sábado, 16 de julio de 2011

Escultor de ángeles

Ya en la facultad de arte comenzaba a notar como los desnudos se volvían cotidianos, los rostros grises... La moda aburrida y las drogas un placer que iba y venía. Vivir le era sencillo, de no ser por esa pequeña soledad que guardaba entre ojo y ojo. Todos tenemos un pasado, ocultarlo es una decisión que él quiso tomar. Gustaba del grafito cuando se concentraba y se volvía brillante. Con recurrencia dibujaba a las mujeres que visitaban su vida... O sus sábanas. Siempre tenía en cuenta un detalle: los labios, debían quedar perfectamente brillantes... Como si el grafito hubiese infectado su memoria.


De su universidad a la casa y de la casa a la universidad... Una que otra noche de pasión, salir con los "amigos" y volver a dormir. Una noche recordaba como mientras nadaba, justo cuando se llegaba a la pared, había que dar un bote. Esa sesanción es indescriptible, la velocidad del movimiento se mezcla con la delicadeza y sutileza del peso del tronco en interacción con el agua y la gravedad. Se dormía... Con lentitud, pero seguía ingresando a esos pasajes de su memoria subacuática. De un momento a otro sus oídos se llenaron de ruidos, su cuerpo de movimiento... Era extraña la sensación y abrió los ojos. Al otro lado de la habitación les esperaba un hombre de pelo negro que tan pronto notó que el durmiente había despertado, corrió al blacón, cruzó la mirada con el artista y se desapareció. Había un leve brillo rojo en los ojos de la criatura... Pero desconcierto en el corazón de Armando.


Poco a poco y sin querer, en vez de ver oscuridad cuando cerraba los ojos, empezaba a ver historias y criaturas. De un momento a otro, el grafito murió y comenzaron a aparecer colores, fuertes y momentaneos, llenos de nerviosismo en sus pinturas. El artista hiperrealista, amante de los detalles, había muerto. Se asemejaba con el pasar de los días a un surrealista quizás ¿o sería un capricho del abstracto? Nadie lo sabía.

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