martes, 25 de diciembre de 2012

La sangre: de pie siempre.

Desciendo de personas que nunca se rindieron. Sé que lo único que queda de mí son cenizas... Y esto me recuerda una historia. Los españoles cuando llegaron a América estaban obsesionados por un mito que circulaba acerca de ciudades de oro; de hecho encontraron bastante. Su sed llegaba al punto de creer que encontrarían lugares tapizados de dorado.
 
 
 
Si se evoca la creencia acerca El Dorado, a grandes rasgos se trataba de un cacique que se bañaba en oro ¿de dónde surgió ese mito? En el páramo, un lugar sagrado para las tribus, había una planta similar al frailejón la cual dejaba caer sus hojas secas y las acumulaba. Cuando éstas eran quemadas emitían un aroma bastante particular. Los nativos solían aplicarlas en sus cuerpos, lo cual resultaba en un brillo espectacular.
 
Esta historia me hace pensar en cuán diferentes eran mis ancestros, lo que para los peninsulares era oro, para los habitantes de las tierras de montaña, también era precioso... Pero no era un metal. El brillo, el aroma y en general el símbolo que guardaba el ritual, eran preciosos. Esto me deja una lección: "las cenizas son oro, por eso hay que bañarse en ellas".
 
Con base en mis restos he de reconstruir un collage, en el cual sea más fácil vivir.
 
Gracias a los que caminan a mi lado. Un millón de besos.

3 comentarios:

Vía Morouzos dijo...

¿Conoces el nombre de esa planta? No conocía el fraijelón, lo he tenido que buscar. Maravilloso. Me gustan las historias que nos narras. Ellas son El Dorado, no tengo ninguna duda. Besos, Vicky, un fuerte abrazo.

Vía Morouzos dijo...

PD: frailejón, no fraijelón :-)

Elena P.G. dijo...

Las cenizas son el oro...sí. Y nosotros, cual ave féniz, de ellas nacemos y renacemos una y otra vez.
Gracias a tí por acompañarnos en el camino: es más bonito a tu lado.