A veces me gusta recorrer la ciudad. Me relajo, veo a la gente, las multitudes, en general esas agitaciones, esa combinación de ritmos típicas de este lugar. Puedo pensar... Observar la tarde y dejarme llevar como una hoja más. Por cuestiones del destino llegué a ese lugar: tu universidad. Me recosté y miré al occidente, pensaba en si tal vez existía el alma gemela. Mis amores han sido atípicos, no siempre exitosos ¿qué importa si exitosos o no? Al fin y al cabo amores.
En ese lugar me es inevitable pensar en ti. Recuerdo que una vez me llevaste a un parcial, todo ese silencio y tensión me parecían extraños, a esa edad (3 años) no sabía exactamente qué era una universidad. Te lo he dicho muchas veces, y te lo repito, te admiro demasiado. Decidiste en contra de todo pronóstico construir tu vida y abrir camino, eres un ejemplo de soñar y volar; en tus propias palabras: "tu vida es un cuento de hadas".
En los momentos más oscuros de mi camino medité sobre quitarme la vida, sin embargo tu imagen siempre me mantuvo firme. Te he visto trasnochar, te he visto llorar, marchitarte sobre sábanas y volver a florecer... Te he visto resurgir una y otra vez, como la lluvia de octubre, o los vientos de agosto. Definitivamente hay personas con las que vida tras vida establecemos lazos muy fuertes, tú eres una de ellas.
Esa noche, casi como designio de la vida, conocí a alguien que ya conocía. Un hombre cuya mirada escéptica me hace sentir desamparado. Sin embargo sus palabras y sus ojos decían cosas distintas. Ante su manera tan entregada y amable de hablar, de abrir el corazón, sentí miedo... Hace mucho estoy solo, porque es un lugar seguro y volver a amar me aterra, inclusive más que no amar.