Llegué al lugar donde vivo en 1997 para ser más exacto, a finales de ese año. Eso quiere decir que estas escaleras, el pavimento, las plantas y los cielos que me circundan me conocen desde hace 16 años. De unos días para acá me carcome la memoria. Recuerdos, mil recuerdos que no puedo atrapar y el deseo de saber qué ocurrió con tanta gente.
Cada rincón es habitado por alguien a quien ya no frecuento, o de quien no tengo rastro. Camilo y Daniel, los del primer piso y su abuelita poco amable que regañaba a los que dañaban las flores. Juan Manuel el del segundo piso de la torre 1 y su hermanito Nelson, quien disfrutaba pasearse desnudo por la casa. Efraín y su hermanito Wanda, ellos vivían en el sexto piso de la torre. Su cuarto de juguetes, de una pobre iluminación siempre me produjo envidia. En el primer piso de la torre 4 vivía Laura, le decíamos la gata con unos amigos.
El apartamento de Gustavo queda en el primer piso, un amante del fútbol y aspirante a casanova. Un piso arriba está Sebastian, con quien subíamos a lo más alto del interior 3 a disfrutar de la paz y la serenidad. En el cuarto vive Laura, una niña amigable. Nicolás, una de las personas con las que más compartí reside aún en el primer piso de la torre dos, con su hermana Natalia. En el cuarto piso vivían Juan Felipe y Danielito. Miguel en el tercer piso de la torre uno y Jorge Andrés en el cuarto.
Dios... Cuánta gente. Ayer me quejaba en una hoja de papel sobre lo monótono que era vivir 21 años en un mismo país, en una misma cultura y en una misma ciudad. Ahora más que nunca siento que si no cambio, muero.
1 comentario:
Me gustó conocer a tus vecinos. Por aquí, hay muchas veces que no se sabe casi quién vive a tu lado. Los mayores del bloque siempre echan en falta ese "calor vecinal" que se ha ido diluyendo en el tiempo.
Respecto al final... A veces hay que escuchar ese impulso interno...
Un abrazo, Vicky.
Publicar un comentario