Sonaban unos gritos de fondo, las luces amortiguaban el dolor del círculo de golpes en el cual se encontraba David. Hombres con chaquetas negras se reunían todos los viernes en ese diminuto local de Chapinero. Los colores llamativos en sus cabeza hacían que los transeúntes los tildaran de satánicos. Guitarras desafinadas, rasgados y protestas hacían parte de su grito hacia el mundo.
David desde sus quince años asistía. Siempre los inconclusos se reunían y bailaban al ritmo de una violencia que mezclaba el primitivismo y una ciudad futura, sin sentidos. Salían como abejas, tenían sexo donde fuera. Hoy el día era gris, los periódicos hablaban del fenómeno de la niña: un fenómeno para fenómenos. David se entregaba este mes de febrero al ritual de los golpes, de la danza que duele, con tan mala suerte que sus pies perdieron el equilibro y cayó en seco. Un par piernas largas estaban frente a sus ojos. A medida que subía descubría las montañas de los Andes y los ojos de Atenea. Ella era Sandra, una profesora de jardín cuyo gusto por el rock n'roll la había llevado a diferentes grupos y tribus, hoy ella era punk.
1 comentario:
"Las montañas de los Andes y los ojos de Atenea": precioso.
Te dejo un enlace, por si se enamoran...http://www.youtube.com/watch?v=OrxxHlRs85U&feature=player_embedded
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