domingo, 25 de diciembre de 2016

El Turbulento y la Santa Perra

De la casita rosada salía su ángel guardián, con una ruana y canas con algunos cabellos negros. Su rostro era arrugado como el de un bulldog pero su ternura como la de un labrador. El día estaba tranquilo, la ciudad soleada y la calle 53, que es donde anidan los comerciantes, apasible.

En días anteriores, se había concentrado en la barba de un anciano muñeco con vestido rojo. Intentó entrar desesperado a la tienda para mordérsela, en honor a su padre, el señor Pedro II Callejero y a su abuelo Pedro I Callejero. El primero fue famoso por morderle la cola a Ronald Reagan justo después de que saliera sin escoltas de un encuentro con Marilyn Monroe. Y su abuelo se volvió el más famoso de Bogotá cuando una vez el dictador general de los años cincuenta, Gustavo Rojas Pinilla ordenara el asesinato de sus opositores en la Plaza Santamaría, le mordiera los genitales.

Entre los altos círculos perrunos de damas pekinesas y gozques venidos del otro lado del Atlántico, se insinuaba que era una casta de izquierdistas insatisfechos. Pero la ciudad ha crecido tanto desde principios del siglo XX que ya nadie sabe la historia de su familia. Es por eso que los comerciantes maleducados, lo sacaron a golpes sin siquiera ofrecerle alguno de los postres esponjosos y llenos de azúcar que vendían en la entrada. Sin duda, una manera desatenta de tratar al hijo de héroes nacionales.

Comió lo que la anciana le dejó en esa tarde tibia de un 25 de diciembre y supo por qué el amor va de la mano de la comida. Lamió la palma de la señora y como un buen macho callejero, se fue por la calle buscando orinar postes, cogerse a mordiscos con otros perros y follar con un par de perras desoladas.

Vaya qué es difícil la vida para un canchoso que a pesar de su sangre, tiene aspecto mestizo, es decir, mezclado, atravesado, turbulento, profundo, carnavalesco, vivaracho y sobretodo, inconfundible. Pero en eso consiste subsistir en Bogotá, en arreglárselas para abrir las bolsas sin que los tenderos lo cojan a golpes, para robarle un pan a un niño o hacer ojitos de recién nacido para que algún vegano maloliente se conmueva y le de un puñado de arroz.

Una vez en Transmilenio, el primer obstáculo es el guardia y las señoras de chaqueta azul que las hace ver 6 kilos más grandes. Él, el emperador, la tapia, el obstáculo. La estrategia consiste en hacerse a unos metros de la entrada y mirar disimuladamente los tornillos que salta la gente para no pagar. Cuando algún adolescente intenta violar el "civilizado" sistema de pagos, el soberano de la estación debe perseguirlo para demostrar por qué ha orinado más postes que los demás. Es ése el momento cuando un perro real, debe correr y atravesar hasta las compuertas para tomar un bus a casa.

Pero esta vez no había obstáculo. Había menos gente y el soberano, estaba distraído coquetéandole con sus dientes llenos de caries a la encargada de vender los pasajes. Chandoso I, supo que no habría dificultad y atravesó hasta el vagón que lo llevaría a la estación de la carrera 53. Era una costumbre en su familia, violar los filtros de seguridad de la iglesia y llegar hasta la imagen de un santo rodeado de ovejas. Después, a punta de ladridos desvergonzados se saludaba a la santísima perra que para los humanos es una santísima virgen, rodeada de estrellas y un techo azul. Era la santa de su madre y la que según ella, los protegía en medio del mármol.

La historia se repitió como en los años anteriores, entró ladrando, interrumpió el sermón y un guardia furioso lo jaló del cuello y lo tiró a la calle. Como buen macho, Chandoso I lo insultó en lenguaje perruno, esperó el momento oportuno y le mordió la cola. Intentó correr pero una vendedora con las manos llenas de grasa por cocinar papas fritas, lo detuvo y lo entregó al reyezuelo. Con una mirada siniestra lo amarró y llamó a Zoonosis. 

Ya Chandoso I había perdido dos novias trágicamente cuando los agentes de Zoonosis, unos vulgares sujetos con barriga, las ahorcaron, las llevaron a una jaula y las aniquilaron "con amor", es decir con una inyección letal.

Los barrigones lo capturaron y con la colita hacia abajo sintió el terror. Un camión con olor a sudor y un par de rottweiler apesadumbrados lo perturbaron. Sus compañeros de prisión, le contaron como viudas tristes, cómo en otra época habían sido amados. Pero detalles como la vejez o la incontinencia hicieron que un día, sus dueños antes amorosos, a las afueras de la ciudad abrieran las puertas del carro y luego los abandonaran.

En las celdas poco higiénicas, vio la muerte la muerte a los ojos. Uno los rottweiler sintió el cansancio y se derrumbó. 

Otro reyezuelo, lo tomó del cuello y lo puso en lo que pareciera una venta al parque. Sintió manos ancianas rodearlo por la espalda y comprendió qué significaba ser adoptado. Un vendedor de bombas de helio, de la plaza de Lourdes había visto lo sucedido y sin dudarlo, quiso compartir su pequeño apartamento con un nuevo amigo. Ésta vez la santa perra había cumplido.





Cartas a Fernando

Las ciudades en este continente están siempre cerca a un puerto, memoria del próspero mediterráneo, de la blanca arquitectura griega, de las expediciones titánicas de los persas y del imperio romano que tras años de desaparecer permitió que esta ciudad, en plena debacle económica pueda ser llamada aún eterna.

Y eso nos hace incomprensibles ante sus ojos que han adorado el mármol y las calles como si el mundo ocurriera aquí. No entienden la mirada perdida de un shangainés en el puerto de Ostia, ni la soledad de una iraquí que camina confundida por calles de piedra. Mucho menos van a saber por qué cuando llueve pienso con nostalgia en el centro de mi mundo.

 No sé si recuerdas a qué huele Bogotá cuando llueve. Es un aroma desagradable e intenso. Se levanta la tierra del pavimento y junto con el olor intenso vienen los recuerdos. Tenía siete años cuando tras un período de casi 20 días sin que cayera una gota de agua, el cielo se rompió e inundó el patio del Colegio Marceline. Éramos niños y en los años noventa aún creían que éramos ángeles.

Una mariposa revoloteaba por los casi 5 metros de altura del salón. Recorría sus paredes blancas, se chocaba con los baldosines anticuados, se posaba en uno que otro pupitre metálico y finalmente salió por las ventanas grandes que daban a una calle de árboles y casas de estilo alemán. Yo no podía gritar porque sentía que dejaría de ser hombre. Otros niños sí se permitían la libertad de la cobardía y el escándalo gracioso que caracteriza a nuestra gente.

Bajé la cabeza para evitar asustarme y sin querer mis ojos terminaron en los tobillos de Juan Sebastian. Sentí un cosquilleo en la pelvis y a medida que subía la mirada por sus muslos, no pude evitar sonreír. Tenía la mirada perdida, me miró, también sonrió y salió corriendo a jugar con otros niños.

Hasta hoy me preguntó si esa sonrisa fue para mí o para alguien más. De su rostro infantil no creo que quede mucho. Sus preciosos párpados debieron volverse violetas al son del éxtasis de la calle 85 y sus bonitas piernas, mi tesoro de la primaria, debieron disolverse en dosis de heroína. Cuando caminaba por la carrera séptima, en otras épocas la calle real, vi a un mendigo asqueroso pidiendo bravo y desesperado un par de monedas. Estuve a punto de esquivarlo, de no ser por esos ojos de lince, un poco acabados pero todavía ingenuos. Supe que era él. Emprendió la huida y no me dejó decirle que gracias a sus piernas, comprendí que uno se puede escapar del mundo en un minuto.



  

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Toallas Impregnadas

Una hembra hinchada de alguna especie
que podría ser la mía,
siente el aleteo del Génesis
y entre gritos y toallas impregnadas
con un aullido primitivo salva a su género de la desaparición.

Y con los mismos labios que mama,
el hombre aprende la primera palabra,
que define un instinto oculto y bestial,
más grande que la autoconservación.

Se pueden heredar sus rasgos
y casi siempre sus signos.
Otras veces,
su inexplicable soledad.







lunes, 5 de diciembre de 2016

El Mundo de Afuera


"El Mundo de Afuera" es una novela de Jorge Franco. Sobre ella ya escribí una reseña. Hoy vengo a escribir sobre los niños.

Mi estado de ánimo terminó de bajarse cuando vi en las noticias que Yuliana Andrea Samboní de siete años fue encontrada muerta y con signos de violencia sexual en el edificio Equus66 en barrio Rosales. El 4 de diciembre fue secuestrada por una camioneta de alta gama en Bosque Calderón. Se especula que el agresor fue un reconocido arquitecto que se encuentra internado por una sobredosis.

Los barrios son antagónicos, Rosales está enclavado en las montañas y tiene uno de los metros cuadrados más costosos del país. Bosque Calderón queda justo al lado, lleno de casitas humildes. En alguna ocasión en la noche, tuve que visitar a un compañero para ir a un concierto y por equivocación terminé en Bosque Calderón. Sentía que el corazón se me iba a salir.

Hace unos días caminábamos con unos amigos por los cerros y tuvimos que atravesar Bosque Calderón, ellos estaban asustados y no sabían dónde estaban. Cruzamos una cuadra y llegamos a Rosales y sentimos calma.

No pretendo apostarle a la crónica barata que dice que los ricos son malos y los pobres son buenos. Hoy quiero hablar de la niñez. 

Durante los últimos meses he tenido un debate muy fuerte conmigo mismo sobre si deseo o no deseo en un futuro adoptar un hijo o alquilar un vientre. Creo que los niños con mucha ventaja, incluida su inconsciencia, son lo mejor de la especie humana. Es cierto que hay noticias donde son los que apuñalan y matan fríamente, lo sé, ellos también pueden ser el agresor. Pero son lo mejor porque a muchos nos hacen mejores.

Y cuando pienso en si algún día seré padre, si podré darles materialmente lo que necesitan, si llegaré a la casa a hacer escándalo y a desquitarme con ellos. O si por el contrario, les contaré historias de venados, estrellas transparentes y jugaré escondidas en las noches. Entonces contemplo el mundo y siento miedo. Pienso que es un acto de egoísmo traerlos a un planeta que se plantea como el más avanzado desastre ¿sólo traería a un niño para satisfacer mis deseos personales?

Pienso cómo debería criarlos. Si tendría que seguir el mito de todo padre que es amarlos fuertemente y creer que no sufrirán. Y siempre sufren ¿la pregunta es cuánto es suficiente? ¿Cuánto es tolerable para que sufra un niño? Y el caso de Yuliana me deja sin aliento. Así como hay quienes sienten absoluta ternura y entrega por los niños, hay quienes los desean, quienes desbocan sobre ellos sus enfermedades. Hay víctimas y verdugos.

Y comprendo al protagonista del libro "El Mundo de Afuera" que construye una casa que parece un castillo y refugia a su hija con juguetes y conejos mitológicos con cuernos, en un jardín, lejos del país traqueto, corrupto y pendejo en el que me dio por nacer. También recuerdo al otro niño que se enamora profundamente de ella, que parece bisexual, que es pobre, que crece, que secuestra y mata al padre de la niña.

Es para quedarse sin palabras.



viernes, 25 de noviembre de 2016

Acento Neutro

Los argentinos y los mexicanos dicen que tienen acento neutro. Los bogotanos no somos la excepción. Pero hay una explicación para que nuestra sociedad sea inconsciente de su propia musicalidad y es que rara vez migramos. A diferencia de las otras regiones que vienen en grandes cantidades a afincarse en el altiplano cundiboyacense, los bogotanos vivimos en unas burbujas que nos hacen pensar que nuestro dialecto es suave, impoluto y "neutro".

Los bogotanos no tenemos prisa, tenemos afán.
No caminamos aceras plagadas de maleantes. Nos desplazamos por andenes llenos de rateros (o de políticos).
En los años noventa no había policías de tránsito, eran chupas.
Y cuando no sabemos de algo, hacemos uso de términos latinos con el objetivo de embaucar. Perdón, con el objetivo de descrestar.
No somos difíciles en el Transmilenio, somos fregados.
No somos presumidos, se nos suben los humos (y siempre hay quien se los baje a uno).
Y los hombres que les gustan los hombres no somos maricas, ni afeminados, ni subnormales, somos "voltiados" (y hasta izquierdistas).








miércoles, 16 de noviembre de 2016

Elvira Sastre - Yo No Quiero Ser Recuerdo

"...A la mierda el conformismo,
yo no quiero ser recuerdo,
quiero ser tu amor imposible,
tu dolor no correspondido,
tu musa más puta,
el nombre que escribas en todas las camas que no sean las mías..."


"...Yo no quiero hacerte daño,
quiero llenar tu cuerpo de heridas
para poder lamerte después.
Que no te cures
para que no te escueza..."


"...Quiero que cuando creas que no tienes nada
te dejes caer
y notes mis manos en tu espalda,
sujetando los precipicios que te acechen
y te pongas de pie en los míos
para bailar de puntillas en el cementerio
y reírnos juntas de la muerte..."



lunes, 7 de noviembre de 2016

Buscarle Forma a las Nubes

Ha muerto quien no tiene secretos
Que lo sonrojen.

Quien no proteje una causa imposible,
Quien no recita torpemente una utopía.

Es una violación al espíritu humano,
Un insulto,
Un delito.

Ha palidecido el alma de quien no se conmueve,
De quien no llora a escondidas,
De quien no se indigna del mundo,
Es un soldadito de plomo, que se quema sin sufrir.

Y es que la muerte siempre está cerca,
Hay quienes dicen que nos aguarda a cada segundo,
Como una serpiente obsesiva,
Como una fiscal que sorprendida ve pasar vidas y vidas.

Y nosotros primates, que racionales no somos, persistimos en la óptica infantil de nuestra inmortalidad.

Marcamos senderos,
Escribimos en paredes sin vista,
Le hablamos a estatuas sin oídos
E insistimos en buscarle forma a las nubes.


domingo, 30 de octubre de 2016

Lentejas Tibias

Aprendí camino a casa
que la vida no debe ser un sesudo rompecabezas
sino un camino tejido a pulso.


Y tras los primeros golpes
descubrí que en la herida hay dolor
y en las cicatrices historias.


Después de todo somos relatos
de múltiples voces
y con innumerables facetas.


Desperté a la sencillez de una mañana victoriosa,
a un plato de lentejas tibias
y al sabor del té africano.


La alegría es para valientes
y hoy es un día oscuro
pero no por ello soy un derrotado.


Me rehúso a la mirada perdida,
al abrazo tardío,
a la vergüenza,
a la culpa,
a la madrugada amargada,
al humo en los pulmones,
a las risas fingidas,
al sexo sin orgasmos
y a no recordar los nombres de quienes me aman.


La vida se debe celebrar
como los viernes:
En ese pub irlandés
con rockeros guapos,
empanadas
y bebidas.


martes, 18 de octubre de 2016

El Pánico

Era uno de ésos hombres que se levantaba excitado. Pero esta vez, el pavor le había robado el derecho al placer que brinda la cotidianidad. Abrió los ojos y tras bostezar, notó con curiosidad no haber escuchado su propio aullido. Se sentó en su comedor blanco e intentó tomar café de una taza desportillada.Sintió ardor en la comisura derecha de su labio, se había cortado. Intentó maldecir a la humanidad, tomó aire y sintió un rechiflido salir de su garganta. Antes de la angustia, le encontró momentáneamente sentido al silencio de la madrugada. Y después, el pánico de saber que su silencio sería largo.

El Pánico

Era uno de ésos hombres que se levantaba excitado. Pero esta vez, el pavor le había robado el derecho al placer que brinda la cotidianidad. Abrió los ojos y tras bostezar, notó con curiosidad no haber escuchado su propio aullido. Se sentó en su comedor blanco e intentó tomar café de una taza desportillada.Sintió ardor en la comisura derecha de su labio, se había cortado. Intentó maldecir a la humanidad, tomó aire y sintió un rechiflido salir de su garganta. Antes de la angustia, le encontró momentáneamente sentido al silencio de la madrugada. Y después, el pánico de saber que su silencio sería largo.

miércoles, 5 de octubre de 2016

Sin Palabras

La palabra, decía mi profesor de literatura, se hizo para detener las cosas en el tiempo. Uno de los personajes de Rayuela, luego diría que la palabra se hizo para destruirse a sí misma.

Un día el país, la familia y uno mismo, deja que se cultiven ríos bajo tierra, que son como venas que viven en una angustiante tranquilidad. Porque basta un huequito, sólo una pequeña herida para que se abran y revelen todo lo que ocultan. Y lo que cargan no es menos escandaloso que lo que exhiben.

Entonces los acuíferos rebosan, las venas brotan hemorragias, las personas explotan, el país se va al traste y uno se queda sin palabras. 

Y debe haber alguna, en el diccionario que describa lo que uno siente, el limbo de la vida misma, la antítesis del proyecto occidental de la existencia de un ciudadano.

Quizás uno es la palabra, porque está detenido en el tiempo. Y de alguna forma, se autodestruye. Una nueva versión del hombre erguido de Kafka, salvo que sus personajes luchan por dejar de ser una cucaracha. En mi caso, no lucho por dejar de ser palabra, fantasma. Simplemente, como los inmortales de Borges, busco una salida del laberinto.

domingo, 2 de octubre de 2016

Ensayo Sobre la Esperanza

Vine a este mundo en un año en el que los jóvenes se habían revelado frente a una constitución católica, racista y retrógrada. Un carácter lleno de esperanza motivó a unir las fuerzas ideológicas de la nación y a construir un documento que abrazara a los oprimidos y a los olvidados. Se habló de ambiente, se habló de paz y tras la firma del acuerdo con el M -19, apenas un año antes, parecían resplandecer nuevos principios para una nación azotada.

Soy de los colombianos que nunca caminamos campos minados, ni bebimos agua envenenada por algún grupo armado, de los que nos desplazábamos por las calles aterrados de la delincuencia común e inconscientes de lo que tras las montañas custodias sucede. Mis problemas eran mi color de cabello, que me subiera de peso, que estuviera solo o no ser popular.

Sin embargo, nunca dejé de ver en el noticiero reportajes sobre personas degolladas, niños mutilados y aviones que lanzaban químicos y bombas. Alimenté a través de relatos el dolor ajeno, la sombra delineada de las cicatrices de las paredes tras un tiroteo. Supe entonces, que la guerra no me había tocado por una cuestión de fortuna.

Bogotá la inmaculada, la ciudad que veía la violencia como algo que había sacado de sus muros medievales, vio cómo en el atentado del Club el Nogal, hombres de todas las clases sociales saltaban horrorizados huyendo del fuego que había causado una bomba oculta en un carro parqueado en las fauces de la lujosa construcción.

En un intento nauseabundo por acallar las fuerzas de la infamia, por calmar a la bestia que surgió de las inconformidades sociales, el entonces presidente Andrés Pastrana comenzó un acuerdo de paz en el que cedió parte del territorio colombiano a los grupos de guerra de izquierda. 


viernes, 30 de septiembre de 2016

Viernes

Un hombre se mira el espejo, en una habitación de sábanas con dibujos de tigres y cortinas con caracteres que pretenden ser orientales. Se sumerge en la imagen y esta vez, sin reproches, describe en su mente el ceño fruncido, los ojos cansados y las pocas canas que emergen de su cabellera color pardo. Se pregunta por el mundo paralelo que está en frente, si el hombre del reflejo nació del mismo vientre o si debe su existencia a al pasear de su "dueño" en el cristal. Descubre algo insólito, el mundo paralelo no tiene sonido. Todos los objetos son iguales en apariencia y en movimiento pero no emiten ningún ruido. Posa su oreja en el frío objeto y comprueba que el universo simultáneo ha caído en el mutismo ¿hubo alguna vez música? ¿Por qué decidieron callarlo todo? ¿Cómo sustentan la angustia los objetos que se rompen? ¿Morirán los bebés porque su madre no los escucha llorar de hambre? Se pregunta confundido.

Faltan diez minutos para que salga tarde, llegue tarde y su jefe le diga con tono regañón lo mucho que le paga y lo poco que hace. Se desplaza como una cucaracha angustiada, como un insecto que se va a morir de inanición o como un soldado que sabe que será fusilado si no ocupa su insignificante puesto a tiempo. Se choca con los rostros apagados de la ciudad, con esas caricaturas amargadas que deambulan por las calles grises y se pregunta qué es ser feliz en Bogotá. Es cuando una señora lo empuja con sus tetas y le reclama que por favor camine más rápido.

La calle séptima con veintiséis huele a aromática. Los detectives fracasados y los funcionarios del departamento nacional de planeación se agolpan en el puesto callejero que a punta de churros y papas fritas les garantiza sus diarreas semanales. Marcelo los evita porque si hay algo peor que la melancolía de la gente en la ciudad, es la alegría de las personas que usan vestidos baratos y brillantes.




martes, 20 de septiembre de 2016

Pecado - Laura Restrepo

Enmarcado en el cuadro del Bosco "El Jardín de las Delicias", Laura Restrepo desarrolla "Pecado". En una exploración sobre los límites de la ética humana, la autora se aproxima a temáticas socialmente rechazadas como la infidelidad, el incesto, el sicariato, el asesinato y los crímenes pasionales.

La prosa de Restrepo, a menudo acude a historias alimentadas por múltiples relatos, conversaciones y contradicciones que permiten al lector hacer un esfuerzo por interpretar las líneas argumentativas. El lenguaje coloquial, se mezcla con otras formas para dar vida a análisis pasmosos de lo cercano que puede estar el "mal" del ser humano.

En la escritura florida de Laura hay espacio para una mujer de ciudad que sucumbe a la tentación de ser infiel con uno de los habitantes negros de San Tarsicio, para el incesto de una adolescente con un padre que apenas conoce y que gracias a la influencia de su madre ha idealizado, para un muñeco lindo y pobre que mata a sangre fría, para los intentos de infidelidad en los años otoñales, para un asesino a sueldo que viola su código de ética profesional al enamorarse de la hija de su próxima víctima, para un profeta que promete defender con su poder una ciudad del Estado Islámico y para una sobrina de carnicero que desmembra a su marido después de que éste la maltrata.

Aunque es un libro que no he disfrutado tanto como "Delirio", puedo notar un esfuerzo por hacer buena ficción. Mi cuento favorito se titula "Pelo de Elefante", cuenta la historia de un asesino a sueldo, inspirado por una mujer que se encontró en el camino y bailaba sin pantalones. Infalible a la hora de llevar a cabo sus encargos, encuentra difícil cumplir el último cuando por error, la hija de su próxima víctima le pide que la lleve a la casa y le regala un arete. Pasa de ser un cazador calculador a un amante voyerista. La descubre humana, llena de convulsiones y una enfermedad extraña. Hechos que lo hacen reflexionar, si matar al hombre que tiene en la mira, no dejaría sola a la mujer que comenzó a amar.

Un compilado de cuentos para disfrutar o sufrir los pecados de "El Jardín de las Delicias".

lunes, 19 de septiembre de 2016

El Registrador

Solemne hombre de parches en los codos y chaqueta carmesí se levantaba de madrugada. Veía a sus hijos dormir y luego tomaba el bus hasta su trabajo. Por la ventaba solía imaginar que competía en una carrera de caballos. Luego meditaba y descubría que era una tontería imaginar la brisa del hipódromo de la Sabana en épocas donde era mejor emitir registros notariales a señores gordos, rosados y enfadados.

Casi amanecía y el conductor del bus tenía los ojos entrecerrados. Parecía un cerdo a punto de ser sacrificado. Un animal dopado por la puta vida que le tocó, lleno de chucha y grasa en la jeta de jabalí que su madre se avergonzaría de haber parido. Una boca grande, roja y a la que cualquier mujer desearía corresponder con una plancha caliente. La enemistad entre los dos se forjó cuando don Fermín Solís le dio un billete de veinte mil. El conductor barrigón le respondió que le daba las vueltas al final. Tras tolerar los gases de los pasajeros apestados, el aroma de las infecciones vaginales de las señoras que iban paradas, Fermín se dirigió al cristal que separa al conductor de la cloaca humana y golpeó insistentemente con una monedita. Don Cerdo se dio media vuelta y le dijo, vaya a golpearle a su madrecita.

Era inexplicable por qué Don Cerdo siempre recogiera a Don Fermín cuando era el único pasajero de la estación de Rafael Núñez. 


Sobre Mensajes de Texto

Hoy estuve en una reunión de trabajo con una compañera que es bióloga. No sé por qué, terminamos hablando de sus prácticas en el anfiteatro. Para quienes no lo conocemos, es un espacio destinado a estudiar los muertos. Los que han recorrido estos lugares, afirman que están cargados de olores fuertes, piscinas de formol donde flotan cuerpos y practicantes universitarios con ganas de vomitar.

Mi colega me decía que somos simples empaques. Hablaba de lo impresionante que le resultaban los cortes de un humano en dos partes. Decía que perder la tridimensionalidad resultaba revelador, en la medida que nos mostraba simples, objetivos y pasajeros.

En la tarde me llamó ese amigo que todos tenemos, un ser completamente opuesto, que ha hecho todo lo que quisiéramos haber vivido. Ha follado hasta el cansancio con infinidad de hombres, en infinidad de espacios, bajo innumerables circunstancias. Ha escapado de su casa, ha recorrido parte del mundo, ha bailado en los lugares más sombríos de la ciudad. Ha renunciado a más de una profesión para luego comenzar otra. Ha vendido su cuerpo, se ha enamorado sin amar, lo han amado sin que él ame.

Desesperado me dijo hoy en la tarde por whatsapp que las cosas se han salido de curso. Que la policía lo escoltó de su casa a un hospital por una sobredosis. Que se había escapado del hospital (o eso fue lo que yo entendí). Todas esas ocasiones en las que corrí detrás para ayudarlo, como cuando la policía lo detuvo por intentar abrir el carro de un hombre que le gustó, o como cuando escapó de casa; retomo, todas esas ocasiones, me enseñaron que la gente, de manera inconsciente elige su destino.

Esta vez no le respondí justificándolo. Fui sincero y le dije que éste era el límite, que si daba un pasito, se caía. No sentí tristeza, al contrario me invadió una calma parecida a la sabiduría. Y comprendí la fragilidad de la vida y la objetividad de la muerte. Esta ocasión, martillaba mi cabeza una oración: "Los huesos no son fieles memorias de cómo hemos amado".

¿A quién habrá amado él? A su madre, estoy seguro.

Sobre Mensajes de Texto

Hoy estuve en una reunión de trabajo con una compañera que es bióloga. No sé por qué, terminamos hablando de sus prácticas en el anfiteatro. Para quienes no lo conocemos, es un espacio destinado a estudiar los muertos. Los que han recorrido estos lugares, afirman que están cargados de olores fuertes, piscinas de formol donde flotan cuerpos y practicantes universitarios con ganas de vomitar.

Mi colega me decía que somos simples empaques. Hablaba de lo impresionante que le resultaban los cortes de un humano en dos partes. Decía que perder la tridimensionalidad resultaba revelador, en la medida que nos mostraba simples, objetivos y pasajeros.

En la tarde me llamó ese amigo que todos tenemos, un ser completamente opuesto, que ha hecho todo lo que quisiéramos haber vivido. Ha follado hasta el cansancio con infinidad de hombres, en infinidad de espacios, bajo innumerables circunstancias. Ha escapado de su casa, ha recorrido parte del mundo, ha bailado en los lugares más sombríos de la ciudad. Ha renunciado a más de una profesión para luego comenzar otra. Ha vendido su cuerpo, se ha enamorado sin amar, lo han amado sin que él ame.

Desesperado me dijo hoy en la tarde por whatsapp que las cosas se han salido de curso. Que la policía lo escoltó de su casa a un hospital por una sobredosis. Que se había escapado del hospital (o eso fue lo que yo entendí). Todas esas ocasiones en las que corrí detrás para ayudarlo, como cuando la policía lo detuvo por intentar abrir el carro de un hombre que le gustó, o como cuando escapó de casa; retomo, todas esas ocasiones, me enseñaron que la gente, de manera inconsciente elige su destino.

Esta vez no le respondí justificándolo. Fui sincero y le dije que éste era el límite, que si daba un pasito, se caía. No sentí tristeza, al contrario me invadió una calma parecida a la sabiduría. Y comprendí la fragilidad de la vida y la objetividad de la muerte. Esta ocasión, martillaba mi cabeza una oración: "Los huesos no son fieles memorias de cómo hemos amado".

¿A quién habrá amado él? A su madre, estoy seguro.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Jaulas y Disfraces

Le gusta tomar café de cara a la ventana, ver cómo deja de llover y notar cómo sale el sol. Mientras tanto la gente corre y ve sus ojos intensos, como la mirada de un gato casero. Y es que a pesar de su mundo civilizado, se intuye una fuerza subyacente en la piel.

La puerta del apartamento se abre. Uno de los ángeles de porcelana se quiebra. Gustavo se ha acostumbrado y camina a su habitación sin siquiera mirar al suelo. Es uno de esos hombres que usa corbatas a rayas. Es que es tierno y trabajador, se intenta convencer ella cada vez que ve la puerta abierta y siente la tentación de sentir el aire. 

Lo saluda con una sonrisa parecida a un atardecer. Está acostumbrada a que sea él quien quiebre los ángeles. Su esposo constantemente le pregunta en qué piensa mientras ve por la ventana. Ella dice que le gustan las personas que caminan. Y siempre, sin falta, Gustavo se derrumba en la cama y con ternura y desprecio le dice: "tontita".

Y es que esa adulta rica se ha acostumbrado a mirar los pájaros enjaulados en las cocinas de las vecinas de 60 años. A imaginar que la mesa es una cordillera y las frutas artificiales que adornan la meza, son soldaditos que la quieren aniquilar porque la confunden con un dragón. Pero son sólo tonterías, uno a los treinta años no tiene derecho a revelar sus rarezas.

No es un mal marido, le dice a la empleada doméstica de su vecina. La trata como a una princesa, le da regalos todos los días. Insiste y le pide que le crea. Que sí, que sí es un buen tipo. Que fue ella quien decidió dejar de trabajar por esa depresión profunda que le impide mantener la atención en una actividad por más de 20 minutos. Que sí, que es bueno, que no, que no le pega.

Y es verdad, la ama. O eso cree él.

Entonces se acerca la hora. Mientras le prepara un café a Gustavo, mira por la ventana las calles húmedas y grises de Chapinero. Al principio, se sentía como una mucama con título de maestría y un problemita emocional que no le permitía vivir. Y tras aburrirse hasta el cansancio en la cocina, comenzó a imaginar que era esposa del vendedor de lotería. Que se llamaba Ifigenia y tenía muchas várices. Otro día soñaba ser la vendedora de dulces que leía poesía erótica. Y un viernes, cual Blancanieves, imaginó que eran príncipes los que caminaban la acera y que uno la buscaba.

Más de uno la miró con una morbosidad profundamente masculina. Un anciano le envió a través de señas un beso. Ella se rió. Desde entonces los viernes evolucionaron para ser días de príncipes. Y para entonces cada vez que Gustavo se dormía y le decía "tontita", no sentía ira, se sentía emocionada. Caminaba a la cocina con delantal rosado y una sola media. Y buscaba entre las miradas un galán.

Gustavo, como todos los maridos ejecutivos, tenía un viaje de negocios. No, el viernes, no. Fue el jueves. Y es que si hubiera sido el viernes ella por lo menos habría podido justificar lo sucedido. Se sintió sola y aburrida. Entonces, casi como una niña traviesa, intentó imitar a su esposo. Usó una de sus camisas e interpretó su papel. Frunció el ceño, miró con suficiencia el apartamento, pasó el dedo por las ventanas y encontró polvo, se enfadó. Se recostó y dijo: "tontita".

Tras 20 minutos de dormir como un macho, se despertó sobresaltada. Alguien timbraba con timidez. Jugando a ser Gustavo, había dejado la puerta abierta. El hombre que la alertaba era un joven de ojos profundamente azules y vestido de mujer, como los príncipes. 

-Mucho gusto, Gustavo- dijo ella.
-Mi nombre es Catalina ¿quisieras jugar a mirar por la ventana?- respondió él.

Gustavo y Catalina, buenos esposos según sus esposos, miraban por el cristal. Mientras tanto los transeúntes se percataban de dos sujetos vestidos de manera espantosa que miraban desde una ventana. Dos sujetos, que desesperados, buscaban algo en los que caminaban. Los ojos buscaban, sonreían, olvidaban. Y de un momento a otro, los ojos se miraron. Y es como si hubieran descubierto algo. Cerraron las cortinas y el vendedor de lotería, sospecha que durmieron juntos.

No se debe olvidar que era jueves, no viernes. De manera que son culpables. Si hubiera sido viernes, ella podría haber alegado la ausencia, la ejecución de una rutina y la búsqueda de personajes para desarrollar la historia. Pero no, era jueves, entonces son culpables.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Comenzar el Adiós

Yo tenía cuatro años, ella era mayor que yo por uno.
Eso era una eternidad en esa época: Símbolo de experiencia y tiempo.
Entonces, las niñas eran engendros detestables que abusaban del mito de la caballerosidad
para imponer su voluntad y hacer espectáculos cada vez que algo se les negaba.
Pero ella no, ella era diferente: Ese año de más era suficiente.
Ella estaba en "kínder" y yo en "prekínder".
En castellano eso significa que ella podía hacer un año más en el jardín o marcharse de una vez.

Hablábamos en la ruta sobre las figuras de sus uñas,
eran flores de esmalte, detalles misteriosos que me llenaban de curiosidad.

Le pregunté si seguiría un año más.
Me dijo que no.
Que se iría a un colegio.

Agachó la cabeza.
Comprendimos que pronto no nos volveríamos a ver.
Y nos sentimos tristes.
Especialmente yo,
porque de alguna forma...
Me comenzaba a quedar solo.


sábado, 10 de septiembre de 2016

La Intuición

Besos angustiados y labios con vibraciones imperceptibles al ojo incauto.
Duelen las promesas de utopías sempiternas.
Una fuerza subyacente eclipsa la excitación y ondula las nucas.
Aletea un pequeño huracán sobre sus estómagos.
Se humedecen las fértiles narices y fluye el líquido del alma.
¿Mariposas? ¿O polillas en agonía?

Intuyen que es el último abrazo.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Van Gogh Iluminado


Siéntate a mi lado y cuéntame historias de putas, de estrellas y de amor.
Ya el sur de Francia ha atardecido y tú, aquí tan solito,
con el pasar de los siglos me cuentas sobre las ironías del destino.

Estoy seguro que nadie te advirtió que un vaivén perdemos la calma,
que la angustia y una pistola cobran orejas
¿de qué lado duermes artista estrellado?

Ya la noche con lunas y espirales me recuerdan una caricia al corazón.
Aletean las historias inconclusas, los sapos que me tragué, la tristeza de nuevamente perder.

Estoy seguro que tú, mi hombre desgraciado sabes qué es perder...
Si lo has perdido todo,
menos las estrellas.

sábado, 3 de septiembre de 2016

Federico Sanjuan

Una bestia inmaculada, quizás un minotauro, salía en la pantalla del televisor, desarticulaba la mandíbula y advertía sobre el riesgo de dibujar líneas onduladas. Un grupúsculo de militantes malolientes, solía dibujar olas en sus manifestaciones contra el régimen. No suficiente con aniquilarlos tras rastrearlos en escondrijos en universidades públicas, sospechó que su iconografía los haría mártires o héroes proscritos. 

Entonces censuró la "s" y la reemplazó por la "z". En un intento desmedido por conservar ciertos conceptos, los grafiteros escribían "zueños" con "z". Los policías, preocupados por la moral de los adolescentes, los detuvieron y frente a un juez que mascaba chicle, advirtieron de la mano de un gramático con parches en los codos, que aunque la palabra no poseía ningún indicio que sugiriera una violación a las nuevas normas su naturaleza voluble e incoherente podría salirse durante algunos momentos, de lo estrictamente definido por la RAE.

Federico Sanjuan, habitante del barrio Santafé, un barrio de putas y venidos a menos, poco escuchaba las noticias. Su mediocridad política lo hacía consciente del régimen y sus atropellos pero le impedía tomar cualquier posición. Inclusive consideraba extremista al vendedor de aguacates (a los que ahora tocaba cortar en cuadritos), porque insistía en repetir que un mandatario que se meta en la cama de las personas era un peligro para cualquiera que quisiera un poco de calma e intimidad. Afortunadamente, los brazos cafés y gruesos del gobierno no llegaban a los barrios de la hampa. Menos si había putas o vendedores de aguacates.

Pobre Federico, ser errante, graduado de una de las mejores facultades del país, destacó en su juventud por un gusto desmedido por las carnes, del color que fueran. Y en su sala, con un leve olor a ceniza, cuelgan los cuerpos de las que desnudó o de las que hubiera deseado tocar.

Una tarde de ésas en las que no pasa nada. Por ejemplo un sábado en la tarde, en la que la el aire era tibio y el sol se tornó rojizo. En una calle que normalmente se ve espantosa, pero que un sábado, en la tarde, con la luz perfecta y dos niños conjurados que se ríen y juegan con una pelota de plástico que huele a frutas, es el lugar perfecto para que lleguen unos uniformados. Para que lleguen cuatro, todos asiduos clientes del barrio pero que en función del estado pisan los charcos en los que se reflejan las casas y el cielo azul de agosto.

Es el momento, qué se yo, para que detengan al señor de los aguacates porque un ciudadano impoluto, en ejercicio de su honesta causa, lo ha denunciado por rebelde. Y que, dada la hora, por pereza, quién sabe, porque simplemente no se le antojó, le encuentren un aguacate que no cortó en cuadritos. Y que, si les alcanza el tiempo y el odio, lo fusilen en la calle, frente a sus vecinos, que se creen valientes pero frente al aplastante carácter del Estado, renuncien siquiera a auxiliarlo.

Y tal vez, nadie lo ve pero sucede, que un pintor mira con los ojos aguados la calle iluminada y respira con alivio porque sus muñecas, sus adoradas muñecas desnudas no se las llevará el ejército. Porque si atrapan a un rebelde, no volverían por dos. O eso cree él. Porque en el fondo, para proteger la "S" de las mujeres hay que matar la "S" de los aguacates.

lunes, 29 de agosto de 2016

Flores de Desierto

Vibra la piel erizada por los que la rozan,
que son el mundo entero,
que bailan al son de los que gozan,
de mirada viva y corazón sincero.

Ya la cucaracha camina rumbo a casa,
ni las deudas ni la soledad le impiden
soñar por la ventana las cosas que no se dicen,
el dibujo inocente, la sonrisa voraz,
el reflejo de las botellas de agua
y las calles bañadas por lluvias.

La imaginación es la asfixia de los muertos,
paradógica comparación,
que ilustra procesos inversos al nacimiento;
mariposas, libélulas y flores de desierto.
La grieta luminosa al aburrimiento.

Escribo porque aunque no parezca estoy vivo.
Es una forma de gritar desde un rincón color borgoña,
que es el color de los ricos y de la gangrena.
Porque las aceras y los destinos son repeticiones,
fichas que se mueven con combinaciones infinitas.
Porque son aburridas las habitaciones blancas
con bombillos halógenos,
y los cuartos vacíos con vírgenes angustiadas.



jueves, 25 de agosto de 2016

Sobre la Lluvia

Hay meses en los que la lluvia es inclemente y hace emerger a las lombrices de la arena. Agosto no es de ésos. Inclusive el Distrito, celebra "un festival de verano", aunque no tengamos verano. Quizás hacen referencia a lo poco que llueve. Se elevan cometas, se camina en tardes tibias.

Sin embargo, nunca hacen falta las lloviznas. Hoy asistí a un panel de conferencias sobre salud y seguridad. El representante del Ministerio del Trabajo, con el objetivo del sensibilizar sobre la importancia de la seguridad nos mostró el video donde una madre joven subía unas escaleras eléctricas con un pequeñito de dos años. Las placas de metal frente a las escaleras estaban desajustadas. La mujer pisa en falso y se abre un hueco. Los dos caen. De manera heroica, ella lo empuja y lo salva. Mientras tanto los rodillos la devoran.

Tengo un defecto, pienso en las historias de la gente. No pude dejar de pensar en la tranquilidad que tenían mientras subían. Y bueno, tampoco dejé de pensar en el instinto materno y en la imagen espantosa que acompañaría al niño por el resto de su vida. Mientras hablaban de ciencia los siguientes expositores, yo no paraba de pensar e imaginar las historias.

Me llevé ese sentimiento de derrota hasta llegar a casa. Y leí la historia de la atleta belga paralímpica Marieke Vervoort. Ella ha ganado una medalla de oro y dos de plata en los Juegos Paralìmpicos de Londres 2012. En 2015 tuvo un excelente desempeño. Pero sufre de una enfermedad que la somete a fuertes dolores. Por esto, ha decidido someterse a la eutanasia, el día de su cumpleaños.


Son lloviznas que me dejan sin respuesta.



"...Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,como en las noches lúgubres el llanto del pinar:el alma gime entonces bajo el dolor del mundo,y acaso ni Dios mismo nos pueda consolar..."
(Canción de la Vida Profunda, Porfirio Barbajacob)





domingo, 21 de agosto de 2016

Milk and Honey (Leche y Miel) -Rupi Kaur

Hay diversas maneras de escribir. Sin embargo, para aproximarme a "Leche y Miel" de Rupi Kaur, debí tener claro que hay dos bandos en la costura de crear poemas: Los que escriben desde la distancia y los que escriben con el corazón en la mano. Ambas formas fabulosas y con grandes ventajas. Creo que Rupi, es de las que escribe con las tripas.

"Leche y Miel" es un libro. Originalmente lo leí en inglés, lo cual no le restó la musicalidad que a menudo se pierde en las traducciones. Y duele decirlo pero a veces la forma es el fondo. Que las palabras resuenen puede ser, lo que logre el nivel de evocación de una buena obra.

La pasta es suave y el libro se divide en cuatro capìtulos: La Herida (The Hurting), Amar (The Loving), La Ruptura (The Breaking) y La Curación (The Healing). Dichos títulos agrupan ejes temáticos y sospecho que también la evolución psicológica de la autora.

Los poemas están acompañados de imágenes y no incluyen mayúsculas. La fortaleza del relato que se cuenta radica en la intimidad y la forma descarnada de contarlo. Uno de los poemas que más me tocó del primer capítulo al español indicaría algo así como:

"...el terapeuta pone
a la muñeca en frente de ti
es del tamaño de las niñas
a las que a tus tíos les gusta tocar

señala dónde estaban sus manos

señalas el lugar
en medio de sus piernas el mismo
de donde sacó sus dedos de ti
como una confesión

cómo te estás sintiendo

sacas el nudo
de tu garganta 
con tus dientes
y dices bien
realmente entumecida

-sesiones de mitad de semana..."
(Traducción Libre)

Es por poemas como éste que afirmo, que es un libro hecho con vísceras. El primer capítulo caracteriza los dolores: El conflicto con un padre, el dolor de ser mujer, la violación y la tristeza. El segundo, profundiza en un amor sediento, casi obsesivo y absolutamente entregado. El tercero reprocha la ruptura con un gran amor, busca explicaciones, recrimina y reflexiona. Después de observar un proceso de dependencia y profundo dolor, el último capítulo revela una lobezna: Una mujer capaz de afirmar:

"...quizás lo más triste de todo
son aquéllos que viven esperando
por alguien que no están
seguros de que exista

-7 millardos de personas..."
(Traducción Libre)

Es un libro duro e incómodo. Es un libro sabio.


Nota al lector: Agradezco las lecturas de las personas interesadas; desafortunadamente, el libro que tengo está en formato físico y en inglés, no lo tengo en ningún formato digital (pdf o word). Tampoco dispongo medios para su envío por correo o alguna transportadora. No tengo el documento en español, ni conozco de alguna versión que se haya hecho en este idioma. Es por esto que esta entrada es escrita en castellano pero es de un libro que leí originalmente en inglés.
Cuando nació, los vientos de agosto habían roto un árbol que se derrumbó sobre el auto del médico que atendía el parto. Lo bautizaron Maurico Vendabal. Si era premonición o no, serían los hechos los que revelarían si su apellido cargaba los vientos inclementes.

Calladito, contenido y siempre medido, era el típico bogotano que cubre todas las partes de cuerpo y nunca para de decir "gracias", "de nada", "por favor", "sería tan amable de".Sus notas fueron destacadas pero cayó por el precipicio ideológico cuando en vez de elegir ser economista, se inclinó por la filosofía,

De discusiones helénicas, siempre defendió los argumentos y el tono conciliador. Nunca respondió a una ofensa, con otra ofensa y en el amor, era de los que daba lo otra mejilla. Catalogado como el profesor estúpido del colegio, por sus modales medievales y su vocesita socarrona, debía tolerar los gritos de Nadia, la coordinadora.

Obsesionada con llevárselo a la cama, no paraba de subyugarlo y ponerle tareas indignas. A manera de reto, tenía un pene de porcelana; una imitación barata de un gran escultor.

sábado, 20 de agosto de 2016

Beowulf (50/50)

Señalado como uno de los libros insignes de la literatura inglesa, se desconoce su autor; sin embargo, se puede especular por las asociaciones con Dios que lo pudo haber hecho alguien de fe cristiana.

Beowulf es un guerrero que arriba donde los daneses, se identifica y resulta que su ascendencia, resulta un excelente referente. Es hijo de Edgetho, un famoso soldado, cuya vida duró varios inviernos. Es acogido por el rey Hrothgar. 

Su presencia era más que necesaria: El pueblo anfitrión habìa sido aterrorizado por el Grendel. Un ser que no ha perdido oportunidad para aniquilar soldados mientras duermen. 

Una vez Beowulf acompaña a las tropas de Geats, en uno de los acostumbrados ataques del ser mítico, Se desata una batalla entre el héroe y el Grendel. Finalmente, vence el hijo de Edgetho. Grendel huye malherido y deja huellas de sangre en su recorrido.

Hrothgar celebra con sus súbditos el fin del yugo que los azotó. Sin sospecharlo, convocaron la furia de la madre del Grendel, quien asesinó al soldado más apreciado del rey. 

Acompañado de guerreros, Beowulf se dirige al lago incandescente que habita la madre del Grendel. Es conducido a la profundidad del mismo (aquí uno se pregunta ¿cómo respira?) y gracias a su armadura no perece, y gracias a que logra tomar una espada esculpida por gigantes, derrota  a la criatura.

Tras su hazaña, se convierte en rey; sin embargo, las aventuras no terminan allí. Había un dragón que habitaba en una torre de piedra, apegado a su tesoro. Un sirviente por necesidad roba el apreciado botín y desata la ira de la bestia, quien vuelve a atacar a la ya sufrida población.

El sirviente presionado por la gente y el dragón, les indica el camino hacia la guarida del dragón. El rey, hijo de Edgetho, muy valiente se adentra en el hogar de su enemigo. Esta vez, el enemigo es más grande que el valor y lo calcina con su aliento.

A pesar de haber luchado con Wiglaf ante el dragón y vencerlo, Beowulf pierde la batalla contra la muerte. Sin embargo, eso no impide que el pueblo danés tenga un nuevo líder en Wiglaf, el único valiente que acompañó al rey hasta las últimas consecuencias. 

Beowulf (50/50)

Señalado como uno de los libros insignes de la literatura inglesa, se desconoce su autor; sin embargo, se puede especular por las asociaciones con Dios que lo pudo haber hecho alguien de fe cristiana.

Beowulf es un guerrero que arriba donde los daneses, se identifica y resulta que su ascendencia, resulta un excelente referente. Es hijo de Edgetho, un famoso soldado, cuya vida duró varios inviernos. Es acogido por el rey Hrothgar. 

Su presencia era más que necesaria: El pueblo anfitrión habìa sido aterrorizado por el Grendel. Un ser que no ha perdido oportunidad para aniquilar soldados mientras duermen. 

Una vez Beowulf acompaña a las tropas de Geats, en uno de los acostumbrados ataques del ser mítico, Se desata una batalla entre el héroe y el Grendel. Finalmente, vence el hijo de Edgetho. Grendel huye malherido y deja huellas de sangre en su recorrido.

Hrothgar celebra con sus súbditos el fin del yugo que los azotó. Sin sospecharlo, convocaron la furia de la madre del Grendel, quien asesina al soldado más apreciado del rey. 

Acompañado de guerreros, Beowulf se dirige al lago incandescente que habita la madre del Grendel. Es conducido a la profundidad del mismo (aquí uno se pregunta ¿cómo respira?) y gracias a su armadura no perece, y gracias a que logra tomar una espada esculpida por gigantes, derrota  a la criatura.

Tras su hazaña, se convierte en rey; sin embargo, las aventuras no terminan allí. Había un dragón que habitaba en una torre de piedra, apegado a su tesoro. Un sirviente por necesidad roba el apreciado botín y desata la ira de la bestia, quien vuelve a atacar a la ya sufrida población.

El sirviente presionado por la gente y el dragón, les indica el camino hacia la guarida del dragón. El rey, hijo de Edgetho, valientemente se adentra en el hogar de su enemigo. Esta vez, el enemigo es más grande que el valor y lo calcina con su aliento.

A pesar de haber luchado con Wiglaf ante el dragón y vencerlo, Beowulf pierde la batalla contra la muerte. Sin embargo, eso no impide que el pueblo danés tenga un nuevo líder en Wiglaf, el único valiente que acompañó al rey hasta las últimas consecuencias. 

sábado, 13 de agosto de 2016

Huracán

No sé qué me pasa por estos días. Creo que ando, como dicen las mujeres, "hormonal". Y pareciera que estoy en posición de combate. Me parece inaudita la protesta que hicieron cientos de cristianos y moralistas frente al Ministerio de Educación, por una política pública que busca eliminar la discriminación contra la población LGBTI en los colegios.

Y la microdiscriminación me vuela el genio cada día más. Parezco esas feministas errantes que confunden su estado de ánimo con la defensa de una ideología. Me fastidia encontrarme con mis familiares moralistas que hacen ese pequeño comentario, que derrama la copa y lo que otrora me comía, ahora me dan ganas de gritarlo.

Me fastidia ese repudio contenido de la gente cuando no correspondo con lo que debería ser "un macho" y me da asco esa endofobia de mis semejantes que los obliga a instaurar posturas machistas en redes sociales.

Me siento un extraterrestre en este país donde la política vale más que el talento, donde los argumentos pesan menos que las frases de cajón, donde se vale ser estúpido y andarlo pregonando ante multitudes iletradas y llenas de odio.

Me siento cansado...

viernes, 5 de agosto de 2016

Alcíbiades Enamorado (3)

¿Tú qué vas a saber del amor sin haber sufrido? ¿Qué vas a saber del dolor sin haber reído? ¿Qué pretendes conocer con la mirada angelical, sin haber probado las heces del mundo? ¿Dudas que sea necesario tener una mancha para apreciar el azul inmaculado del cielo de agosto?

Me avergüenza decírtelo pero me da confianza tu silencio lacerante. Detrás del hombre que soy, está un adolescente sentado en el andén preguntándose dónde dormir. Y ve en un vejete con anteojos, con una despreciable chaqueta de cuero, la posibilidad de conseguir abrigo y un plato antes de dormir. Y no me digas que eres tan ingenuo como para dudarlo. Para ascender se necesita haberlo mamado y yo ascendí a punta de mamadas. Y esa mezcla de ríos de saliva y semén, que corrieron para llenar el alma que ya no era alma, son los que te dieron de comer. Éramos él y yo, en una habitación y afuera el rugido de la ciudad. Él, el senador y yo, el adolescente, afuera el sonido de los autos neuróticos. Él y yo, el adulto atormentado y el contralor general de la nación, afuera los sonidos de los carritos de helados. Él y yo, el energúmeno inconcluso y el magistrado de la corte constitucional, afuera la lluvia y los estudiantes que saltan charcos. Así ocurre cuando no tienes quien te cuide, mi niño de cabellos rizados... La mamas, escalas, la mamas y cuando estás muy alto, te la maman. Pero no tengas cuidado, tú tienes quien te proteja.




viernes, 22 de julio de 2016

El Mariachi

Según él, fumaba para aliviar la tensión que le causaban los pantalones apretados. Y a diferencia de los universitarios que se escondían de las miradas conocidas, él había crecido en esa calle y desde que la memoria le funciona, ha cantado para hombres con cadenas de oro y borrachas con la lívido encendida.

A simple vista un mequetrefe, pero otros coros cantarían si la gente conociera su historia. Perdió la virginidad tras bambalinas bajo una imagen de la virgen de Guadalupe con una señora de cincuenta que decía ser la reencarnación de Marlyn Monroe. A pesar de trabajar noche tras noche (sin parar), es poco lo que duerme en los días. Le gusta ir a los centros comerciales setenteros y jugar videojuegos. Así transcurren los días: entre maquinitas de carros, trompetistas, guitarristas y tequila.

Es inevitable mantener la cordura en una profesión que requiere de carisma y licor. Procura no pasar de tres copas. Cuando lo hace suele ponerse alegre y dicharachero, y a menudo se sienta en las piernas del guitarrista.

Debo corregir algo en esta historia. No perdió su virginidad bajo un cuadro de la virgen de Guadalupe. Lo hizo con una niña punk que conoció a sus quince años. Olía a comino, según ella, porque sólo comía platos naturales. Y precisamente, su primer beso, supo a baterías, guitarras eléctricas y cilantro. Entonces él le tocaba la cintura que ondeaba como una serpiente... Y la quiso capturar en el Parque de los Hippies. Tras entrar a la universidad ¿quién saldría con un mariachi? Un día cualquiera, ella decidió no volver a responder el teléfono rojo y pesado de los años noventa.

Por eso él tiene los ojos vidriosos y un par de cenizas le queman la solapa.

-¡Jueputa!- Exclama mientras camina calle abajo, hacia el Parque de los Hippies.

Ya mañana en la mañana se llenará esta calle de bogotanos encorbatados.






El Mariachi

Según él, fumaba para aliviar la tensión que le causaban los pantalones apretados. Y a diferencia de los universitarios que se escondían de las miradas conocidas, él había crecido en esa calle y desde que la memoria le funciona, ha cantado para hombres con cadenas de oro y borrachas con la lívido encendida.

A simple vista un mequetrefe, pero otros coros cantarían si la gente conociera su historia. Perdió la virginidad tras bambalinas bajo una imagen de la virgen de Guadalupe con una señora de cincuenta que decía ser la reencarnación de Marlyn Monroe. A pesar de trabajar noche tras noche (sin parar), es poco lo que duerme en los días. Le gusta ir a los centros comerciales setenteros y jugar videojuegos. Así transcurren los días: entre maquinitas de carros, trompetistas, guitarristas y tequila.

Es inevitable mantener la cordura en una profesión que requiere de carisma y licor. Procura no pasar de tres copas. Cuando lo hace suele ponerse alegre y dicharachero, y a menudo se sienta en las piernas del guitarrista.

Debo corregir algo en esta historia. No perdió su virginidad bajo un cuadro de la virgen de Guadalupe. Lo hizo con una niña punk que conoció a sus quince años. Olía a comino, según ella, porque sólo comía platos naturales. Y precisamente, su primer beso, supo a baterías, guitarras eléctricas y cilantro. Entonces él le tocaba la cintura que ondeaba como una serpiente... Y la quiso capturar en el Parque de los Hippies. Tras entrar a la universidad ¿quién saldría con un mariachi? Un día cualquiera, ella decidió no volver a responder el teléfono rojo y pesado de los años noventa.

Por eso él tiene los ojos vidriosos y un par de cenizas le queman la solapa.

-¡Jueputa!- Exclama mientras camina calle abajo, hacia el Parque de los Hippies.

Ya mañana en la mañana se llenará esta calle de bogotanos encorbatados.






jueves, 21 de julio de 2016

Pollito

Por aquellos días, al lado del edificio anticuado que albergaba no menos de ocho habitaciones, una piscina, un salón de eventos y un naranjo, estaba la casa de los cuidadores. Había una constante en mis peregrinajes infantiles y es que no reconocían las fronteras sociales. Y es que allí, en esa la casa de al lado, lúgubre, con olor a cenizas y cientos de niños que años más tarde no recibirían educación, me sentía uno más.

Recuerdo su percepción de la desnudez. Solían cargar a los niños pequeños, desnudos sobre las espaldas con una manta de colores azulados que amarraban a su pecho. Sobre sus paredes había totumos llenos de maíz que sonaban como maracas y el arroz sabía diferente.

Jugaba con ellos porque es la manera en la que los niños hacen el amor y será la única que nos quede cuando el cuerpo esté cansado de las brasas de la pasión. Eran muchos y la mayoría morenos. Eran felices, como el resplandor del patio de cemento. Tenían pollitos, con los que jugábamos a atrapar. El símbolo ineludible de la inocencia. Uno de ellos lo tomé entre manos y la gallina me picó. Lo solté y noté cómo la llama de la vida se debilita. No cantaba igual, no corría. La alegría de todos los niños se convirtió en un luto. Arroparon al animalito amarillo y cuando les pregunté si era la forma de curarlo, me mintieron y dijeron que sí.

No recuerdo si el pollito murió. Sin embargo, fue de las primeras imágenes que me enseñaron la crueldad que habita la ingenuidad. Más adelante, las vidas de esos niños y las mías se dividirían, por los miles y miles de abismos que crea la sociedad. Intento convencerme que algún día trabajaré por ellos, por ésos que fueron niños y quizás, también pollitos... pero al hacer un recuento, no he hecho nada.

Recordarnos con objetividad es a veces espantoso... Pero de esos senderos oscuros que hemos cavado, hemos construido, todo lo que somos.

Ella




Ella, que cuando nos acompaña
inspira desasosiego.
Nos constriñe a la memoria
y por pasajes oníricos,
nos hace palpar,
la madera de otros tiempos.

Ella, que deambula impertinente,
llenando los vacíos,
la abandonada euforia
de no estar separados.

Ella, que nos mira ladina de vez en cuando.
En los mejores, y peores años.

Ella que nos aguarda en la muerte.
Ella, que algunos llaman compañera,
yo la llamo soledad.

miércoles, 20 de julio de 2016

Las Ciudades Invisibles - Ìtalo Calvino (49/50)




"Las Ciudades Invisibles"fue publicado en septiembre de 1998. La versión que tengo fue traducida al español por Aurora Bernárdez, y debo reconocer que fue una buena traducción.


El libro retrata las conversaciones entre Marco Polo y Kublai Kan. El primero, un viajero y conocedor, el segundo, el dueño del imperio más grande de la época. Sediento de relatos Kublai interroga a Marco, quien más que traerle descripciones comerciales, lo adentra a una serie de ciudades invisibles.

El texto se articula en pequeños relatos organizados en capítulos titulados según su temática: Las ciudades y la memoria, las ciudades y el deseo, las ciudades y los signos, las ciudades sutiles, las ciudades y el nombre, las ciudades y los muertos, las ciudades escondidas, las ciudades y los intercambios, entre otros.

En cada división del libro se describe una ciudad. Sus nombres son de mujeres y su presentación puede ser física, metafísica y fantástica. Por traer algunos ejemplos, hay una ciudad que por permanecer renovada, expulsa lo viejo y la basura a sus alrededores. Se teme que algún día, el anillo de desechos que la rodea y que en parte, la mantiene siempre nueva, se derrumbe y les recuerde a los habitantes su pasado. Hay otra ciudad, construida por hombres que soñaron perseguir a una mujer que no lograban atrapar. Construyeron una ciudad e intentaron hacer más difíciles los recorridos oníricos que ella siguió. Luego, llegaron otros hombres que la soñaron pero decidieron hacer más accesibles los recovecos y modificaron la metrópoli, a favor del hombre y en decadencia de lo inalcanzable. La última que mencionaré es Zora, la cual es recordada de manera nítida respecto a cada uno de sus detalles; sin embargo, se ve diferente si se llega por camello o por barco; dado que la ciudad es moldeada por sus límites.

Kublai pide a Marco Polo, describir a Venecia. Éste le responde que siempre ha descrito a Venecia en todas las ciudades. Descubre el Gran Kan, que podría descubrir una ciudad imaginada que aún no existe pero Polo persiste en señalar lugares que corresponden a sus elucubraciones. Mientras juegan ajedrez, el supremo del imperio, indica que como dicho juego tiene reglas, las ciudades deben tenerlo; una vez las descifre, poseerá todo lo que hasta ahora por fuerza era suyo.

El libro termina con una oración que fascina a los críticos (y creo que también al autor): "...buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio..."

Me gustó la sencillez del libro, el lenguaje claro y las descripciones oníricas. Sin duda, una búsqueda por comprender las reglas de ese ajedrez del Gran Kan.

Las Ciudades Invisibles - Ìtalo Calvino (49/50)




"Las Ciudades Invisibles"fue publicado en septiembre de 1998. La versión que tengo fue traducida al español por Aurora Bernárdez, y debo reconocer que fue una buena traducción.


El libro retrata las conversaciones entre Marco Polo y Kublai Kan. El primero, un viajero y conocedor, el segundo, el dueño del imperio más grande de la época. Sediento de relatos Kublai interroga a Marco, quien más que traerle descripciones comerciales, lo adentra a una serie de ciudades invisibles.

El texto se articula en pequeños relatos organizados en capítulos titulados según su temática: Las ciudades y la memoria, las ciudades y el deseo, las ciudades y los signos, las ciudades sutiles, las ciudades y el nombre, las ciudades y los muertos, las ciudades escondidas, las ciudades y los intercambios, entre otros.

En cada división del libro se describe una ciudad. Sus nombres son de mujeres y su presentación puede ser física, metafísica y fantástica. Por traer algunos ejemplos, hay una ciudad que por permanecer renovada, expulsa lo viejo y la basura a sus alrededores. Se teme que algún día, el anillo de desechos que la rodea y que en parte, la mantiene siempre nueva, se derrumbe y les recuerde a los habitantes su pasado. Hay otra ciudad, construida por hombres que soñaron perseguir a una mujer que no lograban atrapar. Construyeron una ciudad e intentaron hacer más difíciles los recorridos oníricos que ella siguió. Luego, llegaron otros hombres que la soñaron pero decidieron hacer más accesibles los recovecos y modificaron la metrópoli, a favor del hombre y en decadencia de lo inalcanzable. La última que mencionaré es Zora, la cual es recordada de manera nítida respecto a cada uno de sus detalles; sin embargo, se ve diferente si se llega por camello o por barco; dado que la ciudad es moldeada por sus límites.

Kublai pide a Marco Polo, describir a Venecia. Éste le responde que siempre ha descrito a Venecia en todas las ciudades. Descubre el Gran Kan, que podría descubrir una ciudad imaginada que aún no existe pero Polo persiste en señalar lugares que corresponden a sus elucubraciones. Mientras juegan ajedrez, el supremo del imperio, indica que como dicho juego tiene reglas, las ciudades deben tenerlo; una vez las descifre, poseerá todo lo que hasta ahora por fuerza era suyo.

El libro termina con una oración que fascina a los críticos (y creo que también al autor): "...buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio..."

Me gustó la sencillez del libro, el lenguaje claro y las descripciones oníricas. Sin duda, una búsqueda por comprender las reglas de ese ajedrez del Gran Kan.

jueves, 14 de julio de 2016

Voces de Chérnobil - Svetlana Alexievich (48/50)




La escritora y periodista bielorrusa, Svetlana Alexievich, adentra al lector al mundo trágico del accidente de Chérnobil. Lo hace a través de relatos, monólogos y cantos en primera persona singular o plural, que dan cuenta de cómo se trastornaron las vidas.

La primera historia, desde mi punto de vista, la más hermosa, clara y trágica, es sobre una mujer que cuando estaba recién casada, vio la tragedia. Su esposo era un bombero, junto con sus compañeros fue designado a ejecutar el plan de contingencia en la central nuclear. Tras acontecer algunos días, la letal radiación comenzó a devorarlo. En un intento por contener la curiosidad, el estado ruso mantiene en secreto la situación de los hombres. Es trasladado a Moscú. Su esposa lucha por acompañarlo. Ve cómo con el tiempo se transfigura. Él llega al punto de escupir sus órganos. Finalmente muere. Ella tiene a la hija que le legó su amado; sin embargo, debe verla a morir también, la radiación le dejó huellas que le hacen imposible vivir. La heroína de Alexievich, sigue su vida, se vuelve a casar pero nunca olvida.

En adelante, el libro sólo consiste en personas verosímiles. Ancianos energúmenos que siguen creyendo en la Unión Soviética, profesoras que ven morir a sus hijos de manera prematura, ancianas que luchan contra el Estado para permanecer cultivando sus veredas, enfermeras que ven la forma bélica e insensible en la que los emisarios del gobierno asesinan recién nacidos; en general, y mayoritariamente, seres desencantados de manera infantil de la Unión Soviética.

A pesar de la importancia de los eventos históricos, Chérnobil vivía una masacre silenciosa. Aunque se abría espacio a una prensa más sincera, la zona afectada por el átomo debía padecer el silencio, las mentiras de los medios que decían que todo estaba bajo control. A menudo surgen relatos de los "liquidadores",  hombres que debían limpiar la zona. Eran generalmente jóvenes y debían cavar la tierra, exponerse a la radiación, a cambio de un sueldo doblado o triplicado.

La autora no descuida los detalles relacionados con la realidad animal. Son comunes los pasajes en los que quedan perros, gatos, jabalís, vacas y zorras en la zona aislada. Los liquidadores tienen la orden de aniquilarlos a su paso.

Creo que el elemento más poderoso de la prosa de este libro, es que no es contado por seres encumbrados en cifras oficiales sino por seres humanos que pueden ver gracia, ternura, despecho y amistad, en medio de la tragedia. 

Uno de los elementos más acertados para describir la actitud del gobierno, es esa escena en la que miembros del partido hacen pavimentar una carretera hasta la miserable zona y cuando se bajan sólo dan declaraciones pero nunca ponen un pie fuera del asfalto. 

El comportamiento de la sociedad soviética, en algunas facetas, resulta incomprensible. El rechazo a los niños que vienen de Chérnobil, el maltrato del personal médico, la insistencia en que trabajen y que ignoren que son víctimas de una falta de previsión. 

Me parecía incomprensible, página tras página, que los soviéticos no se hubieran levantado contra su gobierno. Hasta los colombianos, que constituimos el pueblo más sumiso de la tierra, nos hemos levantado en situaciones límite y hemos destruido algunos convencionalismos. Cuando leí el relato de un exsoldado, que también fue liquidador, comprendí algo del espíritu soviético. Asumen que cuando callan, que cuando son cómplices del gobierno y se arriesgan a situaciones miserables como la de tener que limpiar una cloaca nuclear, están salvando a su comunidad. Resulta hermoso, heroico y estúpido. Hay un silencio que los acompaña, de hecho, procuran callar ante los extranjeros. Y cuando hablan, lo hacen como si expulsaran un demonio, un cáncer llamado resignación.

sábado, 9 de julio de 2016

La Muerte de Alec - Darío Jaramillo Agudelo (47/50)



A través de un lenguaje simple, con constantes referencias a la filosofía y a la literatura, con un narrador que cuenta la historia segunda persona singular, en lo que se supone es una carta a un amigo, se cuenta la historia de cómo murió Alec. Más que un texto anecdótico, pretende unir los cabos, hacer de los hechos narrados, literatura.

El narrador le cuenta a su amigo, que las palabras de Madame Rur, fueron presagio ineludible para la muerte de su gran amigo, Alec. Los sucesos les ocurren a un grupo de compañeros que viven San Francisco. Es constante la referencia al color champaña del sol California (lo cual despertó en mí un deseo de conocer dicha ciudad).

Buddy es un fontanero con un carro viejo y siempre está feliz. Él cree fervorosamente en Madame Rur, una especie de bruja que se instala en San Francisco, una pequeña ciudad en un país altamente industrializado. El personaje al que va dirigida la carta, al ser invitado mostró su escepticismo a la pitonisa. Ella, quién sabe si a manera de venganza o simplemente ejerciendo su profesión, le vaticinó que un amigo cercano moriría pronto.

Por esos días conocía a Alec, un ex soldado, ahora fotógrafo, amante de la literatura. El grupo de amigos, coincidía en su pasión por las letras. El narrador indica que en una noche leyeron juntos y en voz alta  "Cien Años de Soledad". 

La amistad se consolidó, al punto que el que recibiría la carta, decide trastearse a vivir con Alec. Tras una precisa elucubración sobre el destino, el racionalismo, la carga probatoria y la aparente futilidad del escepticismo, se desenvuelve la historia.

Están remando en un río, en una barca, una amiga colombiana y buddy, en la otra, Alec y el receptor del mensaje. Cuando la segunda barca bordea una roca, se choca, entonces, a pesar de buscarlo, descubren que ha muerto Alec. No obstante, nunca logran hallar el cuerpo.

El texto se basa en una recapitulación de sucesos supuestamente ocurridos. Hace constantes divagaciones sobre el racionalismo, la literatura y el destino. Antes de desenvolver la historia, se hace una meditación sobre el agua como la matriz de la vida, el semen de la tierra, el corazón de la intuición y en este caso, el elemento de la muerte. 

Me gusta particularmente el tono del libro, es sencillo, cuenta una historia interesante y divaga sobre temas académicos, con cierta ligereza. Me recuerda el tono de autores como Héctor Abad Facciolince y Santiago Gamboa, quizás haya sido su padre literario.

domingo, 3 de julio de 2016

Let Us Go Then, You and I (46/50)

Thomas Stearns Eliot was born in St Louis, Missuri, USA in 1888. He received the Nobel Prize 1948.

Full of descriptions of daily dailylife and using poetic resources from different streams, Eliot achieves to create a fluent and deep poetry.

Romance is evident in "Portrait of a Lady"; however, highly elaborated sentences are presente even when there is a natural and oniric atmosphere:

"...Let us take the air in a tobacco trance..."

While the time advanced language became simpler and topics deeper. The death becomes one of the main characters in Eliot's poetry world. There are quotes to famous pieces. Natural elements become more importante and sometimes they are part of a conversation (What the Thunder Said).

For me, it was particularly interesting that some parts of his poetry when translated to Spanish in my mind sounded really good. May be it was the influence of Latin, perhaps he liked Hispanic Poetry.

Portrait of a Lady

Among the smoke and fog of a December afternoon 
You have the scene arrange itself — as it will seem to do— 
With "I have saved this afternoon for you"; 
And four wax candles in the darkened room, 
Four rings of light upon the ceiling overhead, 
An atmosphere of Juliet's tomb 
Prepared for all the things to be said, or left unsaid. 
We have been, let us say, to hear the latest Pole 
Transmit the Preludes, through his hair and finger-tips. 
"So intimate, this Chopin, that I think his soul 
Should be resurrected only among friends 
Some two or three, who will not touch the bloom 
That is rubbed and questioned in the concert room." 
—And so the conversation slips 
Among velleities and carefully caught regrets 
Through attenuated tones of violins 
Mingled with remote cornets 
And begins. 

"You do not know how much they mean to me, my friends, 
And how, how rare and strange it is, to find 
In a life composed so much, so much of odds and ends, 
(For indeed I do not love it ... you knew? you are not blind! 
How keen you are!) 
To find a friend who has these qualities, 
Who has, and gives 
Those qualities upon which friendship lives. 
How much it means that I say this to you — 
Without these friendships — life, what cauchemar!" 
Among the winding of the violins 
And the ariettes 
Of cracked cornets 
Inside my brain a dull tom-tom begins 
Absurdly hammering a prelude of its own, 
Capricious monotone 
That is at least one definite "false note." 
— Let us take the air, in a tobacco trance, 
Admire the monuments, 
Discuss the late events, 
Correct our watches by the public clocks. 
Then sit for half an hour and drink our bocks. 

II 
Now that lilacs are in bloom 
She has a bowl of lilacs in her room 
And twists one in her fingers while she talks. 
"Ah, my friend, you do not know, you do not know 
What life is, you who hold it in your hands"; 
(Slowly twisting the lilac stalks) 
"You let it flow from you, you let it flow, 
And youth is cruel, and has no remorse 
And smiles at situations which it cannot see." 
I smile, of course, 
And go on drinking tea. 
"Yet with these April sunsets, that somehow recall 
My buried life, and Paris in the Spring, 
I feel immeasurably at peace, and find the world 
To be wonderful and youthful, after all." 

The voice returns like the insistent out-of-tune 
Of a broken violin on an August afternoon: 
"I am always sure that you understand 
My feelings, always sure that you feel, 
Sure that across the gulf you reach your hand. 

You are invulnerable, you have no Achilles' heel. 
You will go on, and when you have prevailed 
You can say: at this point many a one has failed. 

But what have I, but what have I, my friend, 
To give you, what can you receive from me? 
Only the friendship and the sympathy 
Of one about to reach her journey's end. 

I shall sit here, serving tea to friends ...." 

I take my hat: how can I make a cowardly amends 
For what she has said to me? 
You will see me any morning in the park 
Reading the comics and the sporting page. 
Particularly I remark. 
An English countess goes upon the stage. 
A Greek was murdered at a Polish dance, 
Another bank defaulter has confessed. 
I keep my countenance, 
I remain self-possessed 
Except when a street-piano, mechanical and tired 
Reiterates some worn-out common song 
With the smell of hyacinths across the garden 
Recalling things that other people have desired. 
Are these ideas right or wrong? 

III 
The October night comes down; returning as before 
Except for a slight sensation of being ill at ease 
I mount the stairs and turn the handle of the door 
And feel as if I had mounted on my hands and knees. 
"And so you are going abroad; and when do you return? 
But that's a useless question. 
You hardly know when you are coming back, 
You will find so much to learn." 
My smile falls heavily among the bric-à-brac. 

"Perhaps you can write to me." 
My self-possession flares up for a second; 
This is as I had reckoned. 
"I have been wondering frequently of late 
(But our beginnings never know our ends!) 
Why we have not developed into friends." 
I feel like one who smiles, and turning shall remark 
Suddenly, his expression in a glass. 
My self-possession gutters; we are really in the dark. 

"For everybody said so, all our friends, 
They all were sure our feelings would relate 
So closely! I myself can hardly understand. 
We must leave it now to fate. 
You will write, at any rate. 
Perhaps it is not too late. 
I shall sit here, serving tea to friends." 
And I must borrow every changing shape 
To find expression ... dance, dance 
Like a dancing bear, 
Cry like a parrot, chatter like an ape. 
Let us take the air, in a tobacco trance— 
Well! and what if she should die some afternoon, 
Afternoon grey and smoky, evening yellow and rose; 
Should die and leave me sitting pen in hand 
With the smoke coming down above the housetops; 
Doubtful, for quite a while 
Not knowing what to feel or if I understand 
Or whether wise or foolish, tardy or too soon ... 
Would she not have the advantage, after all? 
This music is successful with a "dying fall" 
Now that we talk of dying— 
And should I have the right to smile?