lunes, 26 de julio de 2010

Dicho... ¿hecho?

"y me pregunto cómo palpitarán,
los segundos cuando estás tan cerca"
Anasol-Pensando en desorden.
Quien no ha sentido la necesidad de volver a su pasado y revolverlo todo... como si tuviera ese derecho inalienable. Muchas manos hemos cogido a lo largo del tiempo, pero el intangible ha vivido en otras realidades. Mientras nosotros vivíamos una vida normal, una fiesta normal para el intangible era un manojo de notas que movían sus emociones al ritmo de las vibraciones estelares.
El intangible es invisible, recorre bosques oscuros sin ser percatado, mientras tú y yo veíamos la ciudad desbaratarse en dos pedazos, él vivía una segunda vida en los parques de la ciudad. Camina lento, mirando a todos los lados, buscando con ansiedad un caminante afortunado que lo haga parte de la realidad.
El invisible escribía en diaros que guardaba bajo llave miles de emociones, que ni tú ni yo conoceremos una vez estemos muertos. La nostalgia más grande la cargará quien habrá sus cuadernos, habrá desenpolvado el espacio sideral, las galaxias, los árboles y las acacias... el invisible lo creas o no, también es inaudible.
El inaudible se queda callado en las conversaciones, cuando hablamos tú y yo de amores, él se queda escuchando y mira a lo lejos las estrellas, recuerda en ese pintura blanca azulada que dibuja cuerpos celestes, cada mirada que guardó como tesoro en su memoria. Este personaje se caracteriza por sentir cosas brutalmente intensas cuando envia sus tentaculos al pasado y escarba, también posee otra característica, es inoloro.
En los momentos cruciales de su vida, el inoloro sudaba por montones, especialmente sus manos se ponían húmedas muy a su vergüenza. Cuando aquellos lo miraban sentía que el mundo se le abría y su cuerpo se calentaba, se llenaba de emociones galácticas y emitía un olor a esperanza y felicidad, que ninguno sintió... nadie se percató que llenaba el espacio de sus reprimidos sueños. Entre tantas particularidades, es también insaboro.
Mientras tú y yo probábamos pastas, platos de oriente y occidente, particularidades históricas y de lugares tan misteriosos como Andorra, el insaboro probaba su existencia frente a un espejo. De rodillas ante dioses oraba por un poco de compasión, su locura por probar ese néctar tan dulce lo llevaba inclusive a hechizar la realidad con vasos de agua y algo de creatividad; posee una última propiedad, es imperceptible al tacto.
El que no puede ser sentido, siente hasta las sombras, mientras tú y yo sentíamos en la sangre la lluvia escarlata, él tocaba los tallos de las hojas, percibiendo el latir del aire y la energía. El imperceptible, el inaudible, el inoloro, el invisible y el insaboro, soy yo.

2 comentarios:

Vía Morouzos dijo...

Mmmm... Precioso... Una "sucesión" realmente bella... Me encanta cómo trabajas el texto y lo que en él se cuenta... Es frágil, es etéreo... Mis sentidos despiertan...

Un abrazo!!

Garsil dijo...

Buenas tardes... Ese no soy yo,
es el tiempo,
paralelo humilde clandestino,
retrato de la existencia,
rocío meditado de la noche,
limpio de toda sensación.
Es él... Sí, ya no vibra,
lustro incadescente,
sufrimiento agotado.

¡Ya no merece mis sentimientos!

Gracias por el sueño. Garsil