Bastarda por el lío amoroso de su madre, que se acostó con dos hermanos y no supo explicarle a su hija cuál era su padre, Rosa se prometió tener un hijo sin papá.
Buscó a un hombre en la cantina, bailaron rancheras y durmieron sobre un tejado de barro. Dos semanas sin sangre y una prueba positiva.
Era marzo, cuando su vientre apenas asomaba, una catarata roja bajó por sus piernas. Qué lluvioso marzo, qué lluviosas las piernas.
Semanas recostada y dudas razonables, la hicieron pensar cuál riesgo correr: La esterilidad elegida o la batalla incierta. Fue al lugar donde los hombres jugaban tejo, emborrachó a uno de bigote castaño y yacieron sobre la arena.
Entusiasmada fue al pueblo con un vestido solferino. Compró rosas para decorar y mangostinos para comer. Era mayo y los cucarrones volaban por el aire. Uno de ellos, chocó con la boca de la campesina. Sintió un espasmo en el vientre y vio cómo se manchaba su vestido. Esta vez, el tejo no había funcionado. Qué húmedo es mayo, qué húmeda la boca.
Decepcionada, fue a recolectar orquídeas al monte. Un hombre viejo y con la boca seca, le prometió mostrarle más. Una vez solos, el viejo se acercó, Rosa lo rechazó; forcejearon. Finalmente, ella vio una oportunidad. Es bien sabido que el colibrí en el páramo tiene poca competencia y las flores son más astutas. Cuando terminó, dejó a la flor humedecida y cansada.
Era agosto, con los vientos fríos y agrestes, con las cometas y el sol, los venados y las lagunas. Qué colorido es agosto, qué colorido tu vientre... Rosa.
4 comentarios:
Qué magnífico relato has escrito, Vicky, qué regalo dominical. Gracias.
Atticus, agradezco tu visita. Y me alegra que te haya gustado el relato de Rosa. Un abrazo.
Como toda rosa, Rosa porfió por eclosionar. Y agosto llegó. Qué colorido relato.
Crisc, eclosionó, en el mes del viento. Un mes lleno de color después del fenómeno del niño que nos golpeó brutalmente.
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