Yo tenía cuatro años, ella era mayor que yo por uno.
Eso era una eternidad en esa época: Símbolo de experiencia y tiempo.
Entonces, las niñas eran engendros detestables que abusaban del mito de la caballerosidad
para imponer su voluntad y hacer espectáculos cada vez que algo se les negaba.
Pero ella no, ella era diferente: Ese año de más era suficiente.
Ella estaba en "kínder" y yo en "prekínder".
En castellano eso significa que ella podía hacer un año más en el jardín o marcharse de una vez.
Hablábamos en la ruta sobre las figuras de sus uñas,
eran flores de esmalte, detalles misteriosos que me llenaban de curiosidad.
Le pregunté si seguiría un año más.
Me dijo que no.
Que se iría a un colegio.
Agachó la cabeza.
Comprendimos que pronto no nos volveríamos a ver.
Y nos sentimos tristes.
Especialmente yo,
porque de alguna forma...
Me comenzaba a quedar solo.
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2 comentarios:
"Nos encontramos en una corriente donde debemos remontar la marea. La tristeza también es una ola." (R.M. Rilke)
Soledad... ¡Cuánto pesa la soledad!
Luz, nos quedamos solos pero con el paso de los días comenzamos a descubrir nuevas personas.
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