domingo, 10 de agosto de 2014

Homero

Imagen: http://www.elhuevodechocolate.com/

Borges a través de sus personajes decía "todos somos Homero". No son pocas las referencias al laberinto de Creta, al minotauro (¿tendría cabeza de toro y cuerpo de humano o cabeza de humano y cuerpo de toro?).

En un principio, las nociones de los clásicos me resultaban aburridas ¿quién es Homero? ¿Qué sentido tiene un laberito misterioso?

Herman Melville hablaba de libros, ballenas y de mar. Sin embargo, su referencia a la Odisea (la aburrida) era constante. Algún estudioso, con algún nombre que no recuerdo, decía que su propuesta filosófica se concentraba en lo salvaje de la naturaleza (¿conocería las fuerzas de los Titanes? ¿El civilizado Olimpo que jugaba con las vísceras divinas?)

De la mitología amo que habla en muchas ocasiones de estados del alma. He llegado a Joyce, cuya obsesión es Dédalo. Este artesano fue el autor del laberinto, envidioso y amoroso, mató a un rival y construyó alas para su hijo. Comprendí que los seres alados en la pintura de la oficina de mi psicóloga no eran ángeles, eran Dédalo e Ícaro: el cuadro en el que el padre empujaba al hijo. 

En los diálogos de Platón, es común la referencia a los dioses que rigen el amor, la ciencia, el licor... Es común hablar de entes abstractos dueños de lo que se puede tocar de vez en cuando. Sócrates se rehúsa a hacer poesía pero al final de sus días escribe "Preludio a Apolo".

Quizás Borges no se equivocaba: todos somos Homero. Y yo soy el Dédalo Divino, dueño de mis laberintos, esclavo de mis obscenas pasiones, creyente en el aire... Libre a través del que seré.

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