que por equivocar un punto cardinal, estás en el límite de una ciudad titánica que alberga a 8 millones de personas.

Perderse en el sur, es desesperadamente volver, atravesar barrios de parias que juegan fútbol, de mujeres abandonadas y machos dedicados a embarazar soledades. Es tomar transporte intermunicipal y casi como milagro, encontrar una línea del transporte urbano que lleve a casa. Esto, para dormir entre sábanas tibias, dar gracias por no estar en el borde angustiante de la ciudad, voltear la cara y recordar que de niño querías hacer una sociedad más justa para todos, ahora sólo quieres huir.




domingo, 27 de mayo de 2018

Lo que Está en Juego

"...Dicen que el mundo está vivo,
dicen que tiene un secreto..."

La Brújula Mágica

Colombia quizás esté saliendo de un conflicto que entre 1970 y 2010 dejó un saldo de 27 023 secuestros, 16 340 casos de asesinatos selectivos, 716 acciones bélicas, 5 138 ataques a bienes civiles, 95 atentados terroristas, 1 982 masacres, 25 007 desapariciones forzadas, 1 754 víctimas de violencia sexual, 4 744 046 víctimas de desplazamiento forzado, 10 189 víctimas de minas antipersona y 5 156 de reclutamiento ilícito (Centro Nacional de Memoria Histórica, 2012).

Para llegar a la paz o al proceso de desarme el gobierno debió enfrentarse a un plebiscito en el que 6.424.385 ciudadanos dijeron no querer un acuerdo de paz (Melgarejo). Hecho traumático para quienes creíamos fervientemente en la posibilidad del diálogo. Entonces, el presidente tomó la decisión de acudir a la democracia representativa e implementar los acuerdos de la Habana mediante el congreso de la república. Sin embargo, el antecedente del caudal electoral en contra de la paz infló los pechos de las huestes derechistas y ha hecho que bombardeen cualquier intento de reconciliación.

Para nadie es un secreto que Venezuela no está bien, con un dictador al poder y sin qué comer, Colombia registraba 470 000   en nuestro territorio en octubre de 2017  (Migración Colombia, 2017). Mi país se ha convertido en lo que muchos otros han sido para él: Un salva-vidas.

A nivel geopolítico dos noticias: El ingreso de Colombia a la OCDE y su firme intención en los próximos días de participar de la OTAN.

A nivel interno tiene el inmenso reto del posconflicto, se define el país que se construirá tras la caída del petróleo, los inmigrantes están en manos de la sabiduría de mi sociedad, la posibilidad de desarrollar un país científico e innovador será exclusivamente responsabilidad de un poder ejecutivo con visión.

Además de todas las sombras que no son pocas, Colombia es un país megadiverso, tiene dos océanos, tres cordilleras, riqueza de pisos térmicos, desiertos, selvas, glaciares, bosques, manglares y ríos por doquier. Tiene 65 lenguas indígenas y 2 lenguas criollas (Ministerio de Cultura), carbón, metales preciosos, caliza y piedras preciosas. En ella habitan afrocolombianos, indígenas, raizales, rom, mestizos, inmigrantes y en general, gente que quiere vivir.

Dentro de unos minutos se cerrarán las urnas. Las encuestas favorecían a un candidato de derecha, Iván Duque, apoyado por Álvaro Uribe, quien es defendido hasta el cansancio por sus seguidores a pesar de tener investigaciones en curso por su participación en el conflicto del lado de las fuerzas fascistas (paramilitarismo). En segundo lugar estaba Gustavo Petro quien abandonó su pasado como militante del grupo izquierdista M 19 para entregarse a la vida civil, fue senador y alcalde de Bogotá. El tercer lugar se lo llevaba Sergio Fajardo, exalcalde de Medellín y exgobernador de Antioquia, exprofesor de matemáticas y autodenominado como la fuerza del centro.

Esta vez lo que está en juego es mucho. Por lo menos más que lo que señalan las campañas incendiarias: Más que darle indultos a las Farc, más que sólo perseguir a los corruptos. De por medio está una nación con dos océanos, con islas, con montañas, con malogrados, con inconexos, con casitas de revistas y periódicos, llena de mis amigos y de mis enemigos. Está de por medio la calle que recorro todos los días, los cerros del oriente, el golpear de las olas del Caribe, las poblaciones maltratadas de Tumaco, la selva tropical más grande del mundo, las carimañolas de la costa, el chocolate de Bogotá, las marquezas, las empanadas del Charco, los hospitales abandonados de San Andrés, el segundo punto más lluvioso del planeta en el Chocó, los pueblos palenqueros, las comunidades indígenas de la Sierra Nevada, los niños famélicos de la Guajira, los comerciantes de San Victorino, los venezolanos, el fuego de las fogatas que se rehúsan a apagarse en el Cabo de la Vela y  la educación de los que aún se atreven a nacer aquí.



jueves, 24 de mayo de 2018

El Malogrado, Bernhard (20/100)

El libro trata una historia muy sencilla: Dos adolescentes estudian en una academia musical en Salzburgo y conocen a Glenn Gould que resulta ser un genio. A tal punto que se vuelve el mejor pianista del mundo, se refugia lejos de la civilización, se autoperfecciona y fallece.

El éxito de Gould le pesa al narrador pero sobretodo a Wetheimer, quien parece cargar con la herida de nunca haber sido un virtuoso. En su lugar, se dedica a las "ciencias del espíritu". Somete a su hermana a leerle, la desacredita. Ella un día se casa y lo abandona. Invita a sus amigos de colegio a la casa, hace una gran celebración, intenta tocar piano, pero nadie quiere oírlo. Tiempo después va a un lugar contiguo a la casa de su hermana y se suicida.

Ni más, ni menos. Una persona que oscila entre la admiración, el autoflagelo y la envidia.

No obstante el autor considera acertado extender la descripción de manera imparable: Describir cómo un intelectual odia su intelecto, cómo todos odian a la gente de Salzburgo, hacer hincapié en la unicidad de los individuos, los extenuantes viajes a Austria, a Viena, a Zizers, que si el camino a tal parte fue mejor que hacia tal otra. 

Sentí que se intentó llenar de apabullante intelectualidad y detalles, una historia que pudo ser interesante. Lo lamento, no me gustó el libro.

martes, 22 de mayo de 2018

El Libro de la Almohada - Sei Shonagon (19/100)

En el siglo X una cortesana de la emperatriz dejó un libro a manera de memoria de lo que vivía. La obra describe hechos cotidianos interpretados por la autora, en eso consiste un diario personal . Lo que llama la atención es que es una mujer que entonces pertenecía a la alcurnia japonesa, sabía escribir y leer entonces describía un mundo desconocido para mí.

Lo primero que me llamó la atención fueron sus descripciones detalladas y a veces excesivas sobre los elementos que consideraba hermosos: Ciertos árboles, ciertos trajes y ciertos pájaros. Esta  forma de recrear, desde mi punto de vista, ha venido cayendo en desuso. En los libros que he venido leyendo, percibo mayor precisión, por encima de los detalles barrocos. Quizás sus ejes temáticos se centran alrededor de la belleza y por eso requieren desesperadamente de elementos memorables.

Los amantazgos juegan un papel preponderante. Como occidental espero que la mujeres del pasado siempre estén cohibidas y amargadas frente a su sexualidad. En este caso, Shonagon constantemente hace referencia a mujeres que esperan a hombres en sus habitaciones, inclusive algunos de ellos comprometidos. Juguetea con el elemento de la insistencia y el espionaje. Y en carne propia, no niega su afecto a más de uno de los miembros de la realeza.

Contrario a pensar que se trata de un ser desinhibido y libre, encuentro en sus páginas comentarios sobre su amor casi religioso a la emperatriz. Su obsesión por escribirle poemas, por decir que es la más hermosa de todas y halagarla en cuanto puede. Resulta tedioso con el pasar de las páginas y descubrir lo genial que es el vestido de tal, el carruaje de pascual y el castillo de yo no sé quién.

A pesar del comportamiento propiamente cortesano, encuentro fascinante las alusiones que hace a la libertad. Menciona con elocuencia, el castillo del emperador como un lugar libre de restricciones porque una persona podría pasar la noche sin tener que pensar en cuándo y cómo regresar.

Uno de los elementos que más me llamó la atención es la crueldad que muestran hacia los desposeídos. No duda en burlarse de las monjas budistas que sumidas en la miseria procuran pedirle favores a la emperatriz. Y percibo que se burla de su ausencia de elegancia u opulencia. Al contrario, halaga la belleza y el poder de los que le rodean. Quizás sea la doctrina cristiana la que hace que yo tenga tabús acerca de la burla ingenua hacia las personas con mayores dificultades económicas.

Se queja en un capítulo de los rótulos impuestos a las mujeres de la corte. Y a menudo como lector, los considero acertados. El nivel de frivolidad que maneja en sus relatos, no se ve realzado por los elementos estéticos que procura incluir.

Lo consideré un libro tedioso pero no dudo que Shonagon fue un personaje que sí merecería una novela.


miércoles, 2 de mayo de 2018

Bogotá Nuclear

Su depresión lo llevaba a temer a los autos, a su rugido incesante, al inclemente bramido de llantas y al obsesivo movimiento de los semáforos. Signataria del protocolo de Kioto, Colombia nunca había visto una lluvia nuclear. Pasó como una noticia desapercibida pero inolvidable para quienes la presenciaron. El Instituto de Asuntos Nucleares se desmoronó como si fuera un pastel de bodas. Un pequeño hongo se instaló entre las nubes y se iluminó como no lo han hecho nunca las miles de vírgenes de yeso. Semanas después, un par de activistas protestaban porque las aguas presentaban niveles de radiación atípicos. Entonces el alcalde organizó una ciclovía nocturna. Todos olvidaron lo sucedido.

A tres kilómetros de distancia del accidente, un hombre se levantaba con una pequeña fobia. Al escuchar los autos de madrugada, pensaba que se iba accidentar, lo alteraban los sonidos de motor y comenzaba a temer a la muerte. Los semáforos punzaban su delicada mente. Tablero en mano, comenzó a dibujar la ciudad: Los dos rascacielos, las casitas de Teusaquillo, la miseria de Ciudad Bolívar, el Club de los Lagartos, el humedal Córdoba, el cielo de abril y la noche prístina de agosto. Dibujaba fórmulas y una pequeña ojiva que caía desde el aire. Los planes de un ingeniero nuclear, en una ciudad "sin elementos radiactivos".

El plan, muy sencillo, sin ciudad no habrían más carros.

Simultáneamente en el Palacio del Liévano, sede del alcalde, le decía el secretario de ambiente al burgomaestre: "No importa si vuelve a suceder. Elegimos qué se olvida". Se rieron y siguieron tomando chocolate.

viernes, 20 de abril de 2018

Yo Soy Simón


Hace mucho una película no me conmovía. Por lo menos tanto. "Yo Soy Simón", la vi por casualidad. Acompañaba a mi amigo cincuentón a verse con su exnovio de veintitantos, con su novio de otros veintitantos y de paso a ver una película. 

No esperaba mucho. Generalmente en el cine hay mucha basura. Me encontré con una obra de temática gay que a diferencia de las demás, no se enfocaba morbosamente en relaciones tóxicas. De hecho el protagonista es alguien cool y muy guapo, y bastante adaptado.

Básicamente, la película se trata sobre un chico que secretamente revela ser gay y deja su email. Entonces el protagonista le escribe, se destapa con él y a medida que avanza la conversación se enamora. Intenta reconocerlo entre sus conocidos y siempre termina equivocándose.

No sé si es porque ando muy sensible o porque nunca había visto una película para adolescentes, romántica y así de dulce. Quizás sea porque sé qué significa estar en el clóset y tener miedo a perderlo todo.

De adolescente, imaginaba historias de amor imposibles y con finales felices. Nunca ocurrieron, soñé demasiado. En cambio, en la película el protagonista es insistente en afirmar "yo también me merezco una historia de amor".

Precisamente estos días estoy intentando dejar de relacionarme a nivel superficial con otros hombres y a dejar de frecuentar lugares donde uno no es más que un objeto para los demás. Estoy intentando hablar con las personas, intentando entenderlas. Quizás porque yo también merezco una historia de amor.

Por cierto, me encantó la banda sonora.



"...I will find any way to your wild heart..."


Lados Opuestos

Tu mente y la mía,
son como dos amantes
caminando a lados opuestos de una larga muralla.

lunes, 16 de abril de 2018

El Lugar

Me pregunto dónde estás
y si en la multitud de diez millones que me rodea
esperas parado en alguna esquina de la ciudad.

Si quizás, como yo, te sientes incompleto
y si tal vez como tú, estoy destinado a reunirme.

En los sueños nos habremos de ver
como futuro o como pasado,
como memoria o progresión.

Y nuestras raíces que se conocen hace años
nos dirán que hay algo en el otro
más familiar que el desierto de diez millones que nos rodea.

Quizás sean nuestros ojos
los que reconozcan el púrpura del alma,
o nuestras manos que al contacto básico,
estallen de emoción.

Hemos recorrido largos caminos,
sin percatarnos, que nos buscábamos
y que paso a paso, éramos el sendero.

domingo, 15 de abril de 2018

Una Confesión

A los 12 años comencé a experimentar depresiones. Y las cosas con los años empeoraron, hasta que me sometí a un tratamiento intensivo, en el que cooperé demasiado y logré desterrarla. Hace poco, sentí el coqueteo de la tristeza y recordé cómo había sido mi vida. Pero la intención de este post no es hablar de mí, ella es la protagonista.

Tampoco busco preocuparlos. Ni más faltaba, en la actualidad la considero cosa del pasado pero pienso que publicaciones sinceras (y a veces jocosas) contribuyen a eliminar el tabú frente a la enfermedad mental.

Diurna

Una de las cosas que más curiosidad me causó de la depresión es que me daba intensamente por el día y de noche, mi mente entraba en un estado de "éxtasis y alegría". Además me cansaba mucho porque tendía a tener pensamientos negativos de manera excesiva, al punto de despertarme a las 4 de la mañana pensando sin parar.

Sin Salida

Amo en parte a Borges porque considero que el universo y especialmente la mente, es un laberinto. Y es que precisamente en eso consiste otro de los síntomas que experimenté durante años. Los pensamientos negativos son tan intensos y tan repetitivos que a menudo me desesperaba y se me desorbitaban los ojos.

Pies Congelados

La logorrea (risas) es cuando hay una congestión de pensamientos. En mi caso ocurría durante largos períodos y a veces iba y en el momento menos pensado, volvía. En esos instantes, sentía un frío apabullante en los pies y en las manos, similar al vértigo.

Mi Habilidad para la Imitación

En otra vida creo que fui actor: Me fijo en los detalles de las personas y a veces logro copiar sus gestos. Eso lo traigo a colación porque una de las cosas que me ocurría durante mis depresiones era la obsesión de imitar a mi hermano mayor. Quizás porque es equilibrado y todo le sale bien. La cosa fue tan en serio que a los 12 años durante mis etapas histriónicas hasta pensaba en ser heterosexual (¿yo heterosexual? Jamás). 

A raíz de esto debo reconocer que perdí mucha espontaneidad. Yo era alguien extrovertido en mi niñez y con motivo de mis intensas imitaciones de alguien introvertido, voilá, me volví alguien silencioso y reservado.

Ser un Bebé

Cuando me daban profundas tristezas quería refugio, similar al de un bebé y no precisamente para mamar. La sensación de impotencia y fragilidad es tan grande que uno busca que lo protejan y lo cuiden como a un pequeñín.

Ángeles

Sí, mi vida ha estado llena de ángeles. De gente hermosa que estuvo dispuesta a escucharme. Que aunque no entendían lo que sucedía, me prestaban sus oídos y su corazón. A veces una persona con una desesperación extrema sólo necesita que la oigan con mucha atención. Ni siquiera lástima, sólo absoluta atención.

Dentro de esos ángeles hubo terapeutas. Recuerdo que la sensación al entrar al consultorio, era como llegar al cielo. Había algo roto y sabía que debía solucionarlo.

jueves, 12 de abril de 2018

El Ángel Esmeralda, Don DeLillo (18/100)

Fotografía: Scott Palmer

"El Ángel Esmeralda" es una compilación de cuentos de Don DeLillo. Se divide en tres partes. Incluye cuentos con descripciones cortas y sencillas. Diálogos directos entre los personajes y desde mi punto de vista tiende más al realismo mediante el cual elabora metáforas. 

Las temáticas de los cuentos son amplias, desde una pareja estadounidense y una alemana que coinciden en un aeropuerto en una isla del Caribe en plena guerra hasta una monja obsesionada con la limpieza que se ve involucrada en un "milagro" en las calles del Bronx.

La primera parte incluye entre otros, un relato sobre la guerra: Dos personas que tienen un affaire cuando la esposa del hombre parte de un aeropuerto desde una isla del Caribe. Éste, involucra personajes en relaciones asfixiantes, nacionalidades y experiencias íntimas que catapultan el relato fuera de la geopolítica de entonces y lo conducen a percibir a los protagonistas como seres humanos.

La segunda parte incluye mi cuento favorito, que precisamente le da el título al cuento. Es sobre una monja en el Bronx que está obsesionada con los rituales y la limpieza. Que apoya una misión a las calles más pobres y oscuras de Nueva York y sin querer, se encariña con un ser salvaje de unos cuantos años, una niña que luego es violada y asesinada. Poco a poco el relato lleva a la monja inflexible hacia lo que según las multitudes de la zona es un milagro: El rostro de Esmeralda se aparece en una pancarta justo cuando la iluminan las luces del tren. Después, sor Edgar, vuelve a su rutina llena de movimientos, penitencias e indulgencias.

La tercera parte, fue la que menos me gustó. Percibo cierta pretensión intelectual en conversaciones interminables y casi filosóficas entre personajes un tanto aburridos. Y hechos que se traducen en reflexiones sobre el deseo de pasar de la ficción a la "realidad". Por ejemplo, dos chicos que conversan durante varias páginas cuál es el nombre de la prenda que lleva un desconocido y le crean una historia. Para que al final, uno de ellos salga averiguar su verdadera historia mientras el otro persiste escéptico desde la barrera.

Me agradó de este título la verosimilitud de los personajes. El manejo de un punto medio para la ficción el cual no pretende generar fantasías hiperbólicas, ni degradar la realidad a su punto más bajo. Al contrario, no disgustó el uso de metáforas y recursos que he visto suficientemente en la metaliteratura, que en su elucubración pueden llegar a ser herméticos, inclusive recalcitrantes.

Soy sincero cuando digo que aún no puedo digerir muy bien a Don DeLillo. Que a menudo me resultan aburridos algunos de sus relatos y me parece poco transparente el uso de hechos forzados para reflexionar sobre algún concepto. Me resulta insoportable su búsqueda de elucubrar profundas preguntas metafísicas sobre la vida y los personajes mediante hechos como el palpar la próstata irregular de un empresario perfeccionista (léase Cosmópolis). Quizás no tengo el ojo suficiente para captar el grandioso talento que sus colegas le reconocen.

domingo, 8 de abril de 2018

El Derecho a Estar Cansado

Tienes derecho a cansarte de lo que has construido
y mirar con suficiencia la exuberancia de la vida,
a criticar sin tregua las grietas del camino
y a mirar con angustia el horizonte mal teñido.

Tienes derecho a preguntarle a tus sábanas
por qué cada mañana atraviesas mundos
que nadie te ha explicado.
A reclamarle a tu sueño algo de paz
y a tu día algo de alegría.

Te entiendo...

También tienes derecho a sufrirlo todo,
a amplificar el sonido del tráfico
y a detestar las emisoras,
cual histérico a menospreciar
hasta aquello que antes amabas.
A olvidar el valor de las cosas
y además, a olvidar el tuyo propio.

Tienes derecho a tener un límite,
al silencio,
a no tolerar las vocesitas tóxicas que te rodean,
a no querer figurar como el bueno,
a saltar del barco,
a abandonar la lucha,
a retroceder,
a desear menos fragor y más tranquilidad,
a gritar irracionalmente lo que no se puede explicar,
a lucir tus alas,
que no han podido despegar.

sábado, 17 de marzo de 2018

Rosas

Su rutina sólo consistía en tomarle signos vitales, ayudarla a bañarse y darle de comer. Puede parecer sencillo pero en el pueblo de dónde ella venía, las actividades propias de la enfermería eran percibidas como indigno servilismo. Con un padre machista y arribista, debió abandonar su casa para poder dedicarse a estudiar una profesión y no quedarse anclada en una zona rural que no entendía su corazón.

Martha era una persona fácil de tratar. Nunca protestaba y a menudo le agradecía con pagos adicionales a su sueldo. Vanessa sentía algo de pena por esa anciana mujer que habiendo amado al mundo se había quedado sola en una inmensa casa de Teusaquillo donde las arañas reclamaban su condición de inquilinas.

Una sensación de alivio le recorrió el cuerpo cuando vio en la puerta de la casa a un hombre con ojos asiáticos y flores amarillas en las manos. Al intentar hablar con él, notó cierta torpeza que le impedía articular con claridad los conceptos. Se limitó a decir “¿está mamá Martha?”. Pensó en no dejarlo pasar, quizás sería una persona en condición de discapacidad con serios problemas para encontrar su camino a casa. Pero tras verle los cachetes suaves y redondos, supo que a nadie en esa casa le caería mal un poco de acción.

Tras saludar a Martha y aparte de efusivos abrazos, se sentaron a hablar en el lenguaje truncado de dos personas que se aman pero tienen su mente en mundos distintos. 

Elías estudió en un colegio de la zona, otrora cuna de los ricos de la ciudad. Nada del otro mundo, una institución con una mirada gótica del mundo y un machismo nada atípico que no pudo lidiar con la forma de ser de Elías. Se abstraía haciendo dibujitos en su cuaderno mientras se transportaba en la mañana. Sus chistes eran sencillos, libres de todo morbo, sinuosidad o crueldad. Podía estar absorto en esos inmensos salones de principios del siglo XX, mirando por las ventanas las nubes arremolinadas y al habitante de la calle que se recostaba al lado de una iglesia para masturbarse.

Sus notas siempre fueron deficientes y con el paso de los años, se convirtió en el objeto de tortura de los niños inseguros que necesitaban reafirmar su masculinidad y su estatus social. Solían abrir su lonchera sin permiso y cuando intentaba protestar con su enrededada lengua, el macho alfa del salón le zampaba una bofetada. A veces lloraba y a veces los profesores lo protegían. Pero no se podía tapar el sol con un dedo. Ni sus compañeros entendían bien por qué era distinto, ni se había hablado con claridad de cómo debían tratarlo.

Martha llegaba agotada de la oficina de reparación de víctimas del conflicto. Lanzaba sus zapatos y su ropa a una esquina y se dedicaba a dormir. Hasta que un día quiso observar detenidamente en el rostro de Elías el de su difunto marido. Una rara manía que tenía para descubrir una forma de belleza oculta en su hijo. Notó una mano marcada en su mejilla y moretones en el antebrazo.

Lo intentó todo, desde enviar cartas, hasta hablar con los profesores. Decían estar preocupados pero en el fondo lo tomaban como una broma.

Decidida, fue sin anunciarse al colegio y miró sigilosa desde los cristales. Descubrió que su hijo era un chico solitario, sentado en un pupitre aislado al que un par de compañeritos afeminados sólo lo determinaban para pedirle útiles escolares. Llegó el recreo y dispuesta a hablar con él notó cómo Esteban, hijo de un ingeniero de caminos, abría la lonchera. Su hijo protestaba, intentó socorrerlo pero algo la detuvo. Vio cómo lo tomaban de los brazos y golpeaban su rostro mientras se reían. 

No lo pensó. De hecho, la humillación que sintió era más grande que sus pensamientos. Se aproximó al niño que lo maltrataba, lo miró de frente y le dio una cachetada. Sonó tan duro que inclusive ella se unió al momento de consternación que experimentaron los pequeños.

Un profesor llegaba al salón y ella lo saludó con cortesía.  Acto seguido, escupió su camisa, tomó a su hijo de la mano y Elías, nunca más, pisó un colegio.

Vanessa lo comenzó a llamar terremoto, porque nunca sabía cuándo iba a llegar con un ramo en la mano.  Y durante algunos días después de que visitara a su madre, se hacía las mismas preguntas. Que dónde vivía, que quién lo cuidaba, que si las personas con síndrome de down tenían pareja. Luego los interrogantes se apagaban. La sala solitaria se llenaba de silencio y le volvía a tomar la tensión a Martha.




jueves, 8 de marzo de 2018

El Polvo Elemental Que Nos Ignora

Hace aproximadamente un mes y una semana murieron mis dos abuelitas. Por la estrechez de una vida dedicada al trabajo, no he podido llorar. Siete horas las separaron. Una descansaba a una hora de la frontera con Ecuador y la otra en San Bernardo, un pueblo del Tolima.

Me conmueve la fragilidad que las rodeaba, especialmente a la mamá de mi mamá. Una vida atrapada en un campo que no supo entender sus alas. Que no creía que las mujeres además de cocinar, supieran volar.

Ya no tengo abuelos. Mis padres, son mis únicos ancestros. Y es inevitable decirlo, cada día que pasa me convierto en la historia, una pequeña, vale decirlo, al fin y al cabo, también llegará el día en que yo sea el pasado.

Mi abuela paterna, difícil de entender, la dejé ir hace mucho. Intenté acercarme a ella de muchas formas pero sus prejuicios y su homofobia, nunca tendieron puentes entre nosotros. Espero que esté en paz, libre de sus depresiones y sus sesgos religiosos. De su cuerpo nonagenario que se retorcía en una vida que hace mucho no quería tener.

Mientras viajaba para el entierro de mi abuela materna, pensaba que la vida hay que vivirla con la pasión del fuego, que sólo deja brasas. Y sin querer, he vuelto a preguntarme por el sentido de lo que experimentamos. Por la inmensidad de la experiencia humana y sus detalles, por las ópticas de la ciudad, por las atmósferas de los lugares que he recorrido, por la profundidad del verdadero amor, por lo singular de la humillación, por lo desesperante de la impotencia, por lo misterioso de la ciencia y de los fenónmenos naturales, y sobretodo, por lo lejos que aún estamos de la verdad.

¿Dónde están ellas? Ya no caminan tímidamente, arrastrando sus pies en pisos que murmullan historias. No le comentan a las jarras de yerbabuena y café, lo doloroso del engaño y las pruebas de saberse reducidas. Están volando.

Al día siguiente del entierro de mi abuela materna, vi cómo dos pájaros de un color azul intenso se posaban a comer bananos sobre un palo de una cerca. Sentí su belleza, su rapidez, su espíritu impulsivo, volviendo a migrar. 

Necesito descansar y asimilar todo lo que está pasando.




domingo, 18 de febrero de 2018

Gafas para Hacer El Amor


A ti, a quien conocí muy tarde. 




Eran las 6:30 A.M y Santiago peleaba con su desayuno mentalmente. Agradecía a la vida y a ese Dios que no lo escuchaba, por seguir otro día vivo. Pero era inevitable luchar contra el jugo de naranja y el pan, pues si no tenía suficiente cuidado podría volver a sucederle. Tomó un poco de mantequilla e introdujo la rebanada. Masticaba como cuando a una máquina le hace falta mantenimiento. Todo iba bien, hasta que lo sintió. Comenzó a toser y se ahogaba. Más que miedo, esta vez tenía rabia. Su mamá corrió hacia la sala y ya conocedora del procedimiento, lo sacudió y logró hacerlo escupir.

Tomó un taxi como de costumbre, con el bastón y las gafas negras. Era su conductor favorito con quien hablaban de la vida y de Dios. Un par de chistes libres de sarcasmo y un montón de halagos mutuos. Ambos estaban dónde debían estar y con quién querían. O eso pensaba él.

Llegó a una clínica de cristales azules. Saludó al portero modulando con alguna dificultad sus palabras. Subió al 5to piso y llegó a la sala de quimioterapia. Más de lo mismo, una inyección con un líquido corrosivo que le quemaba hasta el alma. Pensó en las semanas que vendrían y las variaciones emocionales que esto le traería.

Salió debilitado y con un poco de sorpresa y fastidio, se dio cuenta que don Gerardo, el taxista, no estaba afuera, listo para recogerlo. Entonces recordó que mientras sonaba esa canción espantosa que los conductores suelen poner para aminorar la miseria de sus vidas, le recomendó que lo llamara media hora antes de terminada la terapia. Y no lo hizo.

Volteó su rostro con dificultad y vio uno de los cafés más tranquilos y amplios de la ciudad en el barrio Los Nogales. Caminó unos metros, corriendo el riesgo de desparramarse en cualquier segundo y preocupar a su familia. Amó la brisa sobre su cabello, la autonomía de recorrer un andén sin importar que fuera con un bastón, el sol delicado de la tarde bogotana reflejándose en su rostro, cinco acentos del castellano distintos en la esquina donde vendían empanadas y el sonido de las hojas crujían sobre sus zapatos.

Pidió un café oscuro y se sentó a mirar a los transeúntes a través de sus gafas negras estilo rococó. Las tablas, las mesas y la alegría de los que bebían, le hacían olvidar todo. Volteó su mirada y un sujeto a unos centímetros, le miraba entre pasmado y molesto. No supo qué decirle. Pero el hombre con ojos de faisán se le adelantó.

-Si querías sentarte, pudiste haberme preguntado- dijo el faisán.

-Lo, lo… Siento. Vi la mesa desocupada. Tú no te sentaste primero- respondió Santiago.

Pensó en contarle de su enfermedad. De la manera en que afecta el cerebro y cómo a veces se pierde el sentido de la ubicuidad. Se levantaría y tomaría un taxi, pero el ave de rapiña se le adelantó.

-¿Dónde compraste las gafas?- le preguntó.

-En Cherry Nights, a un… a unas cuadras de aquí- le respondió Santiago.

-Quisiera unas como las de Wong Kar Wai, redondas y oscuras. Como las de sus protagonistas en Chunking Express o como las de la aliada del asesino en Fallen Angels-.

Pensó en preguntarle quién era Kar Wai pero nuevamente se adelantó. Tenía un rostro fresco y se frotaba las manos con cierto nerviosismo y seguridad. Era una mezcla curiosa.

-¿Sabías que Moonlight inspiró las escenas de movimiento y los encuadres en espacios encerrados en Kar Wai?- Le volvió a decir.

A punta de preguntas tontas lo fue arrastrando por las calles de El Nogal. A pesar de los carros, se oían y se observaban los dos con claridad. Nunca lo dejó responder las preguntas personales. Era intuitivo y se respondía a sí mismo.

-Tu segundo nombre es el de tu papá ¿cierto? Lo sabía, quizás tengas mucho de él sin darte cuenta-.

Caminaba rápido y el muy desconsiderado lo dejó relegado media cuadra. Y a la distancia le dijo flojo, se devolvió y casi a rastras lo hizo subir la empinada calle que para alguien como él, ahora parecía el Tibet.

Llegaron a su apartamento. Y siguió hablando. A veces hacía silencio y luego volvía a hablar sin parar. Quizás llevaba días sin nadie que lo escuchara. Nunca miró la cicatriz en su cabeza, ni la asimetría de su rostro. Terminaron desnudos en la cama. No supo cómo pudo hacer el amor, sudar y repetir. Fingió que nada pasaba cuando perdía el equilibrio o le dolía la cabeza y eyaculó. Recordó una frase pero no quién la dijo y la pronunció mientras su amante dormía profundo: “Divina juventud, aun no te vayas”.

viernes, 9 de febrero de 2018

El Azulejo y la Estrella.

Érase una vez una estrella, que esbelta en medio de nubes de hidrógeno cayó por error a un planeta lejano. Percibió el agua que la rodeaba y tras unos minutos, sintió pena por no tener cerca el fulgor de mil galaxias. Emergió a la superficie del río, notó como un animal de largas orejas, defecaba a la orilla una materia oscura y maloliente. Qué feo era ese mundo, pensó, en el cielo la oscuridad es profunda y los gases estallan de colores hasta el infinito.

Pasaron las horas y vio cómo hojas deformes se deslizaban por el camino. En las riberas había vacas con rostros tristes que intuían una vida destinada a la muerte prematura. Algunos insectos nacían y otros eran devorados por el inclemente movimiento de las ondas de agua. Qué insignificante la vida, se decía mientras miraba con nostalgia el cielo del alba que comienza a ocultar los luceros. Y en ese devenir, titilan como el nerviosismo de llorar y la estrella no lo pudo evitar, derramó profundas lágrimas de helio.

De repente, una de sus compañeras iluminó el mundo: Era el sol. Los pájaros cantaban y las serpientes se preparaban para devorar a sus presas. Desesperada le pidió auxilio y ante su indiferencia trazó un signo de auxilio con piedras del color del cielo. Nadie respondió.

Recorrió cabizbaja un pueblo lleno de primates con alcaldes, policía y carnicerías desde donde colgaban seres que alguna vez habían amado. Jovencitos desesperados por salir de su pueblo infernal a metrópolis frías en las que no serían más que un grano de arena sobre el mar. En la plaza central vio grandes samanes y orquídeas que colgaban como si el mundo no existiera. Por un momento, sonrió.

Una gran pompa era liderada por el alcalde. Vestidos como cuervos, los pueblerinos cargaban el ataúd de un anciano lleno de várices y con las manos secas. Lloraban y lanzaban flores de colores. Qué espantosa sociedad, se dijo mientras reflexionaba pues sabía que la muerte de las estrellas siempre es maravillosa.

Volvió a su rincón del río y se sumergió. De madrugada, notó un pájaro del color del cielo extender sus alas y desplazarse hasta una vasija. Lo siguió desesperada hasta su destino. Le preguntó cómo volar, cómo volver a su hogar. Y mientras comía un plátano, hizo una mirada burlona y susurró: "Ingenua". Partió a volar lejos y desapareció.

Una anciana miraba sentada la escena y emitió una risa sarcástica. Se levantó, se metió a la casa que quedaba al lado del río y cerró las puertas.

   

sábado, 27 de enero de 2018

Sauce Ciego, Mujer Dormida - Haruki Muarakami (17/100)

"Sauce Ciego, Mujer Dormida" no decepciona en cuanto a los elementos oníricos típicos de Murakami. No obstante, a través de este libro logré detectar ciertos elementos en común con respecto a textos anteriores (After Dark) que había leído.

Un tono tranquilo. 

A diferencia de escritores como Bukowski o Miller, encuentro un tono reposado que se apoya sobre personajes no muy extraordinarios, o en seres singulares normalizados por entornos cotidianos. En el caso del hombre de hielo, su esposa lo conoce cuando va a patinar y entabla una conversación "común y corriente". El pánico y el suspenso no se apoyan en elementos claramente definidos. La ruptura de la cotidianidad y los análisis personales hacen que logre efectos como el terror, con simples llamadas anónimas en las que una voz misteriosa le pregunta a un artista visual "¿Sabes con quién hablas?".

Una narración de enlaces entre historias.

Considero que lo que hace que el lector se quede atrapado en sus cuentos es que logra de manera muy suave pasar de la historia A a la B, suavemente y con elementos básicos que los conectan. En una de sus historias comienza a relatar la biografía de un pianista homosexual. Luego la de su pareja que es un afinador de pianos. Luego, la historia de cómo salió del clóset y la reacción adversa de su familia y el desprecio de su hermana, próxima a casarse. Misteriosamente, el afinador conoce a una mujer que siente gusto por él. Sin embargo, no pasa nada, simplemente ella le confiesa que tiene cáncer de seno. Finalmente, llama a su hermano, quien le dice que al día siguiente sería operada de un cáncer en su seno. Reconstruyen su relación, gracias a un ser vulnerable que confundió su inclinación sexual.

Exacerbación de elementos cotidianos y materialización de metáforas.

Murakami toma elementos de la vida diaria, como una intoxicación con cangrejos, para crear escenarios de pánico, en los que los personajes al vomitar descubren que su organismo está lleno de gusanos. También se vale de sauces ciegos, de moscas que ingresan a los oídos. Mantiene alerta al lector con pequeños elementos que desencajan de cuadros normales y elevan a escenarios mágicos. Una camarera ve cómo un encargado le lleva la cena a un dueño de restaurante, todas las noches a la misma hora. Nadie nunca ha visto al dueño. Hasta que ella cumple 20 y le toca encargarse de la tarea. Descubre a un anciano bastante amable que le concede el deseo de ser otro ser.

Finales abruptos y conectados.

En algunos de sus textos se vale de una construcción suave y delicada, con finales abruptos que le dan sentido a todo el texto. En el relato de la camarera que mencioné, durante todo el texto se hace implícito el deseo que le pidió al anciano. El lector logra comprenderlo cuando ella, años más tardes entabla una conversación con un señor que confiesa no tener ningún deseo en mente. La protagonista le dice "quizás ya lo pediste". De manera abrupta se remonta a la noche en la que la camarera cumplió 20 años y el anciano le dice que sea precavida, que nunca había escuchado algo similar y le concede el deseo. Se puede inferir que deseó ser otra y por ende, es el señor que habla con quién fue ella.


Grandes Relatos Medievales - edición de Nemesio Martín (16/100)

"Grandes Relatos Medievales" es una compilación de historias realizada por Nemesio Martín, en un marco pedagógico, con el objetivo de identificar elementos comunes a las narraciones de la época. Se puede desde el principio leer una moral diferente a la de la actualidad, algo obvio; sin embargo, no necesariamente se ajusta a la visión puritana y maniqueísta que se le adjudica al medioevo.

La narración favorece el ingenio en los personajes que deben a menudo enfrentarse a un destino irrevocable o a enemigos temibles. También el amor toma formas menos refinadas y quizás más filosóficas a comparación de los cuentos de hadas de Disney. Por ejemplo, un monje pregunta a los elementos de la naturaleza por el ser más valeroso, y en una cadena de adjudicaciones, llega hasta una rata. Entonces, ruega a Dios que transforme a su estimada niña en rata también para que se despose con el ser más confiable de la tierra.

También lo considerado intocable, cobra formas cotidianas. Una abadesa queda embarazada por obra y gracia de algún espíritu santo. Para evitar habladurías y juzgamientos, lo oculta. Es descubierta pero su señor hace un milagro que implica la bendición de los altos cargos de la iglesia.

No podía faltar Alí Baba y los Cuarenta Ladrones, quizás el cenit de la ficción en la que un personaje busca sobreponerse a los retos que le dibuja la vida.

Me gustaron, los percibí inocentes y al mismo tiempo críticos. La edad media valdría ser releída dado que la fama que le han hecho ha sido inclusive injusta.

jueves, 18 de enero de 2018

El Secuestro

Estaba acostumbrado a tomar café de madrugada y se decía a sí mismo, lo mucho que le gustaba el sonido de los autos que solitarios campeaban por la avenida principal, aledaña a su apartamento. Sus ojos tendían a cerrarse por lapsos de treinta segundos pero nunca se dormía. Lo logró tras oír en una radio que se requiere ejecutar algo durante 30 días continuos para que se convierta en un hábito. Al principio y con mucho esfuerzo evitó meterse nuevamente a las sábanas, tras bañarse y secarse. El cansancio de su cuerpo, lo forzaba a tomar "10 minutos" adicionales en la cama. Se podían prolongar poco a poco, hasta completar media hora. El resultado era que llegaba a la oficina una hora después de la deseada. Nadie en su trabajo de entonces le exigía cumplir con una hora establecida. De hecho, su jefe era flexible, amable y tolerante. Siempre tenía una sonrisa en el rostro y a pesar de ser oriunda de la costa caribe, contrario al estereotipo del interior, llegaba antes de 7.

"30 segundos" le dijoa un campesino al que casualmente le contaba su historia. En su mente, cerró los ojos y luego los abrió, la chapa de su puerta se movía con violencia y en cuestión de milésimas, dos encapuchados entraron, lo rodearon con armas y lo hicieron subirse a una camioneta con vidrios negros.

No fueron rudos, ni groseros. Al contrario, los asaltantes tenían ademanes impropios de alguien que carga pistolas. Su acento era bogotano y al parecer, ellos habían sido criados con sus mismos escrúpulos lingüísticos. Con la cabeza cubierta por una bolsa de tela, solían intercambiar pocas palabras. Al subirse a la camioneta le dijeron en un tono suave "esto es un secuestro, señor Noboa, le pido que mantenga la calma, no lo vamos a lastimar".

Después del miedo, vino una calma enfermiza, acompañada de la incertidumbre de no saber a dónde iban. Le pareció divertido pensar que en esos carros que oía de madrugada, quizás alguno, algún día, por algún motivo, también llevaba a algún rehén. Soltó una risita y luego, decidió dormir.

Pensó en sus hijos y en su esposa pero no como alguien que se lamenta, o que teme perder su mundo. Pensaba en sus rutinas: Si no hubiera sido secuestrado, estaría preparando los huevos de los niños, el jugo de naranja. Gabriela, se levantaría con el rostro pálido y el cabello desordenado. Le diría -buenos días, Hernán- y luego un silencio rodearía la mesa. Comerían tostadas, harían un comentario trivial y se despedirían. Qué valiosa vida, solía decirse a sí mismo cuando su auto se alejaba de casa y miraba lo que había construido.

La había dejado de amar. O eso concluyó hace un par de meses cuando en la ducha, pensaba cómo se habían conocido y el intenso sentimiento que lo rodeaba. Un par de traiciones no era lo que había erosionado la utopía. Simplemente el tiempo con su movimiento suave y sereno, había conducido a que su corazón dejara de acelerarse y a que las madrugadas supieran a tostadas de avena.

Sus hijos lo querían, sin duda. Y él los amaba. Pero había un problema, ni ellos lo conocían, ni él lo suficientemente a ellos. Y esa pequeña pregunta sobre la autenticidad de lo que sentía lo seguía en los momentos, los pocos para ser sincero, en los que podía pensar en silencio. Justo después del café de madrugada, eran los autos los que lo despertaban de sus profundas elucubraciones sobre la futilidad de la vida de un empleado de empresa de telecomunicaciones.

Confirmó sus dudas en un temblor. Estaba sentado en su escritorio con esferos metálicos cuando un movimiento fuerte sacudió sus piernas y derrumbó el computador. Se levantó, corrió a la oficina de su jefe, la tomó de la mano y la protegió de la caída de escombros. Cuando terminó el evento, le preguntó si estaba bien, acarició su mano y la acompañó al hospital. Los médicos decían que estaba bien, salvo por una pequeña fisura. Fue a comprarle un cabestrillo y se percató que ya estaba a punto de terminar el día. Y recordó durante toda la jornada que no había pensado en su esposa, ni en sus hijos. Revisó su celular y se dio cuenta que tampoco tenía llamadas.

Llevó a su jefe a su casa y la abrazó, como un niño que sujeta una balsa en el mar con desesperación. Luego fue a su casa. Su esposa, le contó sin emoción que los niños estaban bien, uno de ellos con una pequeña fisura. La enfermera del colegio lo llevó al hospital y un compañero ofreció su casa para que pasara la noche. Entonces, él sintió lástima por ellos, no remordimiento. Eran como dos individuos inocentes solos en el mundo y rodeados del vacío que dejaban dos adultos alienados y fríos.

Uno de los secuestradores decía que ya habían pagado. Abrieron las puertas de la camioneta y le dijeron que se quitara la bolsa después de contar hasta 100. Caminó, sin escuchar el rugido de la ciudad. Contó hasta 100, luego se sentó. Sintió compasión de sí mismo. Abrió los ojos y se vio rodeado de nubes, montañas color esmeralda, flores violeta y una carretera sin pavimentar. Quizás lo habían conducido a los páramos del oriente de la ciudad.

Pensó en llamar a su esposa y volver con sus hijos. En la alegría de volver. Luego, los lunes, las tostadas de avena, el café y el sonido de los carros. Frunció el ceño y recordó la triste sensación de tener que ir al colegio a la fuerza. Miró las montañas, botó el celular en un charco cristalino y decidió caminar sin rumbo, hasta el día de hoy.

martes, 2 de enero de 2018

El Mal Astronauta

Sucumbió a los encantos de metano de Venus, se perdió en las llanuras de Marte, conoció a una mujer en la Luna con piel de porcelana y besos lunáticos, esquivó los anillos de Saturno y de salto en salto extrañó los brazos de alguien que conoció en una de sus aventuras. Confundido durante el camino a Plutón, con la mente puesta en una persona cuya mirada era superior a toda su filosofía, se descubrió perdido. Desesperado, buscó en sus bolsillos y tras sacar una brújula, recordó que ni el amor, ni el universo, tienen norte.