domingo, 8 de enero de 2017

La Mala Hierba

Veo unos retoños florecer entre las grietas del andén con una fuerza vital que me cuesta entender. Abundan en los jardines que un desesperado jardinero quiere mantener. No son amapolas o rosas genéticamente modificadas para no tener espinas. Son flores rojo escarlata, dientes de león, tréboles rojos y una infinita variedad de plantas que no se rinden.

Hace 3 milenios en la Grecia helénica, cuando nacía un 
bebé deforme, era condenado a ser arrojado por sus padres a un río. En la actualidad, unos cuantos grados al norte, en las ciudades de la costa Estadounidense caminan mexicanos ilegales, chinos e indios que se rehúsan a hablar un idioma que no les pertenece. Adolescentes homosexuales bailan de manera erótica para los magnates al norte de Afganistán donde se supone está prohibido todo lo que no indica el corán.

En el mundo hay tres categorías: las plantas cultivables, los jardineros y la mala hierba. Las plantas cultivables viven plenamente con nuestro sistema económico darwiniano, lloran la muerte de los dictadores, follan como lo dicen los libros sagrados y cuando sienten que algo fuera de la norma vibra en sus entrañas, toman una copita de algún licor, que podría ser cualquiera, absenta, aguardiente, jerez, sake, chicha, qué se yo.

Los jardineros son los que saben que deben cuidar el jardín. A menudo acuden a la violencia porque es una de las formas más efectivas de anular la realidad. Disparan a mansalva, ejecutan planes antimigración, cogen a golpes a los miembros de la alteridad, inventan formas creativas de burla y a menudo se refugian en la importancia de mantener la integridad de las "plantas cultivables" ¿qué será de ellas si no nos dedicamos a exterminar la mala hierba? 

Y en la última categoría, está la mala hierba. Habitan la penumbra a la que han sido confinados voluntaria o involuntariamente. Algunos caminan con miedo, otros niegan su origen, su forma y sus raíces. Y están en todas partes. Son los transexuales afganos, los opositores de la guerra norteamericanos, los gitanos bogotanos, los punkeros, los rockeros, los bisexuales (que sí existen), los antifascistas, los birraciales y otros tantos, que no podría incluir en esta lista.

Y la dinámica es la misma que en un jardín. Las plantas cultivables, a menudo crecen y son admiradas. El jardinero las riega, las cuida y las encierra. La mala hierba es tozuda, terca, persistente y crece por entre las grietas, al lado de las rosas, enredándose en algún lirio y sin que alguien lo sospeche, florece. Sus pétalos pueden ser de un rojo intenso, más que el de cualquier rosa que hubiera soñado un persa. Y un jardinero estúpido la corta, porque puede ahogar a las demás.


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