Nubes arremolinadas, el viento sopla. Un carro atraviesa veloz la avenida séptima, el sonido del motor se escucha desde los andenes. Habitantes de la calle duermen bajo los techos de las tiendas, los pliegues de sus harapos cobran un color halógeno. Los semáforos de sur a norte están en rojo. El pavimento es azulado en horas de la madrugada. El hombre que conduce el auto enciende la radio: se escucha Génesis.
Una lámpara titila, el conductor no se percata. Una rata come queso en una de las esquinas, nadie se da cuenta. Avanza hacia la séptima con 63, el tiempo se detiene, el panorámico se quiebra, mil pedacitos de cristal le caen en la cara, siente un golpe contundente como la embestida de un minotauro.
El conductor, siente humedad en la frente; una gota se desliza hasta sus labios: es sangre. Cuando frota su pecho en el timón, duele, es una sensación infame. Abre los ojos, dos cristales se clavaron en sus manos. Desciende del vehículo, se sacude, mira la avenida larga, sola y fría; es una serpiente.
Escucha un gemido ¿habría estrellado a alguien? Desde el ángulo donde estaba no podía verlo: un niño de unos 11 años sobre el suelo. Su rostro tiene chorros del líquido de la vida, sus ojos se cierran y se abren, parecen contemplar dos mundos... La superficie y el fondo de un agua metafísica.
Nicolás, matemático especializado en lógica, lo toma entre sus brazos: ¿qué hace un niño de 11 años a esta hora en la avenida? Por su ropa deduce que pertenece a la clase media. Ningún documento en sus bolsillos. El matemático piensa en la paradoja de la vida: podemos morir en brazos de alguien que no supo y no sabrá quién fuimos. Nota una pulsera de amatistas, gema que es símbolo de la transformación.
Nicolás observa el norte, sus ojos grises se llenan del vacío de la avenida. Piensa en el edificio alto y grande, la aseguradora donde es modelador de riesgos. Sabe que existen dos caminos, la impunidad o la normalidad, todo es cuestión de saber actuar. Los grandes riesgos a menudo significan grandes ganancias o pérdidas, el perfil de quién los toma es poco común pero a menudo afortunado. In dubio pro reo.
Se observa un auto, en la avenida séptima con música de Génesis, se dirige al norte a gran velocidad. Los primeros rayos del sol colorean las nubes de rojo. En uno de los semáforos compra un periódico que habla de lo de siempre: la inflación, la corrupción y la muerte. En un titular secundario de la página siete alcanza a leer: "Muere Niño de 12 Años en la Carrera Séptima con 63". No le interesó el título tanto como la descripción: "Familiares afirman que huía de casa en búsqueda del amanecer".
Parqueó su auto, miró el reloj, saludó al gerente y miró las amatistas.
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