Ilustraciones: José Antonio Suárez Londoño
En mi caso, que crecí en una cultura católica hispánica (la corriente más severa de todas), la biblia sólo hacía referencia a algo divino. Y lo divino usualmente era asexuado, estéril y etéreo. Me educaron en un colegio católico que adoraba a la Virgen y ahí de paso, su virginidad. No sé de las dos cuál adoraba más, lo que es cierto es que el cuerpo y el deseo, eran impulsos censurados con amabilidad en un siglo que mira con recelo el medioevo.
En mis clases de teología tuve profesores obsesionados con hablar mal de la masturbación. Pero también los hubo inteligentes. Una de ellas, pretendía reivindicar una religión ya maltrecha desde las cruzadas y la inquisición. Y procuraba mostrarnos a mis compañeros y a mí, libre de los típicos prejuicios puritanos, el catolicismo, el judaísmo y el cristianismo como algo humano, cosmopolita e imperfecto.
En una clase nos leyó un aparte del Cantar de los Cantares y desde entonces no pude olvidarlo.
"El Gran Canto de Salomón" es una traducción al español del cantar de los cantares. Este poema judío fue escrito después del siglo VIII antes de Cristo. Fue atribuido a Salomón para llenarlo de prestigio. La traducción, fue realizada al verso clásico castellano, en verso alejandrino, es decir, de 14 sílabas y en estrofa de cuatro versos.
El poema consiste en el amor entre una pastora y un pastor. Plagado de metáforas naturales, símiles sensuales y apologías eróticas, devela más que un amor platónico, un encuentro con el cuerpo que vibra, siente y necesita. No es una reflexión Socrática sobre el amor, es una descripción de la necesidad del otro, de los desiertos, de los árboles, de las carpas, los cuerpos y el sexo.
"...Te llevaré a mi casa, la casa de mi madre
te llevaré a la alcoba de la que me engendró;
allí tendrás el vino y el mosto de granadas
y la misma ternura con que ella me formó..."
El poema es a dos voces, entre ella y él. Consiste en preguntas y respuestas, polos opuestos, seduciéndose a lo largo de los siglos.
"...Por todas las gacelas y las tiernas ovejas,
amigas y muchachas, las de Jerusalén,
no hagan ruido ni nada que despierte a mi amada,
déjenla que disfrute tal como en un Edén..."
No pude olvidar esa clase de teología en la que leímos parte del poema. Porque basta unas líneas para comprender que lejos de los púlpitos, de las mazmorras con crucifijos y los confesionarios de cedro, los pastores hablaban con profunda poesía y ternura, sobre lo que no puede ser más que humano y alegórico.
2 comentarios:
" (...) hablaban con profunda poesía y ternura, sobre lo que no puede ser más que humano (...)". La poesía nace, mana de la propia carne. Si renegásemos de ella, ¿qué nos quedaría? Un abrazo, Vicky.
Luz Caroba, la poesía subyuga y posee. Nos posee. Y luego no nos suelta.
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