lunes, 21 de diciembre de 2020
lunes, 14 de diciembre de 2020
Miedo
martes, 8 de diciembre de 2020
Clematis mutisiana
La muerte de su padre, fue como un golpe en la cabeza que lo dejó confundido. Alejado de su madre, ese viejo gruñón al que le gustaba molestar, ahora no estaba. Sólo quedaron un par de fotografías -Qué injustas son las pruebas- se decía a sí mismo-. Un muchachito en una guarnición militar, al lado de un cañón celebraraba con una sonrisa inmensa la vida.
Abandonó su trópico rococo, lleno de atardeceres enrojecidos, lluvias torrenciales y montañas azules. Regresó a la tierra de los trenes y viajó hacia el sur. Camino al pequeño pueblo austriaco, las carreteras se habían llenado de nieve y el conductor, en un idioma estridente, decía que tendrían que esperar quince minutos. Al frente había una cárcel. A diferencia de las de su tierra, no tenía miles de presos hacinados por crímenes que aún no tienen equivalencia en el diccionario. El conductor desesperado, les pidió a los pasajeros que se bajaran y tomaran el S8 en dirección al aeropuerto.
Miró las barras y recordó que su papá estuvo preso. Aparentemente, vio cómo un policía abusaba de una mujer y con una turba de hombres le reclamó. El oficial volteó su rostro lleno de ira y le dijo a la masa: "al que siga protestando me lo llevo a la prisión". Cuando su papá miró hacia atrás, no había nadie ya, todos habían escapado. Pasó la noche rodeado de ladrones, violadores y narcotraficantes.
La historia era falsa . Apenas se graduó de la universidad, su padre le regaló una cerveza y le dijo que iba por buen camino. Se volvió abogado y asistente de un despacho judicial. En uno de los caprichos de un político local, se propusieron encontrar viejos villanos con casos precluidos. Cientos de carpetas pasaron con violaciones, torturas y crímenes llenos de sevicia. La carpeta morada, no la olvidaría. El crimen era espeluznante según su nombre: Maltrato infantil. Pero la segunda página llegó con un tono escalofríante, en una foto gigante estaba él. Agudizó la mirada y pronto descubrió que era su papá. El expediente había sido medio borrado por el tiempo; además, tenía impresa la letra de uno de esos hombres que no nació para ser leído. Sólo distinguió una palabra "Clematis".
Llegó como ráfaga el S8, camino al aeropuerto. Él aceleró el paso y se sentó en una silla azul. Apoyó su espalda. Entre la silla y su cuerpo, específicamente en la piel, un tatuador a sus veinte hizo su Magnum opus: Una Clematis mutisiana sobre la piel tierna de un niño.
Imagen: Ciudad Viva
lunes, 30 de noviembre de 2020
El Cielo: De Astronomía y su Hermana Charlatana
Dicen los astrólogos que a los 28 años, aproximadamente, Saturno retorna a su posición natal. Saturno, dios del tiempo y para los charlatanes y estudiosos del cielo, representa el padre del karma: El viejo amargado, jerárquico y estructurado que busca poner a prueba a su gente. Frente a la astrología he recibido respuestas variopintas; la gente casi siempre se ríe. Lo cierto es que no es un ciencia. Sin embargo, sus rasgos arquetípicos y su extraña precisión me atraen.
Vine a Alemania con Lilith en la casa 8 (posición de la muerte) y el punto del infortunio en la casa 9 (la de los viajes de larga distancia). Y sí, todo fue así: Morir y viajar. Renacer, de cierta forma, aunque suene cliché. Me encontré bestias mitológicas (no más que humanos con corazones horribles), grutas oscuras, y sistemas anquilosados con estructuras anacrónicas (¿Cronos?). Y a medida que avanzaba mi viaje, los problemas improbables se agudizaban: Tormentas, pérdida de trabajo por un tema político, un jefe explotador, materias pesadas y difíciles de pasar. Luego llegó la pandemia, justo con Neptuno en piscis (¿coincidencia con la peste negra?).
Mauricio Puerta, una suerte de astrólogo de los poderosos en Colombia, le dijo a Luis Carlos Galán, quién coincidencialmente como yo, era libra ascendente libra, que los tránsitos le auguraban la muerte. Unas semanas después, Pablo Escobar Gaviria (el padre de lo mercurial), logró su cometido. El cuerpo de Galán yacía bajo el asombro de una multitud ¿se puede evadir el poder de un astro, preguntaría un pseudocientífico? Decidí dejar de leer las posiciones astrales. No tengo tiempo (¿Cronos?). Lo último que vi en mi plano celeste, es que tenía la megaconjunción (astrológica) de Júpiter, Saturno y Plutón en la Casa I, que representa la personalidad y el cuerpo.
El futuro no se puede predecir y de poderse, sería caer en una especie de espiral, propia del Oráculo de Delfos, en el que los humanos, con el fin de evitar su destino, terminaban inevitablemente cayendo en él (leer el mito de Edipo o acerca del nacimiento de Zeus).
Este año fue hermoso, duro pero hermoso. Oscuro pero lleno de esperanza. Triste pero con una felicidad verdadera. Precisamente el año de la cojunción astronómica (sí con "t" porque es una ciencia) del 21 de diciembre, habla de la alineación entre Saturno y Júpiter, los gigantes del sistema solar. No sé si pueda verla con telescopio debido a la pandemia. Este fenómeno no se presenta desde la lejana Edad Media. Para mí no será la danza de dos dioses sino el fin de algo, la mirada nostálgica de un hombre que camina sobre una aldea que ha sido saqueada por soldados imperiales. La mirada de un hombre que tras un saqueo, ha descubierto que sobre las ruinas crecía la flor que le hacía falta a su colección y en un arrebato de profunda humanidad, decide dejarla crecer sobre el suelo ahora solitario.
viernes, 6 de noviembre de 2020
Un sueño bogotano en una ciudad bávara
Anoche soñé que mi mamá la reclamaba a mi padre por sus amantes. Y él, con la soberbia que tuvo a sus cuarenta, le respondía que no pasaba nada, que él simplemente las usaba, que ellas no significaban nada. Mi mamá lloraba y él comenzaba a gritar. Soñé que la abrazaba y nos íbamos.
En Múnich he soñado con Bogotá. No tengo recuerdos de un sueño con esta ciudad donde vivo. Hace unos meses soñé con mi abuelita paterna, a cuyo velorio no fui porque básicamente su homofobia me obligó a dejar de quererla. Sin embargo, mientras dormía la vi vulnerable, en una cama sufriendo. Sentí una compasión profunda porque estaba postrada en una cama, completamente expuesta, muy a pesar de su soberbia pastusa.
Uno carga todo lo que es, todo lo que vivió. Y aunque estoy en una ciudad al otro lado del océano, llevo la avenida Caracas, con todos sus buses; llevo a mis hermanos, inocentes y perdidos en masculinidades tóxicas; llevo el dolor de mamá, de un país injusto, de un machismo opresor y noventero; llevo el azadón del abuelo, sus cabuyas con las pescaba respuestas, en un mundo lleno de confusión; llevo a la abuelita materna y su deseo de decirle hijueputa a todo el mundo; llevo al abuelo paterno y su gaitanismo rojizo, su vehemencia a la hora de hacerle pistola a un sistema que no nos trata por igual. Pero ante todo, me llevo a mí mismo: Llevo mi colombianidad, cosa extraña, cargo mi cabello negro como el carbón y mi piel del color del trigo, mis creencias mestizas, mis depresiones, mis amores fallidos, mis libros olvidados, mis recuerdos en la biblioteca de Salmona viendo el atardecer.
Es curioso, en mis sueños pasa lo que debía pasar en la realidad. Me despido de mi abuela paterna y mi mamá abandona una relación tóxica. Quizás debía irme. Quizás estaba viviendo la vida de otros. Quizás los demás necesitaban enfrentarse a sus demonios. Quizás, no era feliz.
Mi cuñada me dijo que estaba embarazada. Que de pronto le pondría "Camilo" al niño. Sentí escalofríos ¿sabrá ella lo que significa ser Camilo?
martes, 15 de septiembre de 2020
Gracias Alemania. A pesar de todo. Gracias.
Por no pedirme cartas de recomendación para admitirme a una universidad y por valorar más mis capacidades y experiencia. Por ser justa y concreta en lo que me exigías frente a los procesos de migración. Por darme un dormitorio, que pagan los propios residentes con su trabajo duro e impuestos. Por permitirme trabajar en una de tus compañías más grandes. Gracias, gracias, mil gracias.
domingo, 13 de septiembre de 2020
Mariposa del Sur
jueves, 3 de septiembre de 2020
Tiempos de un Virus (I)
Había llegado al aeropuerto de Múnich, con maletas inmensas y la certeza que todo saldría bien en este negocio. Finalmente, negociar con alemanes es más fácil que con colombianos. Las cosas se dicen de frente y él no tendría las típicas dudas que tenía con un connacional: "¿Me estará estafando? ¿Y si se vuela con el dinero? ¿Será narcotraficante?". Una mujer italiana sobre la fila, en un inglés medio roto, le decía que le parecía indignante que la fila fuera tan larga (eran veinte personas). Reprochaba que siendo germánicos tomaran tanto tiempo para adelantar un trámite. Si ella supiera.
Le llegó su turno. Los colombianos siempre tienen miedo ante los oficiales de inmigración. Los viejos recuerdos de los años noventa en los que a los connacionales los desnudaban y les metían los dedos en el ano, buscando un gramo de cocaína, hacen parte del imaginario colectivo. No es como cuando un estadounidense atraviesa una frontera, que al mostrar su pasaporte, bien se le arrodillarían todos los miembros de la OTAN. Sacó su pasaporte color caramelo y lo puso sobre la pizarra. Y notó que en su canguro, tenía otro pasaporte: El de su hija. De hecho, cayó en cuenta que tenía una hija y que por encima de ser negociante, era papá. Fue algo que le llegó súbitamente. Tenía 25 años, estudiaba economía en los Andes y en una noche de tragos, tras salir de Goce Pagano, una jovencita de caderas estrechas con la que había bailado le dijo "¿vamos a dormir?". Nueve meses después se levantaron y las caderas estrechas dejaron de serlo para darle paso a una señorita llamada Estrella. Una señorita que también decía "vamos a dormir" y que le generaba cierta sensación de culpa a su papá. Él venía de una familia católica del sur del país, de ésas que contratan al cura del pueblo y se paran cuando pasa a saludarlos. Él quería casarse con una mujer un tanto tímida, un tanto lela, un tanto tonta. Ese "vamos a dormir" de su hija, le recordaba que la había concebido en el sótano de su casa, con 3 jäggermeister en la cabeza y Soda Stereo de fondo. Después vino el divorcio y luego la custodia. Él sólo podía tener a la señorita en vacaciones. Su esposa alegaba que su marido nunca estaba en casa. Y al principio fue cierto. A él le asfixiaba su nueva vida y en un intento de no perder sus veintes se iba a jugar bolos a Compensar. Seguía coqueteando con amigas pero todas torcían los ojos cuando les decía que era casado y tenía una niña. Sabía que se veía como un estúpido, intentando disimular que el mundo le había cambiado pero a manera de confesión, con una Paulaner en la cabeza, le decía a Eduardo, su amigo de infancia, que no quería sentir que su vida era solamente su esposa con ojeras, los pañales de estrella y el escritorio de la calle 85.
Volvió a mirar el pasaporte sorprendido. Y sin entender completamente en qué momento había sucedido, cayó en cuenta que había olvidado a su hija. Por motivos de redes sociales y economía, había elegido un vuelo Bogotá, Miami, Londres, Múnich. En 36 horas de viaje, podría tomarse fotos en ciudades emblemáticas para subirlas a Instagram y además se ahorraría 1200 dólares, que le cobraban por el vuelo directo. Es ahí cuando su mente comenzó a atar cabos -¿en dónde la pude haber dejado-se repetía. Sombrero color violeta, pensó, perfume de manzana, recordó, 9 años, caviló -¿pego un aviso? ¿Llamo a la policía?-. El agente, con su pesado acento bávaro y la impaciencia alemana, le siguió haciendo preguntas, ahora gritando. Inconsciente del proceso de asimilación que implica perder un hijo, estiró el dedo y puso un sello sobre el pasaporte: "rechazado". El héroe de este cuento intentó explicarle de mil formas pero el oficial simplemente sonrió y le dijo "diríjase a la oficina de asuntos especiales".
En Miami, comieron una pizza que les vendieron unos cubanos. Esperaron varias horas. Ella estaba molesta porque no le había comprado el unicornio que habían visto en una de las vitrinas. Putos unicornios, siempre son de mala suerte. No recordaba bien si había abordado con la niña. Sin embargo, se le vino a la mente cuando la pequeñita en el avión de British Airways se quedó dormida y le regó la gaseosa en las piernas. Se fue furioso, molesto. En el baño, mientras se limpiaba, pensaba en el empresario israelí con el que se encontraría en Berlín. Era un cabrón. De ésos que cuando ve a alguien con una mancha en el pantalón, no evita hacer un chiste de mal gusto. Un mancho de antaño que no llora y toma viagra, sólo para decirle a sus amigos del sauna, que sí, que él toma mucho viagra. Precisamente, en Londres, Estrella caminaba de su mano cuando él le preguntaba al hotel en Berlín si podría enviar su pantalón a la lavandería y recuperarlo en menos de 10 horas. -Debió ser en Londres- se dijo. -Puta Londres- enfatizó. En su camino sinuoso hacia una respuesta, le esperaba una fila inmensa en la Oficina de Asuntos Especiales y unos cuantos formatos por llenar. Eso pensaba él. Si supiera.
miércoles, 12 de agosto de 2020
El Reino de Caín
-Agotado de su búsqueda- decían los pobladores más viejos -Caín, eligió un lugar de la geografía al que no había llegado Dios-. Tierra de monzones, de vientos índicos, de tsunamis intempestivos y estrellas transparentes, en la roca tallada habitaban rostros de otros seres divinos, con otras leyendas. Seres que tensaban el arco, otros que destruían cíclicamente el universo y otros con la cabeza de un dios y el cuerpo de una prostituta. Allí, en el seno de una casa de dónde se desprendía el aroma de la canela, el té negro y el cardamomo, nació una pequeña niña.
Hija de un padre dedicado a la agricultura y de una madre abnegada y dedicada al hogar, supo caminar con facilidad y acercarse al paquidermo que asomababa su trompa por la ventana para pedir comida. Sus ojos, pequeños frente a su cuerpo monumental, la examinaron un par de veces y luego procedieron a cobijarla entre su cuerpo. Ajena a los lloriqueos de los niños malcriados, se permitió dormir sobre él.
Eran distintos, solía afirmar su mamá: Ella es un humano y él es un elefante. Son iguales, decía un viejo monje budista a la vera del camino: Sus huellas van unidas hasta la ribera. Y ambas cosas eran ciertas, eran distintos y eran iguales. Ella iba creciendo, él comenzaba a envejecer. Ella usaba vestidos, él un collar de cadenas que lo acompañaba a manera de recuerdo. Ella comía verduras, él comía algunos granos. Sin embargo, en las tardes cálidas siempre caminaban juntos a la rivera.
Al observar el comportamiento, un inspector de un imperio inmenso y lejano, grande y pequeño, quiso saber más de la particular actitud. Grande, con inmensos buques de guerra y colonias anchas que podrían albergar varias veces la población de quiénes dominaban. Pequeño pues no era más que una isla en el medio del mar, aterrada por la desnudez y el tacto entre humanos. Se propuso seguirlos y observarlos.
Por esa época, un médico del imperio, atravesaba el lado opuesto del mundo. Estudiaba especímenes enquistados en islas pacíficas. Cavilaba sobre las formas de los colibrís del sur del mundo. Dibujaba las tortugas oscuras (que luego serían parte de un zoológico) y analizaba las condiciones del ambiente. Escribía noche tras noche. Sus huellas casi siempre iban acompañadas de amplias pisadas humanas.
El inspector, notó la cercanía entre la criatura y la criaturita como algo peligroso, extraño y ajeno a las conductas humanas. La muchachita movía su mano a manera de trompa. El elefante en su lugar, entraba a sus anchas a las casas del caserío y devoraba las frutas que encontraba. Entonces recordó que había un demonio en la región con cabeza de elefante y de inmediato le rezó al santo de su ciudad.
Sobre el escritorio de la emperatriz reposaban dos cartas. Una que describía los descubrimientos de su coterraneo y otra en la que se pedía autorización para purgar el pueblo. Un sirviente angustiado tocaba su puerta y ella, quién hacía sus plegarias entre orgasmos y un funcionario de una lejana colonia del Este, se asomó despelucada a la puerta. Contoneando sus caderas pálidas, firmó las dos cartas. 5 meses después, un naturalista descubriría la teoría de la evolución y un pueblo del reino de Caín habría de caer incendiado por tropas de un imperio grande y pequeño.
-Sólo cenizas- dijo el corregidor. Se marchó y lanzó una piedra que tenía en las manos, hacia la ribera. Cayó en la huella del elefante. Y se hundió porque los elefantes son grandes y a veces los humanos somos pequeños. Pero hay algunos niños inmensos, dispuestos a caminar hasta el río, beber un poco de agua y recordar que la vida es mejor con un amigo.
lunes, 20 de julio de 2020
La Independiente
domingo, 28 de junio de 2020
Los Miedos de un Gay
Me gustaban los hombres desde niño, no todos pero sí algunos. Y me gustaba mirar a otros niños, detallarlos. En mi primer año de colegio, solía besarme con otro de mis compañeros. Era curioso porque lo hacíamos constantemente y en diferentes espacios públicos. Nunca nadie preguntó, ni dijo nada al respecto. Hoy él es un pianista que toca escenarios como en la Sinfónica de San Francisco, hace poco se casó y según una de mis amigas, tiene algunos dejos de homofobia.
martes, 23 de junio de 2020
Neptuno
Para los astrólogos el signo de una pandemia es cuando Neptuno entra en piscis. Precisamente, ese planeta representa lo espiritual, las drogas y las ilusiones. Apenas puse un pie en el aeropuerto de Múnich, sentí el peso de una sociedad más bien saturnina: Llena de estructuras y reglas inviolables, de jerarquías y de amor por lo seguro. Cuando ocurrió la pandemia, algo saturado de los esquemas educativos tan rígidos y de las sociedades autoritarias, sentí que era un alivio, que un virus haría tambalear a un mundo que se ha basado sobre principios que nada qué ver.
Entonces, noté cómo una sociedad acostumbrada a planificar se quedaba sin fundamentos para asumir el futuro próximo. Noté cómo el conflicto los asemejaba a los colombianos que lo vivimos a diario (y durante décadas). Las crisis inevitablemente nos hacen flexibles a los humanos y nos brindan la posibilidad de contemplar el presente aunque eso signifique renunciar al futuro.
domingo, 14 de junio de 2020
Psicología de Red Social, Apología a la Miseria
domingo, 7 de junio de 2020
Germany, Memoirs of a Nation - Neil MacGregor (30/50)
A diferencia de otros libros que he leído sobre "historia", en este caso, el tema del nazismo no se evade pero sí siento que se toca con algo de ligereza. En el caso del libro de historia austriaco que tuve en mi poder, siempre pretendía hacer atajos para no reconocer la responsabilidad de Austria en el holocausto judío. Y debo aclarar que el racismo y el holocausto, son dos grandes tabús en Múnich. En Odeonsplatz, desde donde Hitler daba sus discursos, nadie lo menciona y la palabra racismo sólo la he visto empleada con valor por Ángela Merkel. A diferencia de lo que creen las feministas, pienso que lo que no se menciona sí existe y constituye un fantasma inseparable de la identidad de un individuo o un pueblo. El fantasma de Alemania es que es el centro de la civilización europea pero las conductas históricas frente a lo extranjero y a lo desconocido, sólo delatan barbarie.
En ese sentido, lo que denomino "ligereza" en el libro de MacGregor podría ser astucia. Escribe sobre el holocausto haciendo énfasis en una de las inscripciones de uno de los campos de concentración. Para esa época, los nazis habían desterrado a la Bauhaus y negaban el magistral desarrollo de la tipografía buscando letras simples y toscas. Pues en el campo de Buchenwald, la inscripción de entrada tenía todos los elementos atísticos de la academia expulsada. Así, los judíos al entrar veían a manera de saludo anárquico esa plaqueta. Más tarde cuando los alemanes perdieron la guerra, Eisenhower forzó a los ciudadanos de los territorios vecinos a ver lo que había ocurrido en sus narices.
Me pregunto si yo como colombiano tengo derecho a venir a hablarle a una cultura extranjera sobre su historia y además poner el dedo en la yaga. Lo digo porque vengo de una de las sociedades más violentas sobre la Tierra. Si allá yo era homosexual, aquí soy extranjero, es una suerte de destino de ser "el otro". Sin embargo y a pesar de mi insuficienencia moral, creo que todos tenemos derecho a apuntar la vista hacia los conflictos de una sociedad, más cuando se pertenece al grupo involucrado. en ese sentido, veo necesario hablar de racismo, de categorización, de la incompatibilidad de la salud mental y la disciplina. Eso lo puedo dejar para después, el tema de este post es el libro, así que a volver a él.
Lo que más me gustó es que pude entender un poco más a los bávaros y su persistencia en diferenciarse del resto de los alemanes. Su historia intentando luchar durante la unificación alemana como Estado Independiente, su calidad de reino durante la época de Napoleón, su posición en la historia personal de Hitler (quién odiaba Viena y amaba a Múnich) y su posición contemporánea Como la sede principal de BMW (Bayrische Motor Werke).
Nota al pie: Cuando llegué a Múnich, noté pocos afrodescendientes, la mayoría de ellos poco notorios, intentando mimetizarse con los colectivos. Ayer estuve en Marienplatz tomando cerveza con unos amigos. No había notado que los negros se estaban manifestando, creo que como respuesta a las olas antirracistas en Estados Unidos. fuela primera vez que vi grupos grandes de negros que caminban por el centro de Marianplatz (donde también caminó Hitler) y se manifiestaban en voz alta, con el colorido en la ropa y los estilos. Luego me subí al metro y vi a dos mujeres aparentemente africanas, hablando su idioma en voz alta, con los vestidos de su sociedad. Dos blancos unas sillas atrás hacían cara de aturdidos y ellas seguían hablando sin determinarlos. Finalmente, ellos decidieron hablar de un tema cotidiano y aceptar que un par de extranjeras deseaban usar su idioma sin vergüenza en un medio público. Las miré y sonreí dentro de mi tapabocas. Creo que los tiempos están cambiando, ahora sí, de verdad.
lunes, 25 de mayo de 2020
El No Escritor
martes, 19 de mayo de 2020
¿En dónde estoy?
No tengo muy claro si entiendo bien el alemán (eso es lo único bueno, cada día lo entiendo mejor). Si estoy vestido o en pijama. Si es primavera o es invierno. Si tengo hambre o sed.
Estoy desorientado, no sé qué debería hacer.
lunes, 18 de mayo de 2020
Camilo y El Nogal
lunes, 11 de mayo de 2020
Los Caminos de Buda
miércoles, 6 de mayo de 2020
¿Volver?
viernes, 1 de mayo de 2020
Ellos
Él, de su trabajo.
Un bus atravesaba
como Quijote la ciudad.
Ella, del centro,
él del sur.
Y las miradas se cruzaron.
Él, nieto de un militar,
ella, tataranieta de un esclavo.
Y las miradas se cruzaron.
Él, hijo de un rico,
ella, hija de la poesía.
Y las miradas se cruzaron.
Para querer o para sufrir.
miércoles, 29 de abril de 2020
Guerra
en la inseguridad de cientos de mujeres que fueron trofeos de campañas,
que estás marcada en la piel de los adultos que fueron jovencitos
y tuvieron que saltar corriendo de un bus que los llevaba a la selva.
Mírame a los ojos y dime,
si hay herida que cierre,
si hay futuro para el herido.
Mírame y dime si los ojos trirraciales,
ocultos en palafitos, en casas con techos de zinc o clubs carbonizados,
podrán ver algún día estrellas que no sean testigos de la sangre.
Tú que miras a los hombres como presas,
dime cuánto tiempo pasa
para que dejes de comernos.
martes, 28 de abril de 2020
viernes, 24 de abril de 2020
Se Marcha un Monje en Primavera
Plasticidad
jueves, 23 de abril de 2020
Deutsche Leute
domingo, 19 de abril de 2020
La Segunda Crisis, Coronavirus
miércoles, 15 de abril de 2020
Otra Vida
lunes, 13 de abril de 2020
Alexander von Humboldt: El Anhelo por lo Desconocido, Maren Meinhardt (29/100)
sábado, 11 de abril de 2020
Grito a la Vida
Una razón para abandonar mi trabajo en Colombia, tenía que ver con una batalla interna con un corrupto. Yo era un auditor asistente, me encargaba de velar por la información ambiental del país. Mi jefe velaba por sus intereses y dado que rara vez permití que se saliera con la suya, usó la estrategia más antigua de coerción: Matar de sed. Me ponía volúmenes de trabajo excesivos, poco comparables a los de mis compañeros, me pedía tiempos irrealizables, me pretendía conducir de todas las maneras posibles al aburrimiento, inclusive, alguna vez me mostró una convocatoria al Servicio Geológico Colombiano. Y viendo otras orillas, decidí seguir estudiando. Quién pensaría que me tocaría pasar por las pruebas que Alemania le pone a sus visitantes y que una pandemia me aguardaría a la vuelta de la esquina.
Y como resultado de tanta chochera en los últimos años, por lo menos en Colombia, cada vez son menos los que quieren estudiar una carrera profesional. Los profesores que pensaban que su cargo era una silla real desde la que podían vomitar su mediocre método sobre futuros colegas, ahora ven su puesto tambalearse por causa de su falta de amor y de creatividad. No se espera de un maestro que sea "sobrehumano" y haga cosas impensables para enseñar. Simplemente, se espera que pueda transmitir algo de mística, algo de cariño, algo para recordar.
martes, 7 de abril de 2020
Yagé
viernes, 3 de abril de 2020
con tu catástrofico sonido,
que las cenizas humanas vibran,
que amamos algo,
que no queremos ser olvidados.
Y esos lejanos existencialistas,
suicidas individuales,
frente al fenecer del mundo,
se vuelven silencio,
un signo oculto.
Cantamos a la vida cuando la perdemos,
porque pensamos que su misterio es más,
que su cotidianidad aburrida.
Vida, dolor...
Vida, amor...
Vida, lavar los platos.
Vida, hacer almuerzo.
Vida, tan poderosa.
Vida... Tan amenazada ahora.
martes, 31 de marzo de 2020
Somos Dueños de Nuestro Destino
domingo, 29 de marzo de 2020
Pedacito de Mundo
viernes, 27 de marzo de 2020
Una Pandemia
miércoles, 25 de marzo de 2020
Cuestionarse
Cuando mis dos abuelitas fallecieron, me di cuenta el poco tiempo que les había invertido en sus últimos días. Parte de seguir estudiando, tenía el objetivo de descubrirme y de vivir con un poco más de paz. No sospechaba yo que eso significaría pasar por tantas pruebas, quizás karmas. Y ya me siento un poco cansado. Quisiera simplemente un período de mi vida en paz, sin contratiempos, ni dramas y con estabilidad. No sé si eso sea muy difícil de adquirir.
lunes, 23 de marzo de 2020
Astrotonterías
viernes, 20 de marzo de 2020
Las Cenizas del Tiempo
Las calles de la soberbia Múnich están vacías y los extranjeros huyen. Los europeos, antes dueños del mundo, hoy son expulsados de América del Sur, como si fueran la peste. Y el racismo ha caído en el mutismo: No querían extranjeros, pues pronto los perderán.
Por una jugada del destino, quedé atrapado en la ciudad, por lo menos 30 días sin saber si habrá semestre de verano. Es curioso que justo tras la llegada del sol y el florecimiento de las violetas, una pandemia secuestrara a una sociedad entera y la dejara sin respuestas.
Me pregunto si a alguien le habrá pasado algo similar. A algún colombiano de un lejano pasado que llegara al corazón de Viena unos meses antes del asesinato de Francisco José en Sarajevo.
Este viaje al corazón de Bavaria, ha sido un recorrido homérico, en el que los dioses juegan conmigo. Si se quiere, no los dioses, los planetas que adoptaron sus nombres.