jueves, 7 de febrero de 2013

Persiguiendo tu rastro

Estaba en uno de esos buses que suelen ir medio vacíos. De repente me acordé de ese video... Conté el número de cuadras que me quedaban para llegar a ti y tras mucho dudarlo, me arriesgué. Me bajé del bus, corrí a toda velocidad con la tutela de la noche; el cansancio no existía.

Tomé la 19 y corrí en línea recta. Me pregunté en varias ocasiones qué hacías en ese lugar. Pasé calles solitarias a una hora no recomendada pero algo en mí gritaba al cielo: libertad, freedom. Y llegué, sentía las yemas de mis dedos palpitar a un ritmo desconocido. Me pregunte si quizás no era la 63 si no la 163. Dudé, pero algo en el ambiente me decía que habías estado allí.

Poco a poco pierdo el miedo, me vuelvo más valiente. Quizás no te encontré en las penumbras y en las sombras... A lo mejor, debo tener fuerza y enfrentarte en las horas de luz. A lo mejor, deba olvidarme de todo lo que he sufrido en mi vida para poder ser feliz... A lo mejor, lo que siento es más fuerte que el miedo... Quizás, sólo quizás... Ya no me interese cuantificar el riesgo... Me interesa vivir la vida.

...Entonces fui feliz, porque mi corazón mandó...

2 comentarios:

Elena P.G. dijo...

Cuando hacemos lo que nos pide el corazón somos realmente libres.¡Y felices!!!

Vía Morouzos dijo...

No hay sensación más maravillosa en el mundo que esa, NINGUNA.