viernes, 1 de abril de 2016

Tú, el rascacielos


Edificio Bacatá, Bogotá D.C

Estás de pie, en medio de las calles.
Qué soledad se debe sentir al ser el más alto y el más moderno.
Como una modelo introvertida, posas tímido en una esquina.
Escuchas el rugir de esta extraña selva.

Los edificios más viejos
te cuentan cansados,
historias de una ciudad febril y difícil de imaginar.

El Colpatria te habla de los suicidas desempleados,
y tus vecinos antiguos,
te cuentan sobre los mendigos,
sobre los perros que se recuestan a medio día,
y sobre ese tatuador nervioso que tiene sexo casual en los baños.

En la madrugada,
una luz blanca y viril atraviesa los cerros,
que abiertos como piernas abandonan el azul profundo
y despiertan a la angustia de la vida diurna.

Comienzan a correr miles de buses que transportan almas secas,
rostros arrugados por la dureza de la vida
y un conductor que le pita a las prostitutas de la décima.

Tal vez en la tarde,
cansado de nuestros delirios,
miras esta ciudad de ladrillo,
encenderse del color de los salmones,
y reflexionas sobre el sentido que tiene estar arriba y no abajo.

¿En qué ciudad has nacido rascacielos?
Tú puedes ocultarte en las nubes.
En cambio yo tan bajito,
me debo conformar con los muros y las sombras.



2 comentarios:

CrisC dijo...

Creo que en nosotros aún alienta, y espero que lo haga siempre, un cierto animismo, mucho más natural que las religiones "del libro", y mucho más inocuo.

Es al poeta a quien hoy día le corresponde recuperarlo, es menos una vocación que un destino.

Este post lo prueba.

Vicky dijo...

CrisC, agradezco que cites el animismo y la poesía, ambos caminos para recuperar nuestros instintos y de alguna forma, volvernos heresiarcas. Los objetos y los significados nos habitan, entonces es inevitable citarlos en sueños y utopías.