Podría jugar los hombres, engañarlos y sonreír, con ese sarcasmo hedonista que suelen cargar. Ser de metal y atravesar con mirada asintomática la vía de la vida, usando y no usando... jugando y sin jugar.
Podría prometer lunas de miel, amores falsos y entregarme por completo a los deseos de mi ser... mentir y romper corazones en medio de campos de canela.
Podría ser un mal recuerdo en la memoria de alguien, fingir ser un insensible, elogiar las camas y las elongaciones. Mil nicks con contenido erótico y dos teléfonos celulares para dos vidas paralelas.
Podría hablar glorioso de faenas, burlarme de los que abrazan y sueñan. Hablar muy seriamente y querer gente "normal".
Tendría muchos amigos que llamaría para que llenen mis necesidades, amigos que no me conocen, sería náufrago de mí mismo, esclavo de mis restricciones y dueño de mi soledad.
Quizás con mucho esfuerzo podría hablar de mi pasado sin llorar, dejaría de hablar de sentimientos, usaría corbata y un feo traje formal. Sería banquero contaría dinero y soñaría con un carro y espasmos eróticos.
Pero la vida no me hizo así, quiso el universo hacerme llorón, sensible al dolor ajeno... me es tan imposible conocer a alguien y tratarlo como un objeto. Me es imposible decir te amo, si miento. Quiso el cosmos que me temblaran las rodillas, se me acelerara el corazón y me sudaran las manos cuando lo que sentía era profundo. No tengo la culpa de llorar con películas y novelas, no es mi responsabilidad verle algo interesante hasta el más truhán y tahur de la vía láctea...
A lo mejor no soy hombre, es cierto, es cierto... no soy hombre.
sábado, 31 de julio de 2010
viernes, 30 de julio de 2010
Mendigo
El mendigo navega a través de barquitos de periódico
Misteriosas aventuras en los charcos de la ciudad, reflejo de la tarde.
A lo lejos las lluvias salpican y los niños saltan húmedos
Los algodones de azúcar se despiden de la vida con el bramido de la tarde.
Las pequeñas lágrimas que se doblan en la esquinas
Brotan avioncitos de agua de la mirada silente
Cielos rosados que invocan elementales
Castillos en las nubes.
Eclipsados los transeuntes por el planetario sonido del viento,
Se forman y reforman las maneras de caminar
Caminantes explosivos como dulces picantes
Encuentran televisores destinos en la imaginación
He de oír mil veces historias de amor,
Héroes de papel
Y barcos de periódico.
Erigido en la esquina está el que escucha
Cachalote atravesando el universo del sonido.
Marítimas electricidades del nerviosismo habitual
Habla la ciudad del verdadero amor, el de las cosas extraordinariamente simples.
Misteriosas aventuras en los charcos de la ciudad, reflejo de la tarde.
A lo lejos las lluvias salpican y los niños saltan húmedos
Los algodones de azúcar se despiden de la vida con el bramido de la tarde.
Las pequeñas lágrimas que se doblan en la esquinas
Brotan avioncitos de agua de la mirada silente
Cielos rosados que invocan elementales
Castillos en las nubes.
Eclipsados los transeuntes por el planetario sonido del viento,
Se forman y reforman las maneras de caminar
Caminantes explosivos como dulces picantes
Encuentran televisores destinos en la imaginación
He de oír mil veces historias de amor,
Héroes de papel
Y barcos de periódico.
Erigido en la esquina está el que escucha
Cachalote atravesando el universo del sonido.
Marítimas electricidades del nerviosismo habitual
Habla la ciudad del verdadero amor, el de las cosas extraordinariamente simples.
jueves, 29 de julio de 2010
Aguamarina.
Entre las gotas de lluvia y el peligro de un tiburón, sus tribulaciones aumentaban. Recordó algunos mantras de protección sin embargo las olas soplaban con intensidad. Asustado, con la mirada perdida en ese enorme océano incierto, gritó a los cuatro vientos. Mientras alzaba las manos, una ola aprovechó para robar la única tabla que tenía. Rendido y dejándose ahogar vio la belleza de las profundidades, la variedad de peces, en ese pequeño instante conoció la paz. Muy a lo lejos de ese océano profundo surgía una luz naranja con un ejército de destellos de colores varios... era el atardecer. Nunca visto bajo el agua descubrió lo afortunado que era, sin miedo a la muerte quiso ir más y más profundo, sus pulmones se llenaban de gracia. De un momento a otro cayó en un delicado sueño. Cuando abrió los ojos estaba en tierra firme y las nubes violetas, en pleno crepúsculo anunciaban un guiño del universo.
miércoles, 28 de julio de 2010
Toros, España, Colombia y libros.
A veces hay que decir, lo que hay que decir; si por algo se caracterizan las arisotocracias del país, las oligarquías, o mejor, para no andar en problemas conceptuales, la clase seudo intelectual de la patria, es por su gusto por los toros; cuando me enteré de algunos escritores que defienden a lso campesinos, a las víctimas humanas de la violencia del país y en general a los oprimidos, también se atreven a escribir de la tauromaquia como si se tratara de gimnasia aeróbica o patinaje, sentí que algo se me revolvía por dentro y la esperanza se desvanecía.
A muchos les preocupa que llegue un guerrero al poder, les preocupan los falsos positivos y la injusticia social, son temas de enorme importancia que deben ser tenidos en cuenta y a tiempo. Sin embargo a muchos nos queda el sin sabor de que diariamente se está derramando sangre y nadie habla, al contrario, esos mismos escritores que lloran con relatos conmovedores de víctimas de guerra, se rien en el palco de la Santa María.
No me gusta hablar de odio, no me gusta hablar de guerra, mucho menos de venganzas, a pesar de que vivo diariamente las anteriores. Pero, tengo que hablar, tengo que decir cómo me duele que la gente sea tan ciega, como me duele que los que defienden a los que sufren sean tan insensatos y pagen cifras altísimas por ver como un animal se desangra en la arena ¿quién nos dota del derecho a hacer sufrir? Espéctaculo de verdugos que gritando que quieren una oreja reclaman la muerte del animal.
Si quieren una oreja ¿por qué no se la arrancan a su hijo? Si quieren comer testículos del esposo de la vaca, mejor arránqueselos a su marido o a su mozo, pero un ser del cual usted dudosamente sabe de qué se alimenta no le pida nada. Imagine que yendo al banco le clavo por detrás una estaca, sienta como se derrama sobre ese vestido su aliento, experimente la impotencia del ruido de la gente, la confusión que traen sus risas y sus insultos. Allá arriba, políticos y narcotraficantes están apostando a que yo lo/la puedo matar. Permítame clavarle otra estaca, ésta más cerca de su corazón, corra detrás de mí defendiéndose, defienda su biografía, no llore, no puede rendirse, la vida es de los luchadores. Le voy a sacudir un pañuelo rojo, para que en momentos de confusión me persiga y en esos instantes en los que la respiración le falte recuerde a sus hijos, recuerde su niñez, recuerde los prados enormes, el cielo azul, despídase de la última flor... no ve que usted no habla, usted no siente por lo tanto. Le quité la vida, ahora todos aplauden, le arrebaté su derecho a vivir, a soñar, a creer. Enterré el odio en lo más profundo de la tierra y créame, sus extremidades serán platillo de reyes. Si le parece muy injusto lo que he hecho, déjeme decirle que así ha sido siempre y lo que siempre ha sido, es ley. El derecho a la defensa, a la vida y a la paz, déjeselo a otra especie, no ve que usted no habla. Por el derecho a su legítima defensa, déjeme apostar, no ve que usted no habla y quien no tiene voz, no siente.
Aplaudo que se prohiban las corridas de toros en Cataluña, sin embargo, es tan poco... falta tanto para que los ancianos retrógrados asuman un poquito de responsabilidad con otras especies. En realidad es tan largo el camino para que los adolescentes, los jóvenes y los adultos se den cuenta de la grandísima estupidez que acarrean las matanzas a otras especies, ya sea por diversión o alimentación.
Colombia tendrá la paz, cuando sea digna de ella. Mientras celebre la guerra...
lunes, 26 de julio de 2010
Dicho... ¿hecho?
"y me pregunto cómo palpitarán,
los segundos cuando estás tan cerca"
Anasol-Pensando en desorden.
Quien no ha sentido la necesidad de volver a su pasado y revolverlo todo... como si tuviera ese derecho inalienable. Muchas manos hemos cogido a lo largo del tiempo, pero el intangible ha vivido en otras realidades. Mientras nosotros vivíamos una vida normal, una fiesta normal para el intangible era un manojo de notas que movían sus emociones al ritmo de las vibraciones estelares.
El intangible es invisible, recorre bosques oscuros sin ser percatado, mientras tú y yo veíamos la ciudad desbaratarse en dos pedazos, él vivía una segunda vida en los parques de la ciudad. Camina lento, mirando a todos los lados, buscando con ansiedad un caminante afortunado que lo haga parte de la realidad.
El invisible escribía en diaros que guardaba bajo llave miles de emociones, que ni tú ni yo conoceremos una vez estemos muertos. La nostalgia más grande la cargará quien habrá sus cuadernos, habrá desenpolvado el espacio sideral, las galaxias, los árboles y las acacias... el invisible lo creas o no, también es inaudible.
El inaudible se queda callado en las conversaciones, cuando hablamos tú y yo de amores, él se queda escuchando y mira a lo lejos las estrellas, recuerda en ese pintura blanca azulada que dibuja cuerpos celestes, cada mirada que guardó como tesoro en su memoria. Este personaje se caracteriza por sentir cosas brutalmente intensas cuando envia sus tentaculos al pasado y escarba, también posee otra característica, es inoloro.
En los momentos cruciales de su vida, el inoloro sudaba por montones, especialmente sus manos se ponían húmedas muy a su vergüenza. Cuando aquellos lo miraban sentía que el mundo se le abría y su cuerpo se calentaba, se llenaba de emociones galácticas y emitía un olor a esperanza y felicidad, que ninguno sintió... nadie se percató que llenaba el espacio de sus reprimidos sueños. Entre tantas particularidades, es también insaboro.
Mientras tú y yo probábamos pastas, platos de oriente y occidente, particularidades históricas y de lugares tan misteriosos como Andorra, el insaboro probaba su existencia frente a un espejo. De rodillas ante dioses oraba por un poco de compasión, su locura por probar ese néctar tan dulce lo llevaba inclusive a hechizar la realidad con vasos de agua y algo de creatividad; posee una última propiedad, es imperceptible al tacto.
El que no puede ser sentido, siente hasta las sombras, mientras tú y yo sentíamos en la sangre la lluvia escarlata, él tocaba los tallos de las hojas, percibiendo el latir del aire y la energía. El imperceptible, el inaudible, el inoloro, el invisible y el insaboro, soy yo.
domingo, 25 de julio de 2010
Dark Reves.
extraño tener pesadillas, cuando me levantaba era feliz de mi realidad; a veces no estoy segur@ si quiero despertar de esta.
sábado, 24 de julio de 2010
Angelus V
En plena ciénaga con los pies en el agua, notó que un poco de sangre surgía de entre las profundidades. Efectivamente, era lo que sospechaba, esas conchas le cobraron el hecho de osar posar sus pies sobre ellas. Miró sus plantas y una de éstas tenía una finísima herida, casi imperceptible; con una pantaloneta barata y una camisa comprada en el camino, miraba a lo lejos. Las grandes embarcaciones, simulaciones de los buques de Aristóteles Onasis pasaban por este puerto en medio de la nada. El sonido de las semillas que los árboles botaban al agua lo sacaban de su éxtasis, era hora de regresar a hacer nada.
Para los que viven en la ciudad y salen de ella, el tiempo cambia de ritmo, pasa en cámara lenta. Miró al adolescente con muchas dudas y cierto aire de decepción, con esa expresión facial que denota un "y ahora ¿qué?". La mirada del arcángel se poso como la de un águila, tenía todo planeado, sabía a dónde iba, pero parece que el confundido era el ministro del señor; se acercaron a la estación de policía, el hombre de verde les pregunta: ¿quiénes son ustedes? ¿Qué quieren? A lo que Gabriel responde: somos amigos que venimos a hospedarnos. Con una mirada de complicidad el oficial los guía al único hotel que tenía ese pueblo, la estación.
Paredes verdes con blanco maltratadas por el paso del tiempo, puertas grandes de madera y una fuente con un pequeño rostro de un querubín mirando al cielo. Petrificados los sentimientos celestiales, encerrados en un rincón del universo y la tristeza de saber que estaba perdiendo su profesión por algo que no entendía muy bien; oró por una última ocasión buscando alivio en su padre celestial y encontró sólo el movimiento de la brisa.
Escuchó que el negrito que parecía el jefe del puerto le comentaba a Gabriel de que mañana salía a las 8:30, que sin falta. Puso su mano en la frente, la frustración no podía ser mayor, aquí no acababan las cosas, por lo visto los planes de ese demonio traidor que lo había secuestrado de su preciosa vida iban para lejos.
La tarde no podría estar peor, miles de preguntas, no sotana, no cruces, todo oculto en ese negro maletín de un comportamiento tan sospechoso como el de su acompañante. Se calmó cuando el arcángel lo condujo a través de esos verdes árboles, anchos por la brisa y el tiempo, campos floridos de colores violetas y flores amarillas. Caminaban ambos mirando al piso, siguiendo la sombra del otro, viendo las mariposas jugar constantemente en el infinito.
-¿Estás bravo?-preguntó el arcángel
-No ¿acaso tengo motivos para estarlo?-Respondió con rabia Eduardo.
-Lo siento- insistió Gabriel con una mirada inusual en él, una mirada humilde, sin poder.
Duraron varios minutos escuchando el canto de los insectos, viendo cangrejos, observando uno que otro carro que pasaba. A lo lejos un milagro, se gestaba un milagro, el atardecer se jactaba de su grandeza y asomaba los colores del arcoiris en cada nube. Las hojas que arrastraba el canto del viento certificaban ante los dioses ese momento. El arcángel arrepentido, poso su cabeza sobre el hombro del servidor. Un escalofrío invadió el cuerpo del seguidor de Cristo, a medida que las frecuencias violetas alcanzaban una nube gigante al horizonte, un vértigo en todo el abdomen se lleno de mariposas y esa exquisita sensación de sofoco, felicidad y plenitud llenaron sus pupilas. Su corazón latía al ritmo de una autopista, dando un acto de fé y valentía siguió lo que uno de sus formadores le había enseñado:"amarás a quien te lastime ¿qué propósito tendría amar sólo a quienes te aman?" posó su cabeza sobre la de Gabriel. El atardecer en la costa cuenta historias tristes e historias de amor.
Justo cuando el crepúsculo toma ese tono neón que sólo los pacientes pueden apreciar, el adolescente derrama una lágrima sobre su confesor. Como cualquier buen samaritano Eduardo lo abraza con fuerza y le dice al oído: "sí, estoy bravo, pero no contigo, es conmigo, porque tengo miedo a perder lo que es importante en mi vida. Pero parece que he recuperado las cosas importantes de ella, los atardeceres y..." el agente rompe el alumbrar de las luciérnagas, el suspiro del atardecer y por supuesto su conversación, les grita que ya anocheció que es peligroso estar afuera a estas horas. Se levantan y como arena que empuja el mar van a la habitación de camas duras y sábanas delgadas.
Polímeros.
"and not kust one day,
every day is an ordinary day.
And not just one day,
in her world is an ordinary girl"
China Forbes-Ordinary Girl.
En esos duros momentos, después de pesados trabajos en mi interior, busqué una respuesta, en vez de esperar la felicidad la tomé a la fuerza. Sería feliz a cada momento ignorando el resto de problemas que le pesan al mundo. Compré un pedazo de gloria volcándome sobre las tiendas, una vez tenía muchas bolsas en mis manos, me di cuenta de algo, no podía comprar la felicidad.
Quizás los amigos me darían felicidad, mirando al cielo en un culumpio, mientras lo escuchaba hablar, me di cuenta que tampoco a pesar de amarme serían capaces de darme la felicidad.
Intenté encontrar un poco de alegría en los objetos curiosos, desde instrumentos del lejano oriente, hasta aceites esenciales del cercano campo. El resultado, el mismo, a pesar de ser todos preciosos, no me darían lo que buscaba.
Un último paso, mi hermosa curiosidad, algún curso, saber mucho, uno que otro idioma, quien sabe entender las reacciones químicas atmosféricas y la incidencia de los rayos ultravioleta en la formación de ozono en el polo sur en la primavera austral; para recibir de lo mismo.
En muchos lugares, incluidos decentes, indecentes, bonitos, feos, amplios, no tan amplios, etc. Busqué un poco de ese néctar divino que probé cual insecto afortunado primaveral y recordé que cuando atravesaba por el enamoramiento, curiosamente, me sentía afortunad.
lunes, 19 de julio de 2010
Bosque adentro
¿Qué mirabas tú a través del monte con esos ojos rasgados? Pescador de luceros mirabas el campo, el mismo que sufre, ese machista y violento ¿Qué mirabas tú? a través de historias de realismo mágico, plagadas de perfumes de desgracia. Mirabas como los animales son torturados, masacrados, puestos al filo de la navaja de una humanidad cruel y parca.
Pero no, no mirabas eso. Mirabas árboles iluminados por el fuego del sol. Atardeceres plagados de nostalgia, aromas del cosmos circundando el orbitar de tus fosas nasales. Mirabas el olvido de la mañana que pasa, el silencio del caminante, el olor de la madera y el caminar de las hormigas. Burros grises que caminan, buscando precipicios por donde escapar. Suicidas mosquitos que al calor del río se alborotan.
Campo de mil flores, delicadas y únicas. Venados en éxtasis persiguiendo borugos en medio del bosque perpetuo. Movimientos de serpientes escalanda a la cima, delicado reto de astucia y soberanía. Jerarquías, creyendes, seres que duermen y otros que escuchan, una maca lo resume todo, una maca que se mueve, se mueve lento.
Canto de ranas en la noche profunda, se despidió el sol con orgasmos del eon. Susurros de la cigarra, las mariposas nocturnas persiguen las luces humanas. Ya entrados en tinieblas, lobos buscan despertar el ansia de los que sueñan, pero quien vive conectado con el universo, no ruega a dioses, no se le arrodilla a nadie... es cuidado por las mismísimas estrellas.
domingo, 18 de julio de 2010
Guerra
"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí"
Augusto Monterroso
Hace poco pasó un avión por mi casa, hizo un sonido tan brutal que lo primero que se me vino a la cabeza fue un misil. En mi imaginación surgía un misil que golpeaba con furia el piso y lo quebraba. Pasó nuevamente ese estridente sonido por mi ventana y el miedo me consumió, me lancé al piso, tal cual explican los expertos en desastres, al lado de mi cama me acurruqué.
No sé si era una persecución, o el gobierno demostrando su poder, cual lobo furioso dueño de la tierra. Sabes, me siento triste, porque en vez de lanzarme al piso debí preocuparme por el ser que más amo, no sabía qué sucedía, de modo que reaccioné ¿seré digno de tu amor? Tal vez algún día en la lejanía del tiempo tenga derecho a decir: te amo.
Estamos en guerra, aunque lo queramos negar nuestro país no es como los demás. Una vez leí un escrito que hablaba sobre bombas en patios de casas y otras tantas cosas tan cercanas como las teclas que oprimo en este instante. Desde que nací ha sido normal la vida citadina, con sus espejismos de seguridad y felicidad ¿hasta dónde el gobierno puede proteger nuestra fragilidad? Fiestas de independencia, borrachos en tabernas, soldados en éxtasis rodeando el casco urbano, ése que a lo lejos los campesinos lo ven lleno de centinelas.
Hoy descubrí que estamos en guerra y lo que eso significa. Puedo perder a todos a quienes amo, puede mi biografía desaparecer en segundos y mi suspiro llenarse de letales fuegos. Pensé que no le tenía miedo a la muerte, descubrí que sí, me apego a ella y eso me hizo feliz.
La violencia significa dolor, rencor, odio, bombas, injusticia, masacres y para muchos es peor que cualquier infierno, por eso hoy debo decir que la paz es para algunos, los que están dispiuestos a asumirla. Mi vida cuelga de un hilo como la suya si vive en este país, ya no está lejos está aquí... cerca, lo persigue y créame, lo puede alcanzar. Por el derecho a una humanidad que aprenda del pasado lo llamo a que se cuestione si vivimos en paz, si el gobierno es de paz, si la publicidad no es más que un encanto dominical y nuestra realidad un pesado silencio semanal.
viernes, 16 de julio de 2010
Angelus V
A toda velocidad, como diseccionando la ciudad, dos almas en medio de luces halógenas parecen perseguir el infinito. Los transeuntes hipnotizados, asustados y confundidos por el sonido ensordecedor de la moto para su camino para ver el espectáculo. A veces pareciera que se van a chocar con la realidad, sin embargo el conductor es tan diestro que puede esquivar pequeños y grandes carros a la velocidad del latido del corazón.
Atrás se ve una sotana y una cruz de plata bailando con el viento, sonidos artificiales, risas, làgrimas, miles de historias pasan a cientos de kilómetros y se difuminan con el efecto doppler. De repente la gacela motorizada disminuye a la entrada por una larga calle de la zona industrial. Lentos, casi tan delicados como gatos se desplazan sin hacer ruido. Uno de ellos, el más jóven se quita el casco, el enviado del señor se baja con él, con la mirada perdida, confundida, cautiva en algún lugar de la cordura.
-¿Para dónde vamos?- dice Eduardo tímidamente.
-"yo soy la verdad"- respondió Gabriel con risa tímida.
El arcángel dispara hacia el techo de una gran bodega y empieza a escalar. Las cosas son más graves de lo que parecen piensa el padre. Su corazón se vuelve a acelerar, ve un guardia acercarse y no tiene más remedio que convertirse en cómplice. En el techo se detienen un segundo, Gabriel cierra los ojos, sintiendo la delicada la brisa de la ciudad, mira el reloj, sujeta una cuerda y se lanza al interior de la bodega. El miedo se vuelve terror en Eduardo, no estaba preparado para esta noche.
-¿Qué estás haciendo maldita sea?- dice Eduardo lleno de desesperación
-confía en mí- le dice Gabriel con esa descarada sonrisa con la que suele convencerlo.
Se esconden tras unas cajas, hay un guardia revisando cada recobejo de esa sórdida bodega. Gabriel se da cuenta del infatil miedo a la oscuridad del servidor de dios y en medio de la penumbra atraviesa el espacio entre sus dos cuerpos y lo toma de la mano; si antes tenía miedo ahora el sacerdote iba a explotar de los nervios, los temblores de su cuerpo hacen inevitable su danza con la muerte y hace que una caja caiga. Suenan las alarmas y bastantes hombres de vigilancia privada comienzan a disparar, a seguirlos por un largo corredor. Aún cogidos de la mano atraviesan la oscuridad, el miedo y la monotonía. Entran a un gran cuarto tenuemente iluminado lleno de alarmas. Gabriel sabe perfectamente que hacer y como animal experto pasa todos los sitemas de seguridad. Tienen que ser más rápidos, más fuertes, más rápidos, más fuertes.
Se abre una pequeña compuerta, y helo ahí, un cuadro de dos hombres. El sacerdote experto conocedor de las pinturas de la época no puede evitar su impresión. Es Juan, el amado, recostado sobre el hombro del Cristo, posando su nariz en la parte inferior de su mandíbula. Es una joya preciosa, que curiosamente lo convertirá en un criminal, haciéndole violar el imperdonable séptimo mandamiento.
Toman el cuadro, como si fuesen un solo ser y corren de nuevo, ahora con el cuadro entre las manos, es robado, pero vale mucho como para echarlo a perder. Como si fuese una fiesta las pistolas no se hacen esperar, el arcángel pone un arma en la mano de Eduardo, el cual no experto en su manejo dispara hacia el techo en repetidas ocasiones como si estuviera convulsionando. Logran por fin llegar a la moto. La encienden y con la certeza de que ayer eran simples conocidos y esta noche los había convertido en criminales, huyen. Ayer eran un sacerdote y un jóven que se preparaba y hoy son iguales, fugitivos.
martes, 13 de julio de 2010
Susurros del mar
Para decir bajito lo que callamos, lo que gritamos…
Para impedir tormentas y torrenciales palabras inéditas.
Curvos pensamientos circundan la marea
Con la sensualidad plateada invocan dioses piratas
Olas de secretos se resbalan por la mirada baja
Tenues luces iluminan el sentido de la estética.
La naturalidad de la palabra llorada, aguada, húmeda…
La honestidad de la mirada confundida
Expreso está en las nubes nuestra vida
Lejos en el horizonte diluvian nuestras nostalgias invernales
El otoño no abandona a los eternos creadores.
Erosionadas mentes hidratan el tacto
Aromas orientales recorren los genes del soñador
La sirena duerme mientras el marinero cree.
Espejos rotos, mundos que se agitan en medio de la soledad
Caballos en desiertos, furia roja en la tempestad
Demarcando el paso los pulpos se van
Y este canto de nereida… es sólo una forma de hablar.
lunes, 12 de julio de 2010
angelus IV
Bogotá a veces llora con rugidos, con calles llenas de huecos, con neblina fatal, a veces el llanto rompe neumáticos, tímpanos, estrella transmilenios, destroza andenes, pero es extraño, tiene la capacidad para en una sola tarde volver a ser la ciudad radiante, ésa de atardeceres eternos; hace unos minutos llegaron cartas del padre David, a cada una de las aves de negro de esa casa les llegó un mensaje. La profundidad de sus letras siempre hace grato leerlo. Eduardo tomó su carta unos segundos, se marchó a su cuarto y como niño en navidad le rompió aquel distintivo dorado. Lo primero que se asomó fue una postal con el rostro del señor caído, el romance místico que carga su mirada es algo que inspira a creyentes y paganos, brujas en el cielo hablan de su melancolía como los ángeles del cielo y de la tierra.
"Querido Eduardo, no tenía ganas de enviar carta más que a ti. Sin embargo, creo que entiendes que no se puede ser descortés con quienes convivimos, de modo que llené de gratificantes frases cada una de ellas.
Necesito aire, necesito pensar, sentir creer. En la parroquia diariamente me paro y le digo a la gente que debe hacer, bendigo casas, bendigo libros, vestidos y velas entre otras tantas. Pero... siento que me falta algo, llevo días preguntándome qué, sentí que me faltaba fe, devoción, iluminación. Le oré a Gabriel, a Rafael... al mismísimo Uriel y ¿qué crees? Ninguno me respondió.
Me duele decírtelo y sonará traidor con el altísimo pero es urgente decirlo. En estos momentos en los que atravieso por dudas me doy cuenta que eres como mi hermano, mi única familia, eres todo lo que tengo...
Quizás pasen meses antes de que te envíe la próxima carta, en caso de que dentro de tres meses, exactamente el 5 de octubre, no tengas noticia mía, harás lo siguiente: irás a mi habitación, en la pared oeste, la menos iluminada contarás cinco rocas de arriba hacia abajo. Verás una inscripción llama a ese teléfono, entenderás que la ciudad de Dios está en todas partes.
No te preocupes por mí, la gracia del divino me guía y a ti también."
Con ese típico sentiminto de sosobra comió el pan que le trajo el monaguillo. Sabía a nada, sólo sabía a pan. Quiso ir donde la única mujer que lo entendía, Margarita, una señora de sesenta y siete años experta en el arte de preparar té. Se puso un saco morado y con purpúreos pensamientos se dispuso a viajar como bola del desierto. Ese edificio grande, circundado por hierba anunciaba su destino. Se anunció en la portería y subió unos 8 pisos, estaba unos cuantos metros más cerca del cielo. Una mujer con una mirada dulce y penetrante abrió la puerta, ojos que algún día encantaron hombres ahora amadrinaban uno.
-Llegas tarde- dijo la anciana
-nunca es tarde para hablar claro-repuso el ministro del señor
-a veces, muy de vez en cuando uno se da cuenta que es tarde para cumplir sus sueños. Quizás no tarde pero tampoco temprano-dijo con una sonrisa intrigante.
El olor a flores invadió el lugar, se revelaron cosas nunca dichas en tabernas, el hechizo de esa bebida milenario calentó los ánimos y las palabras fueron verdad: "entre cielo y tierra no hay nada oculto". Al contrario de lo que pensaba ella escuchaba con atención y entendía sus sentimientos. Una guerra, una hija lesbiana y un esposo corrupto le dieron la suficiente flexibilidad para comprender que la vida a veces es mejor sin fórmulas éticas, más que la número uno: serás fiel a ti mismo.
Viendo su reloj, que curiosamente giraba en sentido opuesto a todos los demás, ya casi era hora. Se acordó de su trato con David, confirmar a los adolescentes de la ciudad. Corrió, se tropezó, cayó, se sonrojó, se levantó, se limpió, encendió el carro, voló y de alguna misteriosa forma volvió el tiempo más corto y llegó.
Mujeres rimbombamtes, cariñosas, un tanto autoritarias y muy sobreprotectoras llevaron a sus tesoros a encontrarse con dios. Todas se abalanzaron sobre Eduardo como si fuera una figura pública, le preguntaban si él era el reemplazo, le decían que dios era muy bueno, que qué vestidos era necesario para confirmarse, etc. A lo cual él respondió: "dejad que los niños vengan a mí". Inocentes sonrieron, corrieron a sus autos, buses, entre otros y se fueron con la seguridad de que el corazón radiante del servidor guiaría a sus niños por la senda del bien.
Entró al salón, algunos estaban porque querían ser ángeles, otros con casi ropa, estaban obligados por la tradición. Aburrido, o más bien acostumbrado les pidió que se presentaran. Uno a uno, con los típicos nervios decía su nombre. En aquél rincón, salido de la nada, como mensajero del olimpo uno de los de la preparación dijo con esa voz llena de eco y amplitud: Gabriel; impunidad, pecado, malicia, todo eso describía lo que Eduardo sentía en ese instante, verguenza. su corazón se aceleraba como hace mucho no lo hacía, sus mejillas se calentaban y un tono rojizo rodeaba su faz. Intentó toda la hora mantener la cordura, pero temblaba cuando escribía algo en el tablero, la voz se le quebraba, se le olvidaban cosas, intentaba ignorarlo pero era imposible, el fuego de este ángel era similar a los soles alquímicos.
Por fin finalizó ese infierno divino, alistó sus cosas, se despidió, la gente salía y Eduardo preparado a su fuga caminó rápido hasta la puerta, cuando de repende, alguien jala su manga y ninguna oración podría salvarlo de este calvario.
-no te acuerdas de mí-dijo Gabriel
-vainilla, chocolate... digo, vainilla.. eh... eh... tú me entiendes- sus nervios lo traicionaron
-veo que me recuerdas bien- tomó su brazo, subió su manga y anotó su teléfono el jóven con nombre de arcángel.
-te necesito esta noche- finalizó con esa frase Gabriel.
Eduardo sudaba, tenía taquicardia, pero todo eso lo disimulaba con un fingido parco rostro. Ya en su habitación mirando al techo, surgió una especie de fuego en su interior, surgió sed, esa sed que sienten las mariposas por le néctar, esa sed que nos hace menos que un humano y más afortunados que un dios. Una sensación dulce y radiante recorrió su abdomen y lo paralizó. Posterior a esto quiso salir del encanto, rezó las letanías en lejanas lenguas muertas, una tras otra sin ecivocarse ni siquiera en una frase. Su rostro sudaba, sudaba y de un momento a otro, empezó a destilar sangre.
Llegada la noche, sin saber cómo había llamado a su arcángel y habían acordado encontrarse en un lugar. Una calle de un color gris casi azul índigo, solitaria y sin salida. Llegò su cita, se acerco lentamente mirándolo a los ojos y le susurró: nos siguen.
lunes, 5 de julio de 2010
Angelus III
Casi sin hacer ruido se alistaba para traspasar la niebla húmeda que circunda las carreteras. Todos los implementos necesarios y su mente seguía en otro lugar, no sabía bien dónde, quizás eso no era lo más importante. Cuando uno llega a las afueras de la ciudad, es como si viajara a otra dimensión, el sol golpea las nubes refulgentemente, el pasto se llena de colores intensos, se ven pinos y olores fuertes de bosque comienzan a recorrer los sentidos sonámbulos del recién levantado. En medio de ese éxtasis matutino debía encontrar el kilómetro 17 pero sin sospecharlo, el carro comenzó a sufrir un ataque de asma, tosía sin parar casi gritando al asfalto su grave enfermedad. Frenó poquito a poquito hasta encontrar el lugar más rebuscado y quedarse hasta que mejorara su resfriado.
En este instante el guerrero de dios se levanta, busca las herramientas y concluye: me varé. En cierto momento decide caminar hacia el lugar más cercano, parece ser poblado, o algunas construcciones ha de tener. Abre las rejas con estilos curvos y bastante decorados de lo que parece ser una hacienda. A medida que camina la niebla se despeja tímidamente, por fin llega a un enorme templo griego, con un ángel gigante, de mármol quizás. Posee una lanza, unas alas enormes y una mirada llena de fuerza y dulzura. Las nubes terrestres despejan el lugar, ve flores, otros templos y se da cuenta que se encuentra en un cementerio, la morada de los muertos. El olor de la hierba seda su conciencia, cualquiera pensaría que el nervioso Eduardo habría de huír, de desvanecerse y volver a su cotidianidad, a su carro, pero no, hoy no.
Camina sobre aquel piso empedrado, cual virrey colonial mirando sus propiedades. Las lápidas observan con nombres propios y extranjeros, con fechas, con historias, con dedicatorias, unas solas, otras acompañadas... algunas enormes, un grupo familiar con orquídeas amarillas... unas solas, otras acompañadas. A lo lejos ve el roble amarillo, los pájaros cantan y cree recordar este lugar, se ve a sí mismo con pantalones cortos y unos 23 años menos... a medida que se acerca, a medida que se acerca el corazón vibra, la mente palpita y los pies piensan, a medida que se acerca recoge un pedazo de sí mismo que dejó en algún lugar del tiempo y el espacio. Por fin está frente a frente con aquella lápida de flores viejas y desarticuladas, el nombre es más visible... es la tumba de su madre. Un minuto, una hora, un segundo, un siglo, una milésima, un yo no sé qué, pero completamente lleno de silencio, simplemente invadido de silencio, las manillas de su reloj guardaban el mismo suspenso cementerial. La madrugada era la misma, el pasto seguía lleno de rocío pero ese segundo, ese pequeño espacio en su biografía le devolvía el sentido a su forma de caminar, a su forma de peinarse, inclusive a su forma de amar. Una pequeña lagrima se desliza sobre su mejilla derecha, mientras otra, obra de la neblina condensada en su mejilla izquierda resbala. Habiendo dado su pómulos no 7, ni 70 veces, tan sólo humedeciéndolos en dos ocasiones había dado algo superior al perdón.
Un ruido de crujir de hojas rompe por completo la atmósfera, el encargado de ese lugar está de lápida en lápida, regando las flores; es hora de marcharse, se acerca a aquella puerta raquítica, mira unos segundos hacia atrás y continúa. Dispuesto a volver a su realidad se sube a su carro, junta sus manos y dice: qué diferente sería si yo no hubiera tenido miedo a amar a tiempo. Enciende el motor, por obra y gracia del espíritu santo la pulmonía de su auto ha desaparecido por completo. Un barrote blanco le indica que faltan tan sólo tres kilómetros para su destino, giró por la caseta de postres y he ahí la casa del enfermo.
Frunce el ceño mientras saca parte por parte su disfraz. Está preparado, timbra y le abre con una enorme sonrisa y mejillas rojas la encargada de la limpieza de la casa.
-Sumercé, aquí lo estuvieron esperando hace rato, pero ya todos se fueron. Pero si usted quiere puede pasar el enfermo está en el segundo piso-.
Un tanto avergonzado sigue su marcha, quiere volver lo más pronto a su guarida. Toca la puerta y una voz juvenil, casi adolescente le dice: siga. Abre la puerta y le recibe un jóven, la habitación posee grandes ventanas y una cortina cenicienta, parece iluminada por el sagrado corazón. La mirada del convaleciente se asemeja a la del niño dios, cabello rubio, liso, ojos profundamente azules, una sonrisa infantil y aquella dulce manera de saludar: hola. Eduardo sonríe y replica: hola. Ambos están en ese preciso instante en el que ninguno sabe como llegarle al otro. Hasta que el servidor de los ángeles nota el estuche de viola.
-¿tocas violín?-
-no es un violín, es una viola-
-¿cuál es la diferencia?
-el violín se queja, la viola llora-.
Se miran por un instante, reconociéndose, como primates.
-acércate-
-espero que llegue tu tía para comenzar con el servicio de los santos óleos-
-sólo quiero ver ese vestido, nunca lo he podido tocar ¿pesa?-
-No mucho-
Impresionado, ve como esas manos recorren su vestido, siente su respiración acelerada, es algo extraño, hace mucho nadie lo inspeccionaba. Para sus adentros piensa: "si él tiene derecho a seguir su curiosidad ¿por qué yo no?" pone sus grandes manos sobre el dorado cabello y lo acaricia. Ambos siguen ese instinto de reconocimiento, tocan las fosas de sus ojos, muy nerviosos acarician el contorno de sus rostros, pasan los pulgares por sus labios, recorren el largo de los cuellos. Eduardo pierde el control y pasa saliba, siendo evidente en la manzana de Adam.
-Sabes, desde que tengo esta enfermedad, todos se sienten con derecho a juzgarme, es como si fuese invisible, como si el amor dependiera de un estado de salud. Inclusive hay quienes creen que abrazarme es contagioso, lo doloroso no es tanto lo que tengo como sí lo que perdí. No hay mayor castigo que la distancia, no hay mayor maltrato que el abandono, ayúdame por favor-.
En ese momento Eduardo recordó que el amor lo cura todo, que nunca estamos solos, que inclusive en los momentos difíciles hay presencias sutiles que acompañan nuestras vidas. También recordó aquella frase que su preparador siempre le decía: "recuerden que el señor dio su vida por nosotros. Nos dio todo lo que tenía, por eso cuando alguien requiera de nuestra ayuda actúen como él, entréguense totalmente, sientan el amor de dios en su sangre y entréguenlo por completo. Recuerden aquello que dan, no lo dan ustedes, sino el de arriba".
-No te negaré nada- dijo el sacerdote.
Besó al jóven con mirada de Cristo. Cargado de amor puro, de compasión, de verdad, de ternura; aquellas palabras habían llegado a lo más profundo de este ser. Aquél besó lavó sus heridas, lo devolvió al vientre y recordó cada segundo de su vida, vio pasar miles de momentos y descubrió que ese néctar incondicional era lo que buscaba. Los labios duraron juntos, conociendo la resurrección, en entrega completa, entregando inclusive aquello que no se tiene. De testigos tenían el cielo y la tierra y supo Eduardo que había hecho bien, que logró llegar a ese lugar carente de amor. Por fin y completamente amado el enfermo ahora resucitado, dobló su nuca, lo miró con los ojos húmedos y dijo: gracias. El servidor de dios simplemente sonrió. El resucitado cerró los ojos y se dispuso a regresar a su hogar.
Habiendo cumplido su misión y con una sensación de éxtasis, sintiéndose tan liviano a pesar de la sotana dejó el lugar. Coincidió al salir con la mujer que le abrió, la cuál al descubrir que había partido el niño de sus ojos, se echó a llorar, clamaba ayuda a las enfermeras, pero ya no había nada que hacer, la oruga se había vuelto mariposa, lo que había en cama era sólo un cuerpo.
viernes, 2 de julio de 2010
Angelus II
Casi como fotografía el niño con nombre de arcángel aparecía una y otra vez en su memoria. Por un momento salió de su habitación en busca de un tiempo pasado, persiguiendo el día de ayer, pretendiendo devolver los segundos y volver a saborear esa cucharada llena de vainilla y cereza. Las fantasías suelen ser crueles con los encarcelados y eso era su habitación en estos momentos... una simple prisión de los deseos; por un momento su mente retornó al silencio y ahí estaba el Cristo, mirándolo fijamente, como si ambos estuvieran estacados en la vida, sangrando por el costado aquéllo que no quiere ser público.
Siendo la hora de la cena, David, su amigo de incontables catequesis, de noches sin dormir estudiando teología, aquél que le brindó la mano cuando sentía que su fe se doblegaba, lo llamó para que en comunidad los cuervos pudieran reunirse en el comedor; las conversaciones comenzaban con la señora Leonor y sus hermosos hijos, para luego terminar en el último comunicado de monseñor acerca de política. Hoy había algo diferente, Eduardo, con esa vestimenta que simula a un jóven confirmado, parecía hacer un voto de silencio; el té expulsaba refulgentemente humo, como si quisiera volar, escapar, gritar, diciéndole: ven a mí. Sin pensarlo dos veces lo tomó a pesar de sus cientos de grados centígrados aplicándole castigo divino a su lengua que deseaba cumplir con el octavo mantamiento: "no dirás falso testimonio".
Sus noches eran casi ceremoniales, después de beber el té, todos se dirigían a la habitación de estar a ver el noticiero. Según el padre Andrés, que con su acento paisa se jactaba de aconsejar a todas las demás aves de luto, un servidor debe estar bien informado, ya que no saber es una forma de autoengaño. De repente salen los escándalos de la iglesia, sobre pederastría, con vergüenza y vestidos de colores solemnes los acusados son entrevistados. Se hace un recuento sobre el picante tema de la sexualidad y el papel de la iglesia en crímenes de dicha índole. Se miran fijamente los cinco, como buscando en las pupilas del otro respuestas a preguntas nunca formuladas y David rompe el silencio.
-me parece que me tendré que ir a Roma, las cosas empeoran, nuestro nombre en todo el mundo esta siendo puesto en entredicho, hay que tomar acciones. Sin embargo necesito que alguien tome la preparación para la confirmación, pienso que podrías ser tú Eduardo-.
Saliendo de su encanto nocturno abrió sus ojos que asemejan los de un buho y con su usual parsimonia le fue imposible de nuevo responder que no. Ahora le tocaría enseñarle a una cantidad de muchachitos el significado de dios, de la virgen, de la vida fuera del pecado, de la rectitud, sería como un anunciador; para sus adentros repite: bueno al fin y al cabo para eso somos los hombres del señor, para anunciar su palabra.
Preparó los implementos para los santos oleos del jueves que doña Elena le había pedido, mientras alistaba los vestidos un sueño mordaz atravesó su caminar y quiso dormir. Se recostó y casi como en un calvario entró a una muerte temporal... pero hay que recordar que para los elegidos no hay muerte, sino otra vida; soñaba que estaba en un bosque caminando entre lobos, sus ojos fieros atravesaban el verdor. Veía a lo lejos una luz que lo guiaba, a medida que se acercaba un árbol de cerezas, con panales de miel. Era tan hermoso el cuadro que quiso cerrar los ojos y disfrutar de ese ambiente, poco a poco sintió que sus labios eran tocados por otros... dulces como aquel árbol. Suponiendo que era una revelación no se negó a seguirlos besando, quiso abrir los ojos, poco a poco veía una silueta llena de gracia que era imposible distinguir por la luz que estaba atrás de ésta. Se sintió feliz, como pocas veces en la vida y supo que detrás de ese ser que besaba estaba el señor. Cuando iba a abrir los ojos completamente para poder detallar al ser en cuestión, abrió sus ojos físicos y se despertó sudando. Un cuarto frío, con sotanas y una madrugada de santos oleos... pero un recuerdo que queda y no se va.
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