Me disculpo por este post, hace años que no hablo, ni leo en francés, motivo por el cual decidí hacerlo en mi lengua materna: El castellano.
"L'Espirit Des Glaces" o "El Espíritu de los Hielos" me ha llegado en una época atípica. Estamos en pleno fenómeno de El Niño (todo está muy seco) y este es el mes que más lluvias reporta históricamente la ciudad. El clima está extraño, hace frío, llueve de a poquitos, a veces se me mojan las medias ¿y qué más da?
Me comenzó una gripe, de ésas que se parecen a la alergia. Y comencé a sentir por los libros, algo que hasta el momento no había sentido: Hastío. Quizás sea porque los últimos son literatura americana del siglo XX (mucho sexo y mucho cerebro) o tal vez sea común llegar de vez en cuando a estos puntos. Me dejaron de impresionar ciertos textos. Y caí en cierta apatía.
En mi mesita de noche yacía un libro para niños en francés, el cual había eludido por pereza o por destino.
"El Espíritu de los Hielos" cuenta la historia de un chiquillo de siete que visita a su abuela. Su madre nunca le había hablado de ella y su padre es un tipo racional. Una vez en casa de Nnutak, la descubre orgullosa, sincera, de manos gruesas y cabellos blancos. A pesar de parecer una cascarrabias, su espíritu es suavizado con un chocolate.
Los padres están cumpliendo un requisito, visitar a una vieja. Pero el niño descubre en el espíritu salvaje de la anciana, en los hielos perpetuos del norte, en la tundra y los animales, algo propio y trascendente. Ella le confiesa, que oró a sus dioses para conocerlo lo cual hace que el encuentro sea inolvidable.
La familia vuelve a la casa y deja a la vieja; sin embargo, Constantino, creció pensando en ese encuentro. Y una vez adolescente, decide volver, en contra de lo dispuesto por su padre y a pesar del comportamiento inusual y hermético de su madre.
Una vez llegan a la casa de Nnutak, su madre decide quedarse en el pueblo. Entonces la abuela lleva a su nieto al corazón de los hielos del norte. A medida que avanzan y reconocen el espíritu natural del humano, ella le cuenta la historia de la familia.
Nnutak tuvo un padre llamado Ulises (qué linda referencia ¿no?) quien era un profesional brillante y una gran persona. Se enamoró de una de las nativas del Gran Norte y se casaron. Las familias de esa zona son muy apegadas pero a pesar de eso, ella decidió vivir su vida.
Hubo alegría hasta que estalló la guerra. Ulises fue al frente de batalla y regresó loco. Sí, loco. Hacía cosas que la gente del común no entendía, se escondía como si estuviera entre barracas. Su esposa decidió volver al Gran Norte y dejar a la pequeña. Nnutak no supo si fue porque no la quería o porque comprendió que ese demente se estropearía completamente si perdía lo único que le quedaba.
El padre solitario decidió vivir lejos de las multitudes que detestaba .En la naturaleza, Ulises debió enfrentarse a un oso que casi le arranca la oreja. Y luego mató a su cachorrito ¿por qué? Porque no podría vivir sin el abrigo del ser que acababa de morir. Así, subsistieron en medio de la nada con la protección del Espíritu de los Hielos, culpable de devolverle la vida a un hombre deschavetado.
¿De qué vivían? Ulises se dedicó a aprender a hacer canoas. Perfeccionó su técnica y logró darle sustento a su familia. Nnutak se embarazó y no supo de cuál de todos los chicos con los que había estado. El padre llevó a su hija al mejor hospital del pueblo. Después del parto, mientras cruzaba la calle, fue arrollado por un carro. Y Nnutak se quedó sola.
Kirsten, su hija, resultó ser muy distinta a su madre. Le gustaba el pueblo y se desplazaba en un caballo noble y poderoso llamado Atlas. Con los años, hizo lo que necesitaba: Dejó la casa y comenzó a vivir una vida de "ciudadana".
En cambio Constantino en ese encuentro, encontró su espíritu salvaje; la naturalidad de los animales, la belleza de la amistad sincera y el conocimiento de su familia: a los cuarenta años solían tener canas. Su abuela le advirtió que debía prepararse para estar solo y no pasó mucho tiempo para que encontraran el cadáver de la anciana sobre el suelo con algunos huesos rotos. A pesar del accidente, el rostro reflejaba placidez.
Era el libro que necesitaba. Me recordó las historias de "Mujeres que Corren con los Lobos" y me devolvió la emoción que la literatura había comenzado a perder. Hoy es de esos días en los que me dan ganas de tirarlo todo al carajo y correr con lobos, arrear trineos y descubrirme un poco menos civilizado, un poco más salvaje, quizás más ético...
Sin duda, un excelente libro para niños de espíritu glacial.
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