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“Swing Time” o si se quiere “Momento de Swing” hace parte de las novelas
recientes de la escritora británica Zadie Smith. Tuve la oportunidad de comprar
una edición en inglés en una librería con una banderita LGBTI ondeándose en la entrada,
cuando estuve en Viena.
A grandes rasgos, la historia se puede resumir como la vida de una mujer
birracial, que tras frustrar su sueño de ser una bailarina, debe enfrentarse a
ser el apéndice de una cantante de pop (Aimee), despertar a la realidad de un
país africano, perder a su madre y ver cómo su amiga de infancia (Tracey)
cumple cabalmente con el destino que le impuso la sociedad, a pesar de sus
talentos.
Contada en primera persona y en tiempo pasado, la narradora logra crear un
paralelo entre ella y su amiga, que son iguales en cuanto a su contexto social
y aparentemente, también frente a su identidad étnica. No obstante, las madres
de los dos personajes marcan una diferencia tajante en las decisiones y en las
opciones que se les presentan. La madre de la protagonista, es alguien que a
pesar de venir de la dificultad, hace un esfuerzo importante para terminar una
carrera y escalar socialmente. Esto no impide que tenga tabús y miramientos con
lo que desea para su hija. Especialmente, cuando se trata de alejarla de su
sueño de ser bailarina o una vez ella es adulta, en interferir en su relación
con su jefe, bombardeando la labor social que desempeñan.
Tracey es el elemento paralelo, la “otra realidad” que podría haber tenido
la narradora, de haber seguido sus deseos. Ella era seductora, precoz respecto
a los chicos y a diferencia de quien cuenta la historia, tenía un talento
innato para bailar. En el cénit de su profesión, la protagonista va a verla a
escondidas, mientras vive una vida eclipsada por los deseos y las niñerías de
una cantante. Finalmente, casi siguiendo un libreto otorgado a las zonas deprimidas
de las ciudades, se embaraza y tiene problemas con los trabajadores sociales.
Uno de los elementos que puede ser peligroso para la calidad de la obra, son
los tabús sociales, representados en la obra. Esto, debido a que pueden presentarse
como rutas fáciles o clichés para enaltecer el nivel de la novela. En su lugar,
creo que la escritora logra atmósferas naturales cuando describe al papá de la
protagonista teniendo sexo con una muñeca inflable o cuando hace referencia a
las mujeres británicas que compran con regalos a adolescentes africanos.
A pesar de que se esperaría que la raza o el género fueran elementos protagónicos,
en mi opinión, el centro de la historia está relacionado con la esperanza y el
destino. La esperanza como el motor que impulsa a los seres humanos a seguir
creyendo en experiencias como el amor, a pesar de las heridas y el pasado. Esta
claramente se manifiesta cuando la narradora le compra un pasaje de vuelo a Lamin,
desde África hasta Londres. Y el destino, materializado en los múltiples niños
que tiene Tracey con diferentes papás, a pesar de haber sido una bailarina talentosa
y elegante.
La madre de la narradora es de los personajes que más cuesta clasificar o
describir. Porque definitivamente marca los caminos que ella debe tomar, casi
de manera asfixiante. Sin embargo, es inevitable percibirla indefensa y
necesitada de protección. Inclusive, sentir el impulso que toma la narradora de
protegerla del resentimiento y los abusos de Tracey.
Lo que más me gustó, además de la evolución de la personalidad de la madre,
fue la escena del epílogo en el que Tracey está bailando con sus hijos en el
balcón. Sin duda una imagen preciosa.
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