jueves, 17 de marzo de 2011

En los momentos de ira

Me enfurecí, cada actitud suya me motivaba a acabarlo. Pensé para mis adentros que los que se dedican a esta profesión se creen con derechos de tratar a la gente como se les antoja. Llamé a la policía, quería verlo asustado, despojado de su seguridad. Con los agentes a mi lado, persistía en su posición, dije mil cosas: que iba a recurrir a las cosas que la ley me permitía, que iba a utilizar los mecanismos legales a los que tenía derecho, entre otros. Por más de que me pidió disculpas, sonaban tan poco honestas que nacía en mí el deseo de acabarlo profesionalmente. Al final me marché, los policías también, fui lo más impertinente e insolente que se puede ser. Recordando en el camino cada palabra que dije, hubo uno en especial que me heló el corazón: "ustedes las personas sin estudio sí son lo peor". Me doy cuenta como a veces nuestros peores monstruos, esas élites que cargamos dentro, esa seudofilosofía obsoleto-burguesa sale a la luz y todo aquello que dije de la paz, de los conflictos, del amor... Se volvió trizas. Me veía a mí mismo como esos estados que desean defender su punto de vista y acaba al otro en la medida de sus posibilidades. Me convertí por unos segundos en alguien odioso... detestable. Finalmente, a unos metros de distancia y con el corazón en la mano, aunque nunca lo sepas:

"yo también lo siento, me equivoqué palabra por palabra. Espero no haya calado ninguna hondo. Dejaré las cosas así, no tiene sentido acabar a alguien que no cuenta con las herramientas para defenderse en un tribunal. No tiene sentido odiar por tan poco.

Lo siento de todo corazón"

1 comentario:

Elena P.G. dijo...

Me gustan tus relatos. He convocado un concurso ,que empieza el 1 de mayo: ¿te presentarás?
www.coeliquore.wordpress.com