Era uno de ésos hombres que se levantaba excitado. Pero esta vez, el pavor le había robado el derecho al placer que brinda la cotidianidad. Abrió los ojos y tras bostezar, notó con curiosidad no haber escuchado su propio aullido. Se sentó en su comedor blanco e intentó tomar café de una taza desportillada.Sintió ardor en la comisura derecha de su labio, se había cortado. Intentó maldecir a la humanidad, tomó aire y sintió un rechiflido salir de su garganta. Antes de la angustia, le encontró momentáneamente sentido al silencio de la madrugada. Y después, el pánico de saber que su silencio sería largo.
martes, 18 de octubre de 2016
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Magnífico, Vicky. Demoledor (si lo he entendido), demoledor...
CrisC, es el pánico de perder algo indispensable. La agonía del no retorno.
Publicar un comentario