Se acostumbraron a abrir la boca y recibir el alimento. Desnudos comprendieron que no necesitaban más que deambular para obtener lo necesario para vivir. Bajaban de barcas con oro sobre sus cuerpos; su mirada segura, no miraba el cielo más de lo necesario, ni se agachaba más de lo suficiente. Lo tenían todo, por eso nunca fueron un gran imperio.
El sol era su amigo y la luna un centinela que lanzaría flechas a quien perturbase sus sueños. Los espíritus se entrelazaban en sus danzas multicolores. Su rutina era con el leopardo, las esmeraldas, el canto del cóndor y la soledad acompañada de pensarse los únicos en el mundo.
Llegaron unos hombres que hablaban castellano, con imaginarios prestados de sus imperios les resultó fácil pensar que los seres de piel oscura no tenían mucho que contar. Así fue como se conocieron mis dos ancestros.
1 comentario:
Los orígenes, nuestras raíces, a veces explican un poco lo inexplicable de quienes somos.
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