Era uno de ésos hombres que se levantaba excitado. Pero esta vez, el pavor le había robado el derecho al placer que brinda la cotidianidad. Abrió los ojos y tras bostezar, notó con curiosidad no haber escuchado su propio aullido. Se sentó en su comedor blanco e intentó tomar café de una taza desportillada.Sintió ardor en la comisura derecha de su labio, se había cortado. Intentó maldecir a la humanidad, tomó aire y sintió un rechiflido salir de su garganta. Antes de la angustia, le encontró momentáneamente sentido al silencio de la madrugada. Y después, el pánico de saber que su silencio sería largo.
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