En esa época tenía 17 años. Envié muchos formularios a muchas universidades. El que decidí enviar a la institución en la que actualmente estudio, era para biología. Curiosamente, no salí entre los seleccionados. Qué decepción. A pesar de tener uno de los mejores Icfes se cerraron las puertas de manera agreste y sin explicación en tres universidades.
Por cosas del destino, terminé dónde estoy. Las clases llenas de ecuaciones siempre me pertubaron; me hacían sentir intranquilo, como si estuviera en el lugar equivocado. Por el contrario los biólogos viajaban a lugares hermosos, construían amistades sinceras y aprendían del universo. Mientras tanto, a mí me tocaba resignarme a unas páginas a blanco y negro, odiosas y sin gracia; con el menor gesto de clemencia por alguien que llevaba un tiempo sin ver materias.
En varias conversaciones, por el número de código, comprendí que mi aplicación a biología nunca llegó. En esa época tenía un computador portátil bastante malo (un internet peor) el cual demoraba siglos para hacer efectivo cualquier procedimiento.
Mientras los profesores de biología eran amables, cercanos a sus estudiantes, los míos tenían en la mente una creencia de superioridad. Sus doctorados los hacían pensar que habían comprado el mundo, por lo menos la gran mayoría de ellos me enseñó lo que uno no debe ser en la vida.
Hoy no hice bien las cuentas y me quedé sin dinero. Entonces, gracias a que tengo unos pies que parecen naves espaciales (me llevan donde quiero) decidí atravesar un buen segmento de la ciudad. Mientras pasaba por el centro comercial que en mi niñez conocí como Granahorrar, al lado de la iglesia de la cual robaron el venado de San Francisco, me encontré con una amiga. Valerie es su nombre, y nos conocimos en primer semestre. Fue conversación llena de paz, libre tensión. Me dijo que me veía bien con el cabello corto. Me contó que había ido a la selva a trabajar con aves. Iba acompañada de un compañero barbado (¿el novio?) con una mirada muy dulce. Es en este momento cuando miro las estrellas y me pregunto ¿por qué mi aplicación no llegó?
4 comentarios:
Mala suerte?
Que rabia.
Saludos.
a veces las cosas tardean en llegar, quizas demasiado
El destino, seguro, te tiene reservado algo ...
Estas ahi por que así lo has escogido...
Uno demora mucho en comprenderlo, hay personas que se van de esta vida sin saberlo siquiera.
El camino que recorres es el que te ayudará a llegar a la explosión de la conciencia, es ahí y no donde creías, que podrás realizar completamente tu cometido en esta vida.
Al pasar el tiempo lo comprenderás y, como quien juega triqui, trazarás una línea recta que unirá esas X que ahora parecen no tener sentido.
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