miércoles, 28 de julio de 2010

Toros, España, Colombia y libros.

A veces hay que decir, lo que hay que decir; si por algo se caracterizan las arisotocracias del país, las oligarquías, o mejor, para no andar en problemas conceptuales, la clase seudo intelectual de la patria, es por su gusto por los toros; cuando me enteré de algunos escritores que defienden a lso campesinos, a las víctimas humanas de la violencia del país y en general a los oprimidos, también se atreven a escribir de la tauromaquia como si se tratara de gimnasia aeróbica o patinaje, sentí que algo se me revolvía por dentro y la esperanza se desvanecía.
A muchos les preocupa que llegue un guerrero al poder, les preocupan los falsos positivos y la injusticia social, son temas de enorme importancia que deben ser tenidos en cuenta y a tiempo. Sin embargo a muchos nos queda el sin sabor de que diariamente se está derramando sangre y nadie habla, al contrario, esos mismos escritores que lloran con relatos conmovedores de víctimas de guerra, se rien en el palco de la Santa María.
No me gusta hablar de odio, no me gusta hablar de guerra, mucho menos de venganzas, a pesar de que vivo diariamente las anteriores. Pero, tengo que hablar, tengo que decir cómo me duele que la gente sea tan ciega, como me duele que los que defienden a los que sufren sean tan insensatos y pagen cifras altísimas por ver como un animal se desangra en la arena ¿quién nos dota del derecho a hacer sufrir? Espéctaculo de verdugos que gritando que quieren una oreja reclaman la muerte del animal.
Si quieren una oreja ¿por qué no se la arrancan a su hijo? Si quieren comer testículos del esposo de la vaca, mejor arránqueselos a su marido o a su mozo, pero un ser del cual usted dudosamente sabe de qué se alimenta no le pida nada. Imagine que yendo al banco le clavo por detrás una estaca, sienta como se derrama sobre ese vestido su aliento, experimente la impotencia del ruido de la gente, la confusión que traen sus risas y sus insultos. Allá arriba, políticos y narcotraficantes están apostando a que yo lo/la puedo matar. Permítame clavarle otra estaca, ésta más cerca de su corazón, corra detrás de mí defendiéndose, defienda su biografía, no llore, no puede rendirse, la vida es de los luchadores. Le voy a sacudir un pañuelo rojo, para que en momentos de confusión me persiga y en esos instantes en los que la respiración le falte recuerde a sus hijos, recuerde su niñez, recuerde los prados enormes, el cielo azul, despídase de la última flor... no ve que usted no habla, usted no siente por lo tanto. Le quité la vida, ahora todos aplauden, le arrebaté su derecho a vivir, a soñar, a creer. Enterré el odio en lo más profundo de la tierra y créame, sus extremidades serán platillo de reyes. Si le parece muy injusto lo que he hecho, déjeme decirle que así ha sido siempre y lo que siempre ha sido, es ley. El derecho a la defensa, a la vida y a la paz, déjeselo a otra especie, no ve que usted no habla. Por el derecho a su legítima defensa, déjeme apostar, no ve que usted no habla y quien no tiene voz, no siente.
Aplaudo que se prohiban las corridas de toros en Cataluña, sin embargo, es tan poco... falta tanto para que los ancianos retrógrados asuman un poquito de responsabilidad con otras especies. En realidad es tan largo el camino para que los adolescentes, los jóvenes y los adultos se den cuenta de la grandísima estupidez que acarrean las matanzas a otras especies, ya sea por diversión o alimentación.
Colombia tendrá la paz, cuando sea digna de ella. Mientras celebre la guerra...

2 comentarios:

JP dijo...

No puedo menos que adherir completamente a este post.

Mwe siento identificado con el mismo.

Besos

Garsil dijo...

Buenas tardes...El tiempo camina,
dos mil años mueve la cueldad,
gladiadores de los hombres,
patrocinadores de muerte.
¡Triste humanidad! Garsil