Un ángel blanquísimo como el alba que los ejecutivos no suelen ver se le acercó.
Débil y entregado a la tierra que lo vio nacer, acostumbrado a lo paranormarl de la vejez, se acomodó el gorro y le dijo: ¿qué más?
El ángel acostumbrado a ser el que impresionaba estaba sorprendido: "llegó tu hora de ir al cielo"
El anciano movió la cabeza hacia los lados, indicándole que no entendía: "mi lugar al cielo déselo a alguien más, quizás su necesidad sea mayor que la mía. Deme un viaje al infierno si no le molesta"
Aún más confundido el sujeto celeste, sujeta si se prefiere, ése de la mirada cementerial le pregunto: pero ¿cómo? ¿Acaso no te das cuenta que es un lugar horrible?
Los enormes ojos azules se abrieron como el cielo después de la tormenta, claro como el cuarzo azul y el sabio viejo le respondió: "toda mi vida luché por un cielo que me parecía imposible, me dediqué a encontrar sentimientos y en la cumbre de la edad le tengo una noticia, el cielo es una noción, una creencia verdadera, el espacio es la excusa... No sé si me hago entender, no es dónde usted está lo que lo hace pleno sino cómo se siente. Por todo lo anterior le agradezco su ofrecimiento pero encontré lo que se me había perdido en este plano de existencia; viajé por las dunas del desierto, encontrando miradas amigas y enemigas, al final miradas, hace poco en un espejo noté que la pupila era infinita y descubrí lo que había venido a buscar... mi cielo. Le regalo el suyo... acabo de descubrir el mío"
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Me ha sacudido fuerte.
Ese anciano es tan sabio que duele lo que dice.
Por lo cierto que es.
Besos.
Publicar un comentario